lunes, 27 de septiembre de 2021

Breves apuntes de Madrid (I).

Como ya hice en 2019, procuraré contar todo lo que pase en la plaza de Madrid. Aparte del festival del dos de mayo recordado por el toreo de capa de Julián López "El Juli", ha habido dos festejos más en el caluroso verano madrileño. Por diferentes circunstancias no lo publiqué en su momento así que los añado a los de este fin de semana. A finales de junio se lidió un encierro (al que no pude asistir) de Victorino Martín y hubo dos toros que dieron un juego interesante. Torearon Manuel Escribano (grana y oro), Sergio Serrano (caña y oro) y Fortes (azul marino y oro). Por lo que he leído, os diré que este último fue silenciado en sus dos toros. Los otros dos matadores cortaron una oreja. Si hay que destacar a un torero sería al de Albacete. Lleva Sergio una temporada excelente. Ya canté su valor y raza a finales de septiembre de 2019 y estas últimas semanas ha triunfado con rotundidad en donde ha toreado,  destacando otra tarde muy importante en la plaza de su tierra y otra en tierras de La Alcarria y precisamente, ambas, con esta misma ganadería. 




El siguiente festejo ocurrió el cuatro de julio. El domingo 4 torearon mano a mano dos toreros extremeños: Antonio Ferrera (verde y oro) y Emilio de Justo (azul rey y oro). Los toros llevaban el hierro y cintas de la ganadería madrileña de Victoriano del Río. Por su trapío y bella estampa, fue ovacionado de salida el tercer toro. Por segunda vez en su carrera, el de Torrejoncillo cruzó la puerta grande.
Cortó Emilio un total de tres orejas. A su primero, recuerdo que en la faena de muleta destacaron unos naturales a pies juntos de mucha pureza y clase. Antes, en el tercio de quites ambos matadores se picaron en quites: unas elegantes verónicas de Ferrera y unas ceñidas chicuelinas de Emilio. El viento sopló toda la tarde así que aumentó el valor de la faena de Emilio. Mostró el diestro mucha firmeza a pesar de las dificultades. La estocada fue rinconera y Madrid premió al cacereño con la primera oreja de la tarde. A mi juicio, fue un trofeo muy justito. Al cuarto, le cortó las dos orejas. Fue una faena de las que a mí me llenan. Como se dice en el argot torero: pronto y en la mano. Brevedad y rotundidad. El trasteo se cimentó básicamente en el lado derecho. Aprovechó EDJ las enclasadas embestidas de Duende y tanto los derechazos como los naturales que dio con esa misma mano pusieron a Madrid en pie. Ya sabréis que este torerazo es un as con el acero. Rubricó la obra con otro soberbio espadazo y las orejas de Duende acabaron en sus manos. Duende fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. Cerró la tarde con un toro imposible pero al que, indudablemente, consiguió sacarle varias series de muletazos muy macizas. Se la jugó y metió al toro en el canasto. La gloria le esperaba. Salió a hombros ese día y volvió a hacerlo en la presente Feria de San Miguel de Sevilla ante los toros de Victorino, así que indiscutiblemente es uno de los triunfadores de esta temporada.
Su paisano Ferrera pasó desapercibido. Torero en los modos y en los lances, no le acompañó la fortuna en aquel festejo dominical. Brilló su toreó de capa al primero, unos derechazos muy profundos y poco más. Tarde más que insípida de Antonio. 

Entre las cuadrillas, destacó Antonio Chacón por sus pares de banderillas.




Después de unos meses desiertos de festejos se anunció la feria de Otoño y comenzó con un cartel estelar. El pasado viernes 24, toros de Victoriano del Río y Jandilla para Diego Urdiales, José María Manzanares y Paco Ureña. La tromba de agua que cayó a poco de empezar el festejo, hizo que se aplazase al viernes 8 de octubre. 

Al día siguiente se lidió un encierro de Fuente Ymbro. Manuel Diosleguarde (verde y oro), Isaac Fonseca (grana y oro) y Manuel Perera (fresa y oro). Los tres muchachos debutaron en la Villa y Corte.
Manuel, de Dios le Guarde (Salamanca), pechó en primer lugar ante un mansazo. Fonseca se jugó el tipo en unas impertérritas gaoneras. Como mansazo que fue este animal nada pudo hacer el salmantino. Muletazos decorosos muy jaleados y poco más. Madrid, que sigue haciendo cosas incompresibles, pidió con mucha fuerza una oreja que no era. El presidente se mantuvo en su sitio y no concedió un premio que hubiera sido completamente inmerecido. Aquí entran los banderilleros y haré un inciso. Cuando hay un faenón de los buenos y se falla con la espada, se puede dar una vuelta al ruedo, ¡para eso están! Ahora, yo que llevo bastantes temporadas viendo un gran número de festejos en Madrid, es vergonzoso la actitud de estos. Jalean y animan a los chavales a que la den, y claro, la bronca del público es esperada. En vez de ayudar, le animan a hacer algo que poco le va a reportar. Un torero tiene que saber cuando dar y cuando no dar una vuelta, o cuando salir a recibir  una ovación y cuando hacerla desde el burladero. La gran mayoría del público pitó a Diosleguarde por la exagerada vuelta al ruedo. En el cuarto, cuajó buenos muletazos que esta vez si hicieron vibrar Madrid. Este chaval tiene rodaje y oficio pues lleva un par de temporadas en el escalafón de novilleros. Abandera ese toreo sobrio y frío castellano pero cuando se pone torear, y el toro embiste con alegría y transmisión consigue sacar olés roncos en el tendido. La profundidad de sus derechazos, las tandas ligadas y sus ganas de hacer las cosas bien, amén de una gran estocada al encuentro, fueron suficientes para que, esta vez, sí atendiese el presidente la petición de oreja. 

Perera y Fonseca son dos novilleros que este año están siendo los protagonistas de la temporada. El segundo, ha sido triunfador prácticamente de todos los certámenes en los que ha participado. Este mejicano estuvo en novillero. Tiene hambre y ganas de triunfo. Quiere y puede llegar lejos. Hay que arriesgar pero sin atropellar la razón. Recibió varios porrazos escalofriantes y de todos salió indemne. Saludó una ovación ante su peligroso primero con el que se jugó el tipo. Con su segundo estuvo abúlico e indeciso. Mató de una estocada y fue silenciada su labor. 

Manuel Perera, que también está dando mucho que hablar, mostró una actitud exactamente igual a la de su compañero: aguerrido y batallador en su primero, pero extremadamente soso y frío en su segundo: dio infinidad de pases y ni un olé de sus seguidores consiguió sacar. 

Los novilleros deben tener actitud y ganas de triunfar, pero también es vital conocer las diferentes suertes del toreo: los dos empezaron de rodillas y recibieron volteretas al primero de sus respectivos lotes. Iniciaron con pases cambiados respetivas faenas al segundo... Y lo más habitual que se ve en todo el escalafón: Una larga tanda de derechazos para luego cambiar la muleta por la espalda y cerrar la serie con un pase de pecho con la mano zurda. Y varias faenas fueron finalizadas por manoletinas. Fotocopias. Son todos iguales. Por eso ninguna destaca. Por eso ninguno mueve gente.

Entre las cuadrillas destacó Javier Perea en el tercero con las banderillas y en el sexto con el capote.


                            


Cerramos este primer fin de semana de Feria con un nuevo encierro de Victorino. Se acartelaron López Chaves (caldero y oro), Alberto Lamelas (malva y oro) y Jesús Enrique Colombo (marino y oro).
Petardo de Victorino. Descaste absoluto. Y desiguales de presencia. Lo que en el toreo llamamos escalera por la diferencia de trapío entre los animales de un mismo encierro. Alguno que otro era inaceptable por su presencia. El primero y el segundo fueron fuertemente pitados en el arrastre. 

En la plaza reinó el aburrimiento y la decepción. La falta de fuerza de varios toros aguó la ilusión de ver aquello que tanto se le exige a estos toros: casta y bravura. Victorino tiene mucho trabajo por delante. López Chaves lució al toro en su primero con el capote. El toro apretó en las tablas del 9 y se salió a los medios bregando con él. Y poco más. Esperaba mucho más de Domingo. Su parte negativa fue dejó castigar a sus toros duramente en el caballo. Sobre todo al cuarto. Lo masacró en varas. 

Voluntarioso estuvo el de Jaén. Alberto se fue a recibir de rodillas a sus dos toros a la puerta del chiquero. Intentó acoplarse al segundo animal y torearlo pero no pudo. Pegó algunos muletazos decorosos. Y con el quinto pecó de lo que se peca ahora en el toreo: de encimismo. Estar tan cerca del animal y agobiarle es muy negativo en muchos sentidos, y más en este encaste tan diferente a otros. De hecho una mujer en una andanada lo protestó y la gente se lo reprochó. Pero ella tenía razón. Si hubo toros que permitieron torear y lucirse con ellos, fueron precisamente los de Lamelas, así que no entendí, y cómo es que un torero tan curtido en estas lides como él no vio ese fallo. Dicen que su segundo fue un gran toro con opciones de triunfo, pero yo no lo vi así. No lo comparto. Tampoco diré que no dio opción ninguna pues no es así, pero hablar de ese toro como un toro de bandera, yo creo que es demasiado. Pero lo que si comparto con mucha gente es que perdió una ocasión de oro para dar un toque a afición y crítica. Con la espada estuvo Alberto muy desacertado.

Cerró este primer fin de semana un joven venezolano. Colombo estuvo horrible. Vulgar. Explosivo en banderillas pero sin sentido del temple ni de la torería. Los tres pares que puso en su segundo es de lo más indecoroso que haya visto a un torero banderillero en la plaza de Madrid. Y otro pecado que cometen muchos matadores: torear a todos los toros de la misma forma. Y no es así. Su lote fue insípido pero yo creo que un torero con cierto oficio podría haber hecho bastante más que lo que hizo Colombo. En vez de lidiar, de enseñar, de someter... Pasó directamente a torear por derechazos. Y en vez de torear él al toro, fue al revés. El Victorino hacía e iba por donde él quería y no por donde deseaba el matador. 

Tarde para olvidar. Y feo gesto del ganadero. En un bajo del tendido 8, respondió con chulería a las críticas de los aficionados. Ese bajeza prepotente con el que paga y da de comer a tus animales hay que convertirla en batalla con los políticos y la administración, que es la que nos pone trabas y pegas. Él verá. A Juan José Padilla, por lanzar unos besos al Tendido 7 en 2006, estuvo un par de años sin pisar Madrid. Ahí lo dejo.

          


Fotos: Las Ventas.




sábado, 25 de septiembre de 2021

Diez años sin toros.

Una afición extraordinaria. Una ciudad que llegó a tener hasta tres plazas en funcionamiento: La Barceloneta, Las Arenas (actualmente es un centro comercial) y El Sport, que posteriormente acabó convirtiéndose en la Monumental (en pie y cerrada). Pero no sólo en la Ciudad Condal bullía el toreo, pues en plazas modestas de otros puntos de Cataluña también había (y hay) afición: Olot, Gerona, Tarragona, Vic, Lloret de Mar... En aquella España de los 50 y 60, que en el extranjero nos promocionábamos como "Sun , Sand and Sea", es decir: sol, arena y mar. Empezó el auge turístico de la costa levantina. Atraídos por estos alicientes, los extranjeros se ponían ciegos de arroz y sangría mientras se tostaban al sol. Los empresarios taurinos querían llenar las plazas pero cometieron un error. Buscaban (lógicamente) el éxito económico de aquellos festejos taurinos a base de una programación que atraía a los extranjeros y al público ocasional pero en cambio echaba atrás a los aficionados habituales a esas plazas. El cántaro se llenó y acabó rebosando. Poco a poco las plazas fueron vaciándose y ese esplendor de años de vacas gordas terminó. Llegaron las vacas flacas. Pan para hoy y hambre para mañana.

 Durante esas décadas y sobre todo en las plazas principales, vieron los catalanes a las figuras de cada época: Joselito, Belmonte, Manolete, El Cordobés, Paco Camino, Puerta, Viti, Robles, Capea, Espartaco, Ponce... Y por supuesto toreros que tuvieron especial tirón y que desataron pasiones como Joaquín Bernadó, José Tomás y, sobre todo, el predilecto de aquella afición: Antonio Borrero "Chamaco". Aquel 25 de septiembre, la afición acudía tristemente a los toros: ese día, Juan Mora, José Tomás, Serafín Marín y los toros salmantinos de El Pilar, se juntaron por última vez en aquella Monumental. 

Diez años de una tropelía. Como tantas otras que se cometen en este país. Cosa que no gusta, cosa que se prohíbe. ¿No gusta una calle? Pues la cambiamos. ¿No gusta una escultura? Pues la derribamos. ¿No gusta una placa? Pues la quitamos. Todo empezó cuando allá por el año 2004 se decretó oficialmente a Barcelona como ciudad antitaurina. Constantes presiones animalistas lo consiguieron. Un gobierno vendido a estos grupos, hizo realidad el deseo de los antis. Una región que prohíbe las corridas de toros pero que autoriza los toros embolados. ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo por el que no se puede dar lidia y muerte a un toro bajo unas reglas y preceptos en una plaza y sí se puede soltar un toro por las calles de cualquier localidad mientras arden dichas bolas céreas en cada pitón? ¿Sufrimiento animal? ¿Identidad cultural? El eterno debate si es por el primero o por el segundo. Si fuese por sufrimiento, no se realizaría ningún evento con animales, pero qué curiosidad que el primero no está autorizado y el segundo sí. Y me paro en este detalle, pues prohibida la tauromaquia no está. La familia Balañá, (dueña de la Monumental y una de las grandes casas empresariales en la historia del toreo) con negocios de naturaleza extra taurina, no quieren follones. Prefieren no dar toros y mantener su imperio que luchar contra viento y marea para que haya corridas ya que el Tribunal Constitucional suprimió aquella ley que en 2010 prohibía los festejos taurinos en suelo catalán. 

Prohibido prohibir. Ese grito que revolucionó París en mayo del 68 y posteriormente más ciudades europeas, llegó a su fin. Es gracioso porque estoy convencidísimo que los que ahora prohíben, son los que en aquel 1968 pedían libertad. Los que estaban cansados de gobernantes que según ellos no dejaban vivir en paz a nadie, son los que ahora amargan la vida a sus ciudadanos. De pedir, a prohibir. Vivimos en una dictadura. En una dictadura de redes sociales, de hacer las cosas de una determinada manera, de formas de pensar... Y una de ellas (y muy preocupante) es el animalismo. Un pensamiento llevado al lado más extremo es el que reina ahora mismo. Dictadorzuelos de tebeo dicen ayudar a los animales a base de leyes absurdas.  

Una vez leí que para ver como está España no hay más que asomarse a una plaza de toros. Y es algo realmente cierto. Un ejemplo: 2008 fue el último año de esplendor. "El Fandi" fue el que más toreó: ciento once tardes. Sí, 111. Todas la plazas daban toros. Hasta el torero más modesto pudo hacer una campaña suficientemente larga como para ingresar un dinero con el que poder mantenerse económicamente viviendo de su trabajo. En esos últimos años de bonanza había riqueza y estabilidad. En 2009 empezó la decadencia en todos los aspectos. Y en todos los ámbitos. Dicen que los toros son crueldad y que generan violencia. Lo que hay que oír.... Yo a esos les contesto que la Ciudad Condal lleva diez años sin ver toros en sus plazas y reina en sus calles la delincuencia, el paro y la miseria. Y va en aumento. Lo veo a diario en Twitter, en la prensa... La gente está harta. Un gobierno obsesionado con la independencia desde hace años como único objetivo ha obviado todo lo demás. Y a la vista está que no les importa. ¿Cómo están las plazas catalanas? Cerradas. ¿Casualidad? No lo creo. Eso sí, Barcelona es ciudad antitaurina así que los animalistas estarán felices porque ya no ven sufrimiento en el ruedo: donde reina el sufrimiento ahora es en las calles, y ya no solo de dicha localidad, si no en otros lugares de Cataluña. 

No creo que volvamos a ver toros en Cataluña. Las presiones animalistas junto al apoyo de las autoridades y sumado a la desidia de unos empresarios que no luchan para que vuelva a saltar un toro a cualquier ruedo catalán, lo impedirán.  Lo que se pierde no se recupera. Mucho debería cambiar para que esto ocurriera. 


La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos.
Don Quijote



                       

             José Tomás y Serafín Marín,
salen a hombros en la última tarde que se dieron toros en Barcelona. 
Foto: Inés Baucels.




viernes, 17 de septiembre de 2021

¿Por qué se mata al toro?

"La espada no me quita el sueño". Finito de Córdoba.

Tras escuchar una entrevista a Finito de Córdoba por sus treinta años de alternativa una de las perlas de la misma es la siguiente: el torero decía que le duele más no torear bien a un toro que matarlo bien. Enseguida pienso: ¡es ridículo! ¿Os imagináis a Cristiano Ronaldo en un partido decisivo regatear él sólo a todo el equipo rival mientras va avanzando y cuando llega al portero falla el gol? Cuando acaba el partido se acerca el periodista de turno y le pregunta por aquel fallo y éste responde: He fallado el gol pero he regateado a once rivales. Ese fallo no me quita el sueño. ¡Sería absurdo! Pues claro que se lo quita. Porque ese gol puede ser la diferencia entre una victoria y una derrota. Cristiano estará el resto de la temporada lamentando ese fallo. Así que hoy explicaré el porqué de la muerte del animal. El porqué de la muerte en el ruedo y ante la vista de todos los presentes. 

Al igual que el objetivo de un futbolista es meter goles, en el toreo es matar al animal, y siempre de una manera rápida y limpia. El toreo está reglado y controlado ministerialmente así que cada profesional taurino lleva su carné que lo certifica. Mozos de espadas, Picadores, banderilleros, toreros... Todos. En el carné de estos últimos no indica que son toreros. Indica que son matadores de novillos o de toros, según el escalafón en el que se encuentre dicho profesional. Pues esa es su profesión: matar toros.

Aunque las comparaciones son odiosas, procuro hacerlo siempre con el fin de hacer más clara una explicación así que en este artículo voy a comparar el toreo con el fútbol. Le pese a quien le pese. Muchas veces he oído que los que no están a favor de la Fiesta lo están porque no entienden que haya que matar a un animal. Y es respetable. Son de los que consideran que sería muy bueno e incluso muy positivo a nivel de "marketing" que las corridas fuesen sin sangre, como por ejemplo ocurre en California (no hay picador, las banderillas son de pega y no hay suerte de matar) y en otros estados americanos. Así se atraería a más gente. Y yo pienso: sería mentir, sería maquillar un espectáculo para conseguir más adeptos. Y lo más triste: sería faltar a la memoria de todos esos héroes que cayeron derramando su sangre en la arena de una plaza. Habrían muerto en vano. 

Recordemos brevemente que al toro se le pica para amoldarle, para templarle. Evidentemente también se le quita fuerza pero el objetivo es moldearle para una mejor embestida. Aunque se le quite fuerza, los toros se crecen ante el castigo, quieren más pelea. De ahí que el animal aunque sabe que está siendo herido, vuelve a seguir luchando. Es lo que en el argot taurino se llama casta. ( Y como otras muchas expresiones populares, de ahí viene este dicho: crecerse ante el castigo). Cuanto más encastado sea un toro, mayor emoción habrá en el tendido. Sin un adecuado puyazo el comportamiento de un animal sería ingobernable y el torero poco podría hacer.  Acto seguido se le clavan seis banderillas que poco significan y tras la faena de muleta el toro muere a espada. Si no se realizasen estos trances, el animal sería una bestia absolutamente incontrolable. 

El toreo es un rito. Es un sacrificio. Hombre y bestia salen a morir. Recordemos que el resultado de un conjunto de normas y bases que surgieron en la antigüedad han ido reglamentando el toreo a lo largo de los siglos y evolucionando hasta acabar en las corridas tal y como las conocemos hoy en día. La gente teme a la muerte. No quiere hablar de ella. Nacemos, crecemos y morimos. Es ley natural. En el toreo se recuerda que la muerte está presente. Esto no es teatro o cine. Aquí no hay decorados. 

Como ya queda explicado la profesión no es ser torero, es ser matador. Un festejo sin muerte no tendría sentido. ¿Y por qué? ¿Por qué es famoso Cristiano y no el delantero del Orense C.F.? Porque Cristiano es un tío que cada partido que juega marca un gol, y cuando tiene una racha mala goleadora, llega el partido en el que se recupera y mete cuatro goles. Es la diferencia entre un jugador que ya es historia del fútbol y uno que no lo es. En el toreo es exactamente igual. ¿Cuál es la diferencia entre una máxima figura y un torerillo del montón? Los dos pueden hacer faenas extraordinarias y torear con mucho gusto o valor, pero sin espada, no se vería quien es mejor y quién peor. El que mata bien, corta las orejas, triunfa y sale a hombros. Si eso lo hace 40 ó 50 veces en una temporada y además en las plazas importantes pues su fama será mayor. Y en un año se hace rico. ¿Un ejemplo? Roca Rey. 

Por eso no concibo un festejo sin muerte. Por honor, por respeto. Si el toreo es un combate, no puede ser que el toro vuelva a la oscuridad del chiquero tras ser toreado y atado a unos barrotes reciba el golpe final. Tiene que ser una lucha hasta el fin, y qué más lógico final que un encuentro entre hombre y bestia. El torero, preparado con un trapillo y un acero, esperará al toro para darle muerte. 

Un detalle crucial y que todos pasan por alto. ¿Te has fijado, querido lector, que cada vez que hay una desgracia en un deporte de riesgo, en un medio de transporte o en cualquier otro ámbito se trabaja para que eso no vuelva a ocurrir, y si ocurre, que los daños sean mínimos? En el toreo no, murieron recientemente FandiñoVíctor Barrio y no se hizo nada. La vida sigue. La muerte es el precio que hay que pagar en esta profesión y si no asumes que puedes morir, no tiene sentido intentarlo. Los toreros no llevan hombreras, casco, gafas... y por más cornadas que reciben en boca, ojos, ingles, vientre, muslos, cuello... no se quejan. Nadie pide medidas de seguridad. ¡Es más, es que nadie (ni aficionados ni profesionales) se lo plantea! Lo único que exigen los toreros es que cada tarde de corrida haya un equipo médico cualificado e instrumental necesario para este tipo de heridas. Y nada más. Es lo que hay y punto. Por eso pienso a veces que si se acaban las corridas con sangre, se acabó el vestido de luces y la liturgia que lo envuelve. En la película El Patriota hay una conversación entre Benjamin Martin y el general francés: Benjamin le halaga que vaya tan impecablemente preparado para la batalla a lo que el francés, con mucha elegancia, responde: "si muero, que sea bien vestido". Pues esto es igual. ¿De qué sirve lucir el oro, la plata o el azabache para hacer de un rito ancestral una pantomima moderna? Los colores, los bordados, la música, la liturgia... todo tiene un simbolismo. Si eso acaba, no tendrían sentido. La montera, la castañeta (coleta), los capotes de paseo, espadas etc acabarían todas esas joyas artesanales en un museo o en el baúl de los recuerdos y los toreros deberían (en mi opinión) ir como los jugadores de fútbol americano: protegidos hasta los dientes. El resumen es que si al toro no se le puede tocar, al torero tampoco. En caso de percance, que los seguiría habiendo, evidentemente, el que tiene las de perder es él. Una simple coz o un cabezazo pueden al torero, desde abrirle una brecha, romperle un hueso o hasta mandarle a una silla de ruedas.

Siempre se ha dicho que el toro es el único animal en la tierra que puede ganar el perdón. Y es cierto. Ningún otro animal goza de tal enorme privilegio. El objetivo de ello es que el animal indultado pase a sus hijos aquellos caracteres de morfología y comportamiento por los que se ganó la vida. Si la corridas son sin muerte, ni que decir tiene que el indulto perdería su esencia. 

Muchos dirán que en Portugal no se mata al animal. No es cierto. El toro muere, pero en la oscuridad del matadero. Tras acabar la faena el toro vuelve al corral y en ocasiones espera varias horas hasta ser trasladado a un matadero. Y por ende es más sufrimiento. Se le priva de morir en el ruedo, y por ende, de poder matar a su rival. Para mí, lo más injusto para el toro y para el ganadero: que es negar al criador ver la reacción del público mientras las mulillas arrastran al animal. La ovación o una clamorosa vuelta al ruedo tras un bravo comportamiento. Y por supuesto en Portugal los indultos carecen de sentido. Portugal es un quiero y no puedo en la tauromaquia. ¿De qué sirve torear en Portugal si no se puede matar al toro? Como no se mata no hay orejas, y en vez de este premio un torero da vueltas al ruedo. Si un torero da dos o más vueltas, podrá salir a hombros. En el resto de países cuando un torero hace una gran faena y la marra con la espada sí que da una vuelta al ruedo. Ese el sentido de una vuelta. En nuestro país vecino no.  Repito lo antes explicado, si dos toreros hacen en Lisboa dos faenas extraordinarias triunfarán y saldrán a hombros. Pero... ¿qué sentido tiene premiar algo que no ha sido culminado? Lo veo incoherente. Por eso se llama suerte suprema. Porque es el culmen, es el fin de una lidia. Grandes figuras españolas fueron contratadas para aquellos espectáculos en California pero poco a poco fueron rechazando la contratación porque vieron que era abursdo. Aunque, gracias a Dios, la situación del toreo en nuestro país vecino y aquel estado americano no es la misma, sigo sin terminar de comprender de por qué los toreros van a Portugal si no pueden ejercer su profesión en pleno. Sería como el fútbol sin goles. Si no hubiese goles, Cristiano no sería nadie. 

Así que si un torero hace una gran faena pero no la culmina con una certera estocada, todo se queda en agua de borrajas. Otro apunte. Si no se puede matar a un animal, ¿qué sentido tiene enfrentarse a él? ¿Cuántos toreros a lo largo de la historia han tenido que pechar con un animal que en de propinar faenas gloriosas han propinado quebraderos de cabeza y miedos innecesarios? A los neófitos, busquen crónicas o vídeos de dos ejemplos rápidos en "gúguel": Cazarrata y Sánchez Vara en 2016 o la corrida de 2014 de Victorino Martín. Dos tardes en los que se pasó miedo en la plaza de Madrid. Dos ejemplos de tardes en los que el terror flotaba en el ambiente. ¿Para qué va a jugarse la vida un torero si no puede matar al animal? Según eso, ¿Qué habrían hecho Sánchez Vara o los tres toreros que se enfrentaron a esa terrorífica corrida de Victorino en San Isidro 2014? Si un torero ve que un mínimo lucimiento es completamente imposible y hay un porcentaje altísimo de acabar en la enfermería, en cuanto termina el tercio de banderillas diría al presidente: no lo toreo. Si no lo puede matar.... ¿para qué se le pica? ¿Para qué se le banderillea? ¿Para qué se han jugado la vida picadores y banderilleros si al final el matador no quiere jugarse la vida (y con razón) delante de esa alimaña? 

Y por último. Si no hay muerte (en el ruedo como en Portugal), ésta seguirá teniendo lugar en un lúgubre matadero. Pero... ¿si un día la administración lo prohíbe? Si ya no se puede matar a un animal ni en un matadero, ¿Llegarían a obligar a un ganadero que recuperar su toro tras el festejo y seguir cuidándolo en la finca hasta que muera de viejo? El toro es un producto caduco y tras ser toreado, no tiene más mercado. Un ganadero tiene unos cuantos toros para cubrir un determinado número de festejos, así que si no hubiesen corridas no tendría sentido criar este animal. La cría del toro de lidia no es como quien tiene una granja de pollos que abastece de carne a todo aquel que la compra. La cría del toro bravo es una filosofía y una cultura. Para un granjero, un pollo es un producto económico y nada más. Un toro de lidia requiere atención diaria, desde que nace hasta que muere en la plaza. Cinco años de cuidados exquisitos. Y cinco años de una inmensa inversión económica. Los pocos toros que tiene un ganadero difícilmente cubren gastos. Criar esos pocos toros no sería mínimamente rentable si no hubiese festejos o mercado al que vender la carne. ¿Acabaría siendo el toro un producto gastronómico de auténtico lujo como si de caviar u otro alimento se tratase? No sé qué opinarían los ganaderos.

La Fiesta ha sobrevivido a reyes y a papas, pero ahora es diferente. Aunque el futuro que se avecina sea más negro que el carbón y la cosa pinta muy difícil, toca apretarse los machos y salir a torear. Aficionados y profesionales tienen que luchar por ello. Es crucial. Las nuevas corrientes e ideas son absolutamente implacables. Hemos pasado de una mentalidad en la que el aborto era absolutamente impensable a una legislación que te multará si talas un árbol o simplemente recoges las piñas que caen en tu jardín para la chimenea. Importa más la vida de una encina que la de un hombre. La ecología, la sostenibilidad... Han sido llevados a lo más extremo. Y los gobiernos llevan la voz cantante. Medidas ilógicas e insostenibles han sido tomadas con el fin de imponer una ideología en vez de tratar el problema de un modo sensato y razonable. Un festejo taurino es lo que es. Ni se puede maquillar, ni se puede cambiar. Por todo lo expuesto en los párrafos anteriores y por mucho más. Podrá evolucionar de muchas formas (música, vestidos, marketing, organización, reglamento...), pero el rito, lo que es en sí el transcurso de un festejo, es absolutamente intocable. El día que esto cambie, que conmigo no cuenten. Me bajaré del carro y me buscaré otra afición en la que gastar el tiempo y el dinero. Lo tengo clarísimo.