viernes, 28 de mayo de 2021

Rojo y oro.

Me apetece volver a escribir sobre nuestra bandera. Porque está de aniversario. Hoy no es un día cualquiera: lleva dos siglos ondeando por mares y tierras del mundo entero. Si en octubre conté unos breves apuntes de como nace la bandera tal cual la conocemos y años después Isabel II la instauró como bandera nacional, en esta entrada resumiré sobre cómo diferentes pendones, estandartes y banderas han representado a nuestra nación a lo largo de los siglos.  

Para ello, nos remontaremos hasta finales del XV con la unión de Castilla y Aragón gracias a Isabel y a Fernando. En un solo estandarte se unificaron las diferentes banderas de la época. Se ven los reinos de Castilla, León, Aragón y Sicilia. Estuvo vigente hasta 1506.




Posteriormente tras el enlace de Juana La Loca y Felipe el Hermoso, la bandera consistió en una cruz de Borgoña de color rojo sobre fondo blanco, símbolo habitual en la casa de Austria. También conocida como aspa de San Andrés. Fue famosa por ser la bandera de nuestros Tercios durante las guerras en Flandes y temida por nuestros enemigos. 



 

La casa de Austria deja paso a los Borbones y Felipe V fue el primer monarca de esta dinastía. A partir de entonces la bandera era el escudo real sobre fondo blanco. El escudo de Felipe V (1700-1759) incorpora las flores de lis de la casa francesa con la bordura en gules (rojo), sigue utilizando el Toisón de Oro y añade la Orden del Espíritu Santo en forma de collar. Carlos III (1759-1788) añade las armas de los Ducados de Parma y Toscana y sustituye la Orden del Espíritu Santo por la que lleva su propio nombre.



 

Llegaron unos tiempos muy revueltos y el océano se convirtió en campo de batalla. Debido a que distintas naciones europeas gobernadas por Borbones lucían en sus buques el emblema real sobre fondo blanco eran frecuentes los ataques accidentales ya que no se sabía con certeza a qué país pertenecía dicha navío. Carlos III puso fin a esos errores cambiando la bandera y nació la Rojigualda el 28 de mayo de 1785. Así y de este modo, la elección de unos colores tan vivos es que, sencillamente, podían ser identificados con absoluta claridad en alta mar. En ella se ven las armas de Castilla y de León bajo la corona real. La bandera era usada básicamente por el Ejército. Un poquito más tarde, durante la guerra de Independencia, es cuando el uso de nuestra bandera comienza a extenderse al pueblo. 




Duró un suspiro la primera República (1873-1874). El único cambio que sufrió la bandera fue la retirada de la corona. La recuperó tras ese periodo y hasta 1931.




Segunda República y Guerra Civil (1931-1939).

Utilizada por el Gobierno republicano y durante la guerra por el ejército popular. Se cambia la franja inferior por una de color morado, en recuerdo al pendón de Castilla enarbolado por los que se sublevaron contra Carlos I. También cambia el escudo, modificado para añadir los reinos de Navarra, Aragón y Granada, y se cambió la corona original por un castillo. También se pusieron dos pilares con el lema ‘Plus Ultra’. El bando nacional siguió portando la Rojigualda pero lisa, sin escudo o emblema alguno. 



Con la victoria del general Franco, se instaura de nuevo la Rojigualda, vuelve el color rojo y lo más significativo es su escudo: el águila de San Juan, el yugo y las flechas en recuerdo a los Reyes Católicos, el mar Mediterráneo bajo cada columna y el lema "Una, grande y libre". Vuelven a añadirse encima de cada pilar la corona imperial y la corona real. Fue levemente modificada sin grandes cambios en 1945. 



Volvió a ser modificada: Bandera utilizada entre el 11 de octubre de 1977 y el 5 de octubre de 1981. Salvo el diseño que apenas varía al igual que la anterior, se mantiene toda la heráldica. 

                             


Desde 1981 esta es la bandera oficial de España. Se prescinde de yugo, flechas, águila y lema. Entre los cuatro cuarteles  se recuperan las flores de lis de la casa de Borbón y se mantiene "Plus Ultra". 






"Con dos gotas de sangre, y un rayo de sol
hizo Dios una bandera y se la dio a un español".


martes, 25 de mayo de 2021

San Isidrín (parte I).

Jueves 13 de mayo. Toros de El Pilar para López Simón (azul marino y oro), Álvaro Lorenzo (azul marino y oro) y Ginés Marín (fucsia y oro). 
Yo creo que una de los encierros más serios que se han lidiado estos días. En cambio fueron desiguales en el juego. El gran triunfador de la tarde y el primero de la feria fue Ginés. Disposición y ganas. Y una cabeza con las ideas frescas para solventar cualquier situación. Variado con el capote, capaz con la muleta y rotundo con la espada. Lorenzo apunta pero no dispara, veo que se queda estancado. Tiene capacidad pero se queda estancado. No pasa de buen torero. Y LP bregó con un enclasado primero pero estuvo acelerado y siempre encima del animal en vez de darle sitio para que éste fuera a su aire. En el cuarto sufrió un revolcón sin consecuencias y la faena no tuvo tintes de altos vuelos. Mató bien y recibió una ovación. 

Viernes 14. Toros de Juan Pedro Domecq para Enrique Ponce (grana y oro), Morante de la Puebla y Pablo Aguado (sangre de toro y oro).
Ponce, que decir de él que ya no se haya dicho. Me lo he tragado ya tres veces en apenas en un mes: En Madrid, Leganés y Carabanchel. No me llama. No me interesa. Vi sólo su primer toro. Ni fu ni fa. Completaron el cartel dos sevillanos que sí son de mi interés: José Antonio y Pablo. De Morante hay que decir que me encantaron su inspiradísima faena al segundo y el macheteo tan torero al manso quinto, un sobrero de la ganadería Daniel Ruiz. Pablo dejó retazos de toreo muy caro ante dos animales que duraron lo justo para que el sevillano dejase un buen sabor de boca antes del mano a mano del miércoles con Roca Rey. 



Sábado 15. Toros de Alcurrucén para El Juli (verde hoja y oro), José María Manzanares (sangre de toro y azabache) y Paco Ureña (corinto y oro). En el día grande de nuestra ciudad, el triunfador fue Julián. Si con la espada hubiese estado más atinado, habría sido tarde de cuatro orejas. Rotundidad del madrileño. Con un toreo más vertical y natural, estuvo cumbre. Una vez más demostró por qué es máxima figura. Manzanares se las vio con un lote muy exigente. Su segundo fue el toro más serio del encierro y que fue a más durante la lidia. Cerró cartel el torero de Lorca. Voluntad y muchas ganas del murciano pero no terminó de entender al noble tercero. Con el sexto no tuvo opciones debido a su mansedumbre. 

El domingo 16 fue un festejo de rejones: Toros de Fermín Bohórquez para Pablo Hermoso de Mendoza, Lea Vicens y Guillermo Hermoso de Mendoza. Un cartel que se ha impuesto y se repite feria tras feria. No acudí, pero el gran triunfador fue el hijo del veterano caballero estellés. Guillermo cortó dos orejas y abrió la puerta grande. En el aspecto negativo hay que mencionar la pésima imagen de la rejoneadora francesa ante un animal que se rompió el pitón al derrotar en un burladero y en vez de abreviar, siguió toreando. Y también mal por su parte al presidente por no devolver dicha res.

El lunes 17 se celebró la única novillada del serial. Utreros de El Freixo para Antonio Grande (grana y oro), Tomás Rufo (tabaco y oro)  y Manuel Perera (verde pistacho y oro). Felicito a Julián López "El Juli", propietario de esta ganadería. Merece el premio al encierro más completo de este San Isidrín. Embistieron todos. Clase, recorrido, humillación, fijeza... Seis novillos de alta nota. Varios merecieron la vuelta en el arrastre. El gran triunfador fue Tomás Rufo. El toledano demostró, ya no sólo estar más que capacitado para tomar la alternativa, sino también una personalidad y un sentido del toreo que no se ve con frecuencia en el escalafón de novilleros. Toreó a placer. Y nos hizo emocionar. Deslumbró el manchego con un toreo desmayado. Y el clasicismo por bandera. No le pierdan de vista.  Antonio Grande toreó, pero sin alma. No me convenció el salmantino. Se mascó la tragedia. El joven Manuel cayó herido de mucha gravedad. Este fue el escalofriante parte médico: "Durante el desarrollo del festejo y en el tercer novillo ha sido atendido en la enfermería el novillero Manuel Perera Matos, de 19 años de edad, que presenta una herida por asta de toro en fosa ilíaca izquierda con un trayecto ascendente y hacia afuera de unos 30 centímetros que desgarra musculatura de pared abdominal; otro trayecto hacia arriba y adentro que penetra en cavidad peritoneal con evisceración de asas intestinales y arrancamiento de epiplón alcanzando una extensión de 40 cm". Al final del festejo los aficionados allí congregados quisimos sacar a saludar al mayoral pero nadie respondió la ovación.




Martes 18: Toros de Fuente Ymbro para Finito de Córdoba (mercurio y azabache), El Fandi (obispo y oro) y Daniel Luque (grana y oro). Otro de los triunfadores de esta feria. Lleva el de Gerena una racha espléndida y con los toros de Ricardo Gallardo lo ratificó una vez más. Su primer toro fue un animal que sacó mucho genio y Daniel, a base de paciencia, consiguió meterlo en el canasto y sacarle muletazos de muchísimo mérito. Los naturales a este astado fueron sensacionales. Cortó dos orejas al sexto. Estuvo magistral con capote, muleta y espada. El toro se quedaba muy corto tras cada pase y a base de sobar y someter, se hizo con el "fuenteymbro". Fino y Fandi fueron silenciados. 

Fotos: Andrew Moore.



martes, 4 de mayo de 2021

Volver.

Ha sido largo. Han transcurrido muchos días; 537 para ser exactos. Es el tiempo que ha pasado entre el día del Pilar y la gravísima cornada que recibió Gonzalo Caballero en el festejo que supuso el fin de temporada en 2019 y la lluvia de orejas del pasado lunes dos de mayo. 

Volví a Las Ventas, a nuestra plaza. Volví a coger el Metro y al salir dirigí la mirada hacia ese arco de herradura que es la Puerta Grande. Volví a ver a mis amigos. Y volvimos a brindar porque ese día volvía a haber toros. Volvimos a subir por el torreón que da directamente a nuestra añorada grada. Y volvimos a sentarnos en esos escaños. 

Volvimos a aplaudir cuando rompió el paseíllo y los toreros dieron los 68 pasos necesarios para llegar hasta la presidencia, que en ese caso recayó en D. Jesús María Gómez Martín. Minuto de silencio, Himno Nacional... y volvió a asomar el esperado pañuelo blanco. Comenzó el festejo. ¡Por fin!



Abrió plaza Diego Ventura. El caballero hispano-luso hizo las delicias de los espectadores. Es Diego un torero que se debe al público. Y lo sabe. Volvió a hacerlo enloquecer. El toro que le tocó en suerte de la familia Capea fue noble tuvo tranco y buen galope. Adornos, quiebros imposibles en el último segundo, pares de banderillas sin el bocado... La plaza era un alboroto gracias a caballos como Lío, Nazarí y Guadalquivir. Acertó con el rejón de muerte y cortó dos orejas. 


Y hablando de volver... volvimos a ver a Florito. O mejor dicho, a sus bueyes. Enrique Ponce pechó con un toro de Juan Pedro Domecq, una de sus ganaderías predilectas, llamado Triguero que no se tenía en pie y fue devuelto. Salió Triguero II y evidentemente no podía ser menos que su hermano. Inválido y por lo tanto a corrales. Aquí empezó el jaleo. Sin explicación alguna, el festejo se empezó a demorar; autoridad y matadores hablaban en corrillos y había tumulto en la puerta de toriles. Se empezó a barruntar la idea de cómo se solventaba la situación pues Enrique necesitaba un tercer sobrero. Así que las dudas se despejaron en cuanto se vio el cartel anunciador del animal en cuestión: el toro que lidió el valenciano estaba preparado como sobrero para Diego en caso de que el titular fallase. Ponce fue silenciado. Aquella murubeña res tampoco fue un dechado de casta y emoción. Faena insulsa y larga, muy larga. Se empeñó el levantino en pegar pases si ton ni son. Don Jesús acabó dándole un aviso. 


Volvimos a ver a Julián. Y dictó cátedra. De por qué es máxima figura. Estuvo sembrado. Su toro de Garcigrande fue un carretón que metía la cabeza y humillaba. Y Juli, que se conoce mejor esa ganadería que su número de DNI, cuajó a placer aquel toro. Las verónicas fueron excelsas. Mecía las telas y embarcaba las embestida. Mandaba, templaba y ligaba. Fueron un ramillete de lances que pusieron la plaza en pie. Me gustó su quite después del no puyazo, porque en general se picó poco, y de nuevo, por verónicas. Lo mismo. Temple y cadencia. Hace mucho que no recuerdo unas verónicas tan mecidas como las que dio Julián López "El Juli" en este ruedo. Y acostumbrados a ver a aquel Julián doblado y descoyuntado, pegando profundos y largos muletazos, toreó erguido, natural sin descomponer la figura. No sé si fueron mejores los que dio con la zurda o con la derecha. Mando y dominio. La clase y fijeza del animal hicieron el resto. Cerró con unas toreras trincherillas y tras un gran espadazo, cortó las dos orejas. A mí no me hubiera importado que se diese la vuelta a Picante en el arrastre. Merecida ovación a aquel toro salmantino. 



Volvimos a ver a Manzanares. Y varios años después, pues el alicantino lleva un par de temporadas sin dejarse ver por la Villa y Corte. El toro que eligió de Toros de Cortés, el segundo hierro de la ganadería madrileña de Victoriano del Río dio mucho que hablar. De presentación era impecable. Un torazo. Para unos fue encastado y exigente, para otros un bravucón que daba cabezazos sin entrega ni nada. Después de pensar mucho y debatir con mis amigos, yo me decanto por esto último. Sea como fuere, Manzanares sudó la gota gorda. En mi opinión, no terminó de hacerse con esta res. Cortó una oreja gracias a una buena estocada.                                                                           


Volvimos a ver a Perera. Uno de los triunfadores del ciclo isidril de 2019 tras desorejar a Pijotero de Fuente Ymbro. Y en este día eligió de nuevo un toro de esta ganadería gaditana; de nombre Belicoso.  Emocionaron a los madrileños sus templadas chicuelinas y la lenta revolera con la que remató ese quite tras el no puyazo. Lo mejor fue el inicio de muleta. Acostumbrados los más avezados a esos péndulos que suelen dar Castella o Roca Rey y Perera entre ellos al inicio de la faena de muleta, Miguel Ángel rizó el rizo pues lo hizo de rodillas. El toro iba largo y con nobleza. No es el de Puebla del Prior un torero de mi predilección pero hay que decir que tiene un sentido del temple como pocos en el escalafón. Varias tandas muy despaciosas pero sin alma por ambos pitones dio el extremeño antes de pegar una estocada caída. Cortó otra oreja. 


Volvimos a ver a Ureña. Otro de los triunfadores junto a Perera de aquel ciclo de 2019 y que también salió a hombros. Era al que más ilusión me hacía ver. Pero no pudo ser. Eligió el de Lorca un toro de Vegahermosa llamado Rugidor. Sosaina el animal y Paco sin verlo claro, fue una lidia sin historia. No fue la tarde del murciano. Le seguimos esperando.                                                        


Cerró este largo festival un novillero. Y no diré volvimos porque debutaba en Madrid. Un chaval formado en la escuela taurina de la capital. Acaba de empezar su carrera. Pero yo sí quiero volver a verle. Se las vio con Canelo, un novillo de El Parralejo. Y estuvo en novillero, o sea, en actitud de querer luchar y llegar lejos en esta dura profesión. Es más, todos estos años viendo a los noveles en el caluroso verano madrileño, me atrevería a decir que después de Roca Rey en aquel deslumbrante debut en la plaza madrileña en 2015, a Isaac Fonseca en la final de escuelas en 2018 y a los toledanos Ignacio Olmos y Tomás Rufo en 2019, que además consiguió abrir la puerta grande, no recuerdo otros chicos con ese hambre y esas ganas de triunfo. Largas cambiadas de rodillas, quite por gaoneras, un revolcón, los bellos naturales llevando al toro hasta detrás de la cadera... Lo único, a mi juicio, que pecó el jovencisímo torerillo fue de agobiar al animal en vez de darle un poco más de espacio. Mató bien y cortó una oreja.


Volví a disfrutar de las cuadrillas. De varios buenos pares de banderillas que fueron los siguientes: Álvaro Montes en el tercero, Javier Ambel en el quinto, de Curro Vivas en el sexto y de Luis Miguel Ortega al séptimo.  Y de un gran puyazo: el de David Prados al último de la noche.


Y cómo no, volvieron los plastas, pelmazos, pesados... (llaménlos como quieran), buscando su segundo de gloria: los de "viva España", "viva Franco", "viva la Legión", "viva el Rey", "viva Ayuso", "viva mi alcalde", "viva Almeida",  "viva el vino", "viva Extremadura" mientras toreaba Perera... Pero volvimos, y eso es lo vital. La plaza de Madrid es plaza de temporada y es esencial que vuelvan los festejos, ya no por ganas del aficionado sino por necesidad de la tauromaquia. Que vuelvan las figuras, que toreen los modestos, que los que no tienen sitio en las ferias tengan una oportunidad de demostrar su valía, que lidien las  muchas ganaderías que pueblan nuestras dehesas. Nos guste o no hay normas que hay que cumplir, y este lunes se vio perfectamente en la plaza más grande de Europa, que la gente colabora y aguanta pacientemente las normas que se impongan. Porque poder dar toros, se puede. Otra cosa es que se quiera. Porque volver, volveremos. 


 (Fotos: el autor, Las Ventas y Luis Olmedo).