jueves, 15 de abril de 2021

Rincón, César del Toreo.

Se han cumplido tres décadas y hay que recordarlo. En la sección "Sucedió en Madrid", escribiré en esta ocasión sobre César Rincón. 

Nació nuestra protagonista en Bogotá, en el año 1965. Aprendió el oficio en las tientas de las diferentes ganaderías colombianas y vino poco después con su apoderado a la madre Patria a vivir a un hostal de la madrileña Gran Vía. Pasaba los días entrenando con los toreros de la capital en la Casa de Campo. Tras dar los primeros pasos como todo novillero, se doctoró en su ciudad natal en el año 82. Fue un cartel de lujo, pues toreó con Antoñete y José María Manzanares. Dos años más tarde se presentó en la Villa y Corte. En la plaza de Las Ventas toreó con "Manili" y con Pepe Luis Vargas. Las reses pertenecían a la ganadería de Leopoldo y Aurora Lamamié de Clairac. Su trayectoria fue discreta, hasta que llegó aquella tarde de noviembre de 1990 en la ciudad colombiana de Palmira. Sufrió una fuerte cornada en la que a punto estuvo de perder la vida. El pitón le arrancó la femoral. La operación se complicó y la hemorragia no cesaba, así que el equipo médico realizó varias transfusiones. Se recuperó y toreó en Madrid en abril del año siguiente. El cartel fue: toros de Celestino Cuadri para Enrique Ponce, Raúl Zorita y el bogotano. Joaquín Vidal le elogió en El País por el valor y la pureza de su tauromaquia. De esta forma, en la antesala de San Isidro, el colombiano llegaba a la gran cita concienciado para ello.

 Esta fue su primera tarde en aquel San Isidro: Toros de Don Baltasar Ibán y alternó con Curro Vázquez y ‘Armillita Chico’. 21 de mayo de 1991. Vistió de verde manzana y oro. Le cortó las dos orejas a Santanerito, sexto de la tarde. 

"César Rincón había iniciado su ascensión a los cielos cuando se echó la muleta a la izquierda y el toro, un serio, fiero, encastado toro, pretendió arrebatársela pegando una arrancada temible. En aquel momento crucial se estaba dilucidando una cuestión de soberanía: o mandaba el torero, o mandaba el toro. Y el torero, en un instante de inspiración que quizá vaya a cambiar el rumbo de su vida, decidió tirar del toro hasta el centro del redondel, citarle allí de nuevo, y llevarle sometido en una tanda de naturales, que pusieron la plaza boca abajo y el toreo en la cumbre. Entonces se le entregó el toro y el triunfo ya fue suyo para siempre jamás". Joaquín Vidal.  

Cuando arrastraron a su primer toro, el espada se lamentó: “Ha sido una faena de oreja, pero he pinchado y el trofeo se ha ido con el toro al desolladero”. Saludó una ovación. "Rincón sube a los cielos", tituló Vidal en El País. Crujió Madrid toreando al natural.

Tras aquel triunfo, esa misma noche recibió en el hotel una llamada de la empresa. El matador Fernando Lozano cayó herido días antes por un toro de Atanasio Fernández y necesitaba un sustituto. Rincón contestó que sí. Asi que veinticuatro horas después volvió a hacer el paseíllo en Las Ventas.

Veintidós de mayo: toros de la ganadería portuguesa de Murteira Grave para Ruiz Miguel, Juan Antonio Ruiz "Espartaco" y César Rincón. Vistió de rosa y oro. Le cortó las dos orejas a Alentejo, sexto de la tarde. Su trasteo a Alentejo fue un compendio de pureza, valor y torería. Rinconistas a tope, ese fue el titular de la crónica al día siguiente de Joaquín Vidal.

"...concertaba con el maravilloso sexto toro la recreación de las más hermosas suertes de la tauromaquia, y eran allí los cambios de mano en distintas versiones, los ayudados por alto o por bajo, las trincherillas juguetonas o los trincherazos profundos, desplegando toda la grandeza del toreo verdadero, para pasmo del público transeúnte y conmoción de los aficionados de toda la vida, alguno de los cuales, se desmayó". J. V. 

De nuevo puerta grande. La gloria. Cruzar ese umbral mudéjar a hombros y tras cortar dos orejas dos tardes consecutivas es algo que sueñan miles de toreros. La afición sólo pensaba en César. Un colombiano que llegó a la madre Patria y reventó el toreo en apenas cuarenta y ocho horas. Pero quedaba lo mejor. 

Extraordinaria corrida de Beneficencia. Cinco de junio. Toros de Samuel Flores para Ortega Cano y César Rincón. Volvió a vestir de rosa y oro. Cortó tres orejas. Un mano a mano inolvidable. Hubo varios piques en quites y ante el cuarto de la tarde, rugió Madrid viendo al colombiano torear al natural. Cerró la tarde plantando batalla ante un toro gazapón que le hizo cavilar. Le cortó la oreja. Aquí podéis leer lo que escribí sobre aquella maravillosa tarde. 

"Dos toreros cabales salieron a la palestra, desplegaron cuantos recursos técnicos y artísticos conoce la tauromaquia clásica y enviaron la otra a freír espárragos. No fue fácil, naturalmente, porque desplegar los recursos técnicos y artísticos de la tauromaquia clásica es difícil y comporta muy serios riesgos". Joaquín Vidal.    "Memorable". Así tituló su artículo en El País. 

                         

Tercera tarde y tercera puerta grande. Historia. La afición se enamora de un americano que ha llegado para ser el número uno. Rincón torea y convence. Demuestra que puede y además que tiene cuajo de figura. Llovían los contratos. El teléfono echaba humo. Acabó San Isidro y en verano dio varias vueltas a España y Francia. En septiembre, la empresa de Madrid, Toresma anunció los carteles de su feria de Otoño. Nuestro protagonista actuó la última tarde.  

Uno de octubre: Toros de la ganadería salmantina de Sepúlveda para José María Manzanares, César Rincón y la confirmación del pucelano David Luguillano.

"Rincón sorprende con el toreo de siempre, que consiste en cruzarse, bajar la mano, templar las embestidas, dejar el engaño en la cara, para ligar el pase siguiente con un soberbio juego de muñeca. Ese es el toreo, señores, el de toda la vida, adulterado por comodidad de nuestros toreros, aferrados al unipase al colocarse al filo del pitón de acá en la rutina de un quehacer monótono y estandarizado. César Rincón no ha inventado nada, pero cuenta con dos virtudes fundamentales: la de haber resucitado el toreo eterno y la hombría de dar la cara en Madrid sin miedo a devolver los éxitos anteriores" . Vicente Zabala en ABC.

Pues eso, ni adornos ni fuegos artificiales. Cortó una oreja a Cardíaco y otra a Ramillete, de João Moura y volvió a salir por la puerta grande. Torear, eso fue lo que hizo César aquellas cuatro tardes en la catedral del toreo. Se la jugó sin trampa ni cartón y a base de realizar el toreo más clásico y auténtico, a la par que bello, se consolidó como figurón del toreo. Cuarta tarde y cuarta salida a hombros. Leyenda. 

 Al año siguiente recayó de aquel cornadón en Palmira y le detectaron una hepatitis C debido a aquellas transfusiones. En contra de la opinión médica y pasando un calvario, César continuó toreando porque su deseo era consolidar lo conseguido en 1991 y no perder fuelle en el escalafón. Durante esa década se mantuvo en lo alto  defendiendo su estatus de máxima figura. Ortega Cano, Joselito, Ponce, "Litri", "Espartaco", Curro Vázquez, Ojeda, Manzanares, José Tomás, "Jesulín"... Se batió con todos. Toreó todos los encastes.

En junio de 1994, se las vio con Bastonito, de Baltasar Ibán. De nuevo, César volvió a enfrentarse a esta ganadería cuyos toros pastan entre El Escorial y el Valle de Los Caídos. Como podemos comprobar, la carrera de César ha estado ligada a este hierro madrileño. Actuó con Juan Mora y Emilio Muñoz. Su vestido fue blanco y oro. César estuvo épico, combativo, valiente, dispuesto, gallardo y el toro fue encastado, exigente, bravo, fiero. Quizá otro torero habría tomado las de Villadiego y hubiera pegado un sainete pero César plantó batalla como los numantinos ante los romanos. Hasta el último aliento. Oreja ganada a sangre y fuego. El toro fue premiado con la vuelta al ruedo. Aquel 7 de junio se convirtió en un capítulo de oro en la historia de la plaza de Madrid. 

"El toro de casta necesitaba, naturalmente, un torero en plaza, y lo hubo en la corrida ferial. Fue César Rincón, que le presentó pelea con el ardor y la entrega propios de un novillero principiante". Esta fue la crónica de Joaquín Vidal al día siguiente. 



El 30 mayo de 1995 y vestido de verde oliva y oro, volvió a salir a hombros en pleno San Isidro tras desorejar a Emplazado, un toro de Astolfi. Toreó con Emilio Muñoz y Manolo Sánchez. Aquí podéis leer la crónica de Joaquín Vidal. Quinta puerta grande.

"Con el público ya volcado y mascándose el triunfo, César Rincón se recreció; desafió al encastado toro de Astolfi; prolongó la faena; no llegaba el aviso, que ya correspondía; se llevó el toro al tercio mediante ayudados por bajo muy toreros. Y, al cobrar una excelente estocada, el mundo se iba a venir abajo: ovaciones estruendosas, miles de pañuelos convirtiendo en una nube blanca el graderío, las dos orejas, la puerta grande abierta de par en par..."   J.V. 

 A finales de los noventa, tras arrastrar todos esos años aquella enfermedad, no pudo más. Se retiró en 1999 y tras varias temporadas en blanco para recuperarse, anunció su vuelta en 2002. En 2005 cruzó vestido de celeste y oro por última vez la puerta grande de Madrid. Diez años después, Rincón, de nuevo, fue proclamado César por sexta vez. Aquel 17 de mayo de 2005 cortó una oreja a cada uno de sus toros, que en esa ocasión pertenecían a la ganadería de Alcurrucén. 

"Con verónicas apasionadas recibió al cuarto, un toro más parado que se encontró con un torero pleno de madurez que lo enseñó a embestir. Valentísimo en todo momento consiguió encelarlo en la muleta y dibujar redondos de auténtica calidad; especialmente una tanda templadísima, profunda y ligada en la que los derechazos conmocionaron a la plaza. A menos, otra vez, por el lado izquierdo, citó a matar recibiendo y pinchó, pero la oreja fue justamente a sus manos porque había protagonizado una tarde de toreo solemne. Salió por la puerta grande con todo merecimiento, reverdeciendo los laureles de sus mejores tardes en esta plaza". Antonio Lorca en El País.



Toreó junto a "El Cid" para confirmar la alternativa al salmantino Eduardo Gallo. "Cid" estuvo histórico. Su toreo al natural fue colosal. No lo olvidan aquellos que lo presenciaron. De no haber fallado Manuel con la espada, habría compartido con el colombiano la gloria de la puerta grande.

Su carrera daba los últimos coletazos. Su despedida de Sevilla, el 24 de abril de 2007, también fue inolvidable. Le cortó las dos orejas a Ventisco, un toro de Torrestrella. Unas semanas más tarde se despidió de "su Madrid".  Ante aquella afición que tanto le había dado. El 9 de junio toreó con Morante de la Puebla y César Jiménez. Los toros lucieron hierro y cintas de la ganadería de El Pilar. Vistió de pizarra y oro. Una tarde sin historia. Yo estuve. Recuerdo que fue un día soso y anodino. 
Cerró su trayectoria toreando esas Navidades en las principales plazas americanas y en febrero de 2008, en el inmenso embudo de Insurgentes, en la capital azteca, trenzó su último paseíllo. 

Se fue un torerazo. Un maestro que en los años 90 puso la autenticidad y el clasicismo al servicio de la emoción. Una de sus mayores bazas fue el de la distancia. Cuando poco a poco se ha ido imponiendo la moda de las cercanías y agobiar al toro, Rincón citaba de lejos, cargaba la suerte y toreaba con verdad. Eso fue lo que enamoró a los aficionados, lo que hizo vibrar al público tarde tras tarde.  Y no sólo el de Madrid sino también a los franceses, mejicanos, peruanos... Siempre quedará en la memoria aquel 1991: cuatro tardes y cuatro salidas a hombros consecutivas. Y en la cátedra. Inigualable. Imbatible. Han pasado treinta años. Se fue Rincón. Se fue un César del toreo. 






viernes, 9 de abril de 2021

Toros en el confinamiento (IV).

 Madrid. Corrida de Beneficencia. Toros de distintas ganaderías para Franciso Rivera " Paquirri " en solitario. 18 de junio de 1980.


Otra de las muchas encerronas que se han realizado en la plaza de Madrid. Este bravo torero andaluz eligió para la tradicional Beneficencia organizada por la Excma Diputación los siguientes toros: Imperdible (Juan Pedro Domecq), Caratuerta (Atanasio Fernández), Gravero (Pablo Romero), Garcito (Samuel Flores), Carricero (D. José Matías Bernardos) y Voluntario (Viuda de Garrido). Como comprobaremos, veremos variedad de encastes y ganaderías... Igual que hoy día. Aquel día vistió de marino y oro.

Ante el primero toreó por unas elegantes verónicas a pies juntos cerrando la serie con la revolera. Quitó por chicuelinas de mano alta cerrando la serie también con la revolera. El toro no era un deje de virtudes y Paco estuvo decoroso. Las tandas de más fuste fueron con la mano diestra. Mató bien y escuchó la primera ovación de la tarde.

El toro de Atanasio fue muy protestado por la afición que lo quería devolver. No ocurrió tal cosa y ante semejante animal, Paquirri abrevió.

Con el PR se puso de rodillas pegando dos largas cambiadas en el tercio. Unas decorosas chicuelinas, unos pares de banderillas que fueron protestados por algunas andanadas (cuando el 7 no existía) y unas tandas breves con ambas manos fueron lo momentos más notables. División de opiniones.

Los mejores momentos llegaron en la segunda parte. El Samuel que hizo cuarto permitió al gaditano crujir Madrid toreando por unas templadísimas verónicas ganado terreno y saliendo hacia los medios. Peleó bien Garcito en el caballo y se animó Paquirri a banderillear. A toro pasado escuchando palmas de tango que se oían desde la andanada del 8. La faena de muleta comenzó con la mano diestra para torear por bajo mediante unos doblones. Varias tandas por ambos pitones fueron ovacionadas pero el momento más álgido llegó con unos derechazos que hicieron vibrar Madrid. Buscaba la colocación y no quedarse fuera de cacho. Se encaró con dicha andanada haciendo al público volverse contra ellos.
A esos derechazos siguieron unos naturales a pies juntos que sí hicieron crujir Las Ventas. Mató de una gran estocada al tercer intento en el centro del anillo y cortó la primera oreja de la tarde. El toro fue premiado con la vuelta al ruedo.

Bajó el festejo a partir de ese buen Garcito, en los dos últimos toros no hubo nada que destacar. Un buen puyazo de Manuel Cid Casimiro al quinto, la buena pelea en el peto del sexto y el gran puyazo que recibió.

Bilbao. Toros de Victorino Martín para Emilio Muñoz, Víctor Mendes y Emilio Oliva. 22 de agosto de 1991.

Interesante cartel que se unió un día gris en tierras vascas. Dos Emilios acompañaron a Víctor para lidiar los toros de la A coronada. Aquella lluviosa tarde trenzaron el paseíllo Emilio Muñoz (marino y oro), el portugués de Vilafranca de Xira, Víctor Mendes (corinto y oro) y Emilio Oliva (rosa y oro). Los toros se llamaron Basilero, Escribiente, Portero, Pobretón, Minerito y Escudero.

El primer toro del trianero (azul marino y oro) propició una correcta pelea en varas. Antes le había recetado el sevillano unas decorosas verónicas. El toro se fue complicando a medida que avanzaba la lidia. El inicio consistió en unos elegantes doblones con la pierna flexionada y la mano en la cintura. El toro empezó a probar, a gazapear y a medir. Se fue a por el acero y concluyó el primer acto. Leves pitos. El cuarto fue aplaudido de salida gracias a su bella estampa. El toro humillaba y cumplió en el caballo. Con las banderillas, el subalterno Gregorio Cruz Vélez estuvo sembrado. En los primeros lances de tanteo el público empezó a protestar. Fue sacando agua de un poco vacío. El toro se quedaba cortísimo y no pasaba más allá de donde acababa el pase. Cimentó las primeras series con la mano diestra y con la izquierda relucieron algunos naturales de muchos quilates. Cerró por bajo y tras  un fallo con la espada, mató a la segunda y escuchó división de opiniones. El toro fue aplaudido en el arrastre.

El portugués lució un bonito corinto y oro. Su primer toro era muy alto de cruz. Bilbao aplaudió a Víctor gracias a unas verónicas ganando terreno y cargando la suerte. Durante el tercio de varas galleó por chicuelinas y ejecutó la suerte de la navarra. Este toro realizó una justa pelea en el caballo.
Se lució el luso en tres pares de banderillas. El trasteo con la muleta fue de poder. El toro por el derecho no quería saber nada y por izquierdo tampoco facilitó la lidia. Faena de constancia y tesón. Ovación al torero y palmas al "victorino" en el arrastre. El quinto superó los 600 kg. También voló con soltura el capote saliendo a los medios para ganar espacio al toro. Otro cumplidor albaserrada en el peto. Este toro cumplió los cánones de aquellos míticos victorinos: se quedaba corto buscando al torero revolviéndose como un tejón tras cada lance. En un momento de la faena, un espectador recriminó al torero que usase la mano izquierda pero, demostrando instantes antes que por ese pitón no había mucho que hacer, satisfizo los deseos de aquel aficionado y el toro arreó. Mató en la suerte contraria y dio una merecida vuelta al ruedo. Palmas al toro en el arrastre.

El chiclanero llegó a esta ciudad luciendo un rosa y oro. Sustituía a Fernando Cámara. También manejó con lucidez la capa ante el tercero pero en una de esas buenas verónicas, el toro le desarmó. Faena de combate al son de los acordes del solemne pasodoble "Agüero". Encastado el victorino, exigió mucho al andaluz y éste respondió gallardamente. El fallo con la espada silenció la labor.
Cuando la tarde llegaba a su fin, El Paleto de Galapagar tenía un as en la manga: Se llamaba Escudero. Este animal que cerró la tarde tuvo casta, emoción, fijeza, prontitud... Su lidiador estuvo a la altura. Las verónicas mas cadenciosas de la tarde las dio Oliva en el centro del platillo. Unas  chicuelinas fueron muy aplaudidas. No perdió el tiempo y se puso directamente a torear en redondo por el pitón derecho. Después llegó lo bueno: unos naturales que fueron muy profundos, puros y templados. No fueron demasiados pero sí los suficientes para poner en pie Bilbao. Se pasó la franela a la mano derecha y el toro acusó el comportamiento de su sangre. Volvió a coger la zurda y dio distancia para no agobiar al animal. Lo toreó a pies juntos, de frente y a cámara lenta... La espada se llevó una justa oreja. Agradeció el cariño de Bilbao dando otra vuelta al ruedo.

Madrid. Toros de distintas ganaderías para Curro Vázquez. 30 de septiembre de 1994.

Se retiraba Manuel Antonio Vázquez Ruano, Curro Vázquez en los carteles. Nacido en Linares (Jaén) en mayo de 1952 y tomó la alternativa en octubre del 69 en Carabanchel. Siempre quedarán en el recuerdo aquel día en Almería, Logroño y por supuesto muchas tardes en Las Ventas: la del toro de Victorino, otro trasteo bajo una intensa lluvia... Un total de dos puertas grandes en Madrid luce su historial: en el 82 y en el 89. De tabaco y oro apareció cuando el presidente ordenó comenzar el paseíllo y así cruz por último vez el ruedo de esa plaza que tanto le quería. Saludó una cerrada ovación al acabar el mismo.

Los toros fueron por este orden: Gavioto de Arauz de Robles (encaste Arauz de Robles), Madroño de Torrealta (Domecq), hubo dos Galleros de Mercedes Pérez Tabernero (Domecq) 3º y 5º, Cantinisto de Los Bayones (Atanasio) y Desertor de João Moura (Murube). 

La tarde fue un compendio de su toreo. Lástima de un desfile de mansos que aguó la ilusión de Curro de irse por última vez a hombros de los madrileños. Con el capote anduvo templado y muy clásico. Con la muleta firmó destellos inmensos de torería: la pureza de sus naturales, la hondura de sus derechazos, los ayudados, los trincherazos... Y poco más. Tras cinco lustros toreando, se despidió Curro. Torero de Madrid.
Saludó en banderillas Faustino Barragán "Gitanillo Rubio" en el tercero de la tarde .

Valencia. Toros de Jandilla para Curro Romero, "Espartaco" y Manuel Caballero. 18 de marzo de 1999.

La generosidad de Valencia es por todos los aficionados conocida. Es una plaza que no tiene el más mínimo reparo en dar orejas por doquier o en indultar toros que no merezcan tal honor. Y así ocurrió aquel 18 de marzo de 1999. Torearon Curro Romero (vainilla y oro), Juan Antonio Ruiz "Espartaco" (botella y oro) y Manuel Caballero (blanco y plata). Saludaron una ovación al romper el paseíllo excepto Curro ya que según él mismo, prefería agradecerla tras una buena faena y no así por así.
Los toros se llamaron Leñador, Hostelero, Mochuelo, Gritador, Herrero y Encubridor. Pertenecían al hierro de Jandilla. Petardo ganadero de D. Borja, flojos y de nulo juego salvo el decente tercero.

Curro mostró su cara más aguerrida, más enrazada. Su primero salió con muchos pies y el Faraón, escaso de facultades supo manejar con gracia su capote para llevar las embestidas de Leñador. En el tercio de varas regaló a los valencianos tres verónicas y una media que fueron de ensueño. De las que amortizan una entrada. En banderillas se lució "Alcalareño". Un toro soso y blando que iba decayendo a medida que avanzaba la lidia. Surgieron chispazos "made un Curro: varios derechazos, unos trincherazos muy toreros... Curro estaba con la misma ilusión que la de un torero que tiene que salir a por todas. Se cruzaba, buscaba siempre estar colocado... Estaba entregado. No mató bien pero aún así cortó una oreja. En el tercero, durante el tercio de quites regaló unas pinceladas más: cuatro y la media. La plaza se puso en pie. En el cuarto, mostró las mismas ganas, pues en el burladero, esperando a que saliese el animal, se le veían esas ganas de comerse el mundo. Incluso cuando salió el Jandilla, Curro se pegó un trotecillo para recibir con el capote a aquel animal. Fue éste un toro absolutamente reservón ( fue duramente castigado en varas), así que hizo lo que cualquier buen torero habría hecho en esta situación: macheteo, pasarlo un par de veces y a matar. Valencia le pitó. ¿Querría ver al camero perder el tiempo sin poder lucirse como hacen todos los matadores hoy día alargando las faenas aún sabiendo que nada se podrá hacer? Incomprensible. Con la espada estuvo mal y le pitaron con razón. Pero las protestas anteriores no tuvieron fundamento.

Dejaré a Juan para el último lugar. No sólo Curro estuvo bien pues Manuel también manejó con temple y suavidad la capa. En sus dos toros meció el capote suavemente. Se animó a quitar al quinto y tras pegar dos bellas chicuelinas, el toro le arrolló haciendo girar su cuerpo trescientos sesenta grados. Se levantó como si nada. En banderillas se lucieron José Antonio Carretero y Juan Pedro Alcantud en el tercero y Gonzalo González en el sexto. Su faena a Mochuelo fue la más decorosa y completa. Enjarretó varias tandas de mano baja templando siempre las embestidas. Este toro iba y venía sin molestar así que lo toreó a placer. Falló con la espada y perdió la oreja. El toro fue aplaudido en el arrastre. Cerró la tarde matando de una buena estocada tras una nula faena a otro blandito animal al que poco pudo hacer.

Aquí llegó el regalo. Espartaco toreó elegantemente por verónicas al segundo y dedicó a Vicente Ruiz "El Soro" un emotivo brindis. Un toro que no se entregó, iba con la cara alta, cabeceaba... lo puso complicado. Juan se mostró firme pero sin recursos lidiadores y aprovechando cualquier decoroso viaje del animal para pegar un muletazo. Abrevió y cortó una ridícula oreja. Al quinto lo bregó con solvencia Espartaco Chico y lo banderilleó con gracia Juan Currín. Otra paupérrima oreja tras una faena larga y aburrida. Se esforzó ante otro toro con poco contenido al que pegó innumerables pases. Mató mal y necesitó varios descabellos. Debió gustar porque le premiaron con la oreja y a hombros salió por la calle Játiva.

Ciudad de Méjico. Toros de Los Ébanos para Rodolfo Rodríguez "El Pana" y Morante de la Puebla. 6 de enero de 2008.

Volvía José Antonio a los ruedos. Tras la encerrona en Madrid en San Isidro y una tarde en Granada, saltó la noticia que afirmaba que el sevillano dejaba en verano de torear. Fue por poco tiempo y ese invierno volvía el de la Puebla a ponerse el chispeante. Lo hizo el día de Reyes como regalo al morantismo.
Aquel día quiso que le acompañara un torero hasta entonces poco conocido por los españoles pero que a partir de ese fecha salió del anonimato debido a su personal y genial concepto de entender, no sólo el toreo, sino también la vida: el irrepetible "El Pana" (QEPD).   De oliva y azabache vistió el azteca y de negro e hilo blanco el torero patrio. Los toros se llamaron Maelito, Canto, Fabiruchis, Miguelito, Consejero y Lumbrerito. Nada que destacar en el juego del ganado.
El festejo comenzó con un paseíllo en el que mejicano en vez de lucir un capote de paseo llevaba una jarapa tradicional de su tierra y convidó a su compañero a un buen habano para cruzar el ruedo. No tenían prisa. Esos andares vagos y reposados de Pana hicieron que el paseíllo durase más de lo habitual.

La tarde de Rodolfo se puede resumir en que nada ocurrió en el primero. El tercero se le fue vivo. Es este torero uno de los que más animales se le han ido en esta plaza. Fue un animal soso y nobletón al que "El Pana" toreó con su estilo único: la fantasía de su capote y con la muleta, unas series de mano bajísima. Unos derechazos casi desmayados. Los tres detallitos que firmó hicieron que la porra del alcohol se pusiera en pie. Rugía el embudo de Insurgentes. Y cayó herido en el quinto. Tras interpretar el "par de Calafia" con las banderillas se dio una vuelta al ruedo por su cuenta. En el último tercio bajaron la musas y toreó arrebatadamente. La plaza estaba absolutamente entregada. Tras varios avisos, el toro le hundió el pitón en la pierna derecha y se lo llevaron a la enfermería.

Si Rodolfo fue la inspiración y la genialidad, Morante fue el poderío y el temple. Ante el segundo nada hizo y cortó una oreja a cada uno de los toros restantes. Al cuarto lo toreó por unas preciosas verónicas y obró un faenón con la muleta. Un toro soso y desrazado al que Morante metió en la canasta. Lo mató de un gran espadazo. Con el sexto fue un trasteo de paciencia y tesón. A base de insistir consiguió sacar varias tandas de muletazos que remataba con un pase de la firma, una trinchera, molinetes, un cambio de mano... o sea, "Made by Morante". Mató de una estocada honda y salió a hombros.

Bilbao. Toros de diferentes ganaderías para Iván Fandiño en solitario. 12 de junio de 2012.

Única tarde en solitario de Iván Fandiño en la plaza de su tierra. Duro examen pues la plaza de Bilbao es uno de los puertos importantes de la temporada por la exigencia de su palco y por la seriedad del toro que allí se lidia. Se conmemoraba el 50º aniversario de aquella plaza. Vistió de azul rey y oro y donó sus honorarios a la Casa de Misericordia. Los sobresalientes fueron Álvaro de la Calle y Víctor Manuel Blázquez. Fue un corrida concurso de ganaderías.

El primer toro se llamó Lumbrero y pertenecía al hierro de La Quinta (encaste Santa Coloma). Un toro muy astifino y bien presentado. Peleó en varas y el torero de Orduña cuajó un primer trasteo basado en la mano derecha. Fue un toro noble y gazapón que requería sitio. Con la mano zurda no se terminó de asentar el espada vasco. Tiró de oficio y técnica para sobreponerse a este animal. Falló con la espada y saludó una ovación. 

Ciclón fue el segundo de la tarde. El toro era una lámina. Precioso aquel toro de Pablo Romero. Interesante también la pelea de esta res en el primer tercio. Fijeza y prontitud en los tres puyazos que recibió. A medida que avanzaba la faena de muleta fue a menos su comportamiento y creciendo en dificultades. Fandiño abrevió y fue silenciado. 

El tercero fue  Minador que pertenecía al hierro de Victorino Martín (encaste Albaserrada). Un toro muy interesante pues aunque nada importante sucedió en los primeros tercios, Iván cogió la muleta y se fue al centro del ruedo para torearlo directamente al natural sin antes probarlo. De no haber fallado con el acero habría cortado una oreja de no ser por el palco. La faena tuvo emoción pues el Victorino humillaba y se iba largo. Los instantes más profundos surgieron con la mano diestra. Por este pitón pegó Iván varias tandas de derechazos de bella factura. Había que estar muy espabilado porque el toro iba aprendiendo. Con la mano izquierda bajó la calidad de la faena y en uno de los compases de la lidia arrolló al torero sin consecuencias. Cerró la obra con unos torerísimos ayudados por bajo. 

Pocosueño fue el que hizo cuarto. Este toro de Torrestrella fue bravo y empujó en el peto. Quitó por chicuelinas nuestro protagonista y empezó la faena de muleta con un pase cambiado desde el centro del anillo. El toro fue a menos, tuvo genio y Fandiño solventó rápidamente para acabar con un animal muy brutote.

Avanzaba la tarde e Iván no presentaba síntomas de cansancio. El quinto se llamó Gladiador y llevaba el hierro de Torrealta (encaste Domecq). Lo recibió con unas verónicas preciosas pero fue devuelto en banderillas. Salió un sobrero de El Cortijillo (encaste Núñez) de nombre Alcachofo. Abanto y huído de salida fue poco a poco el vizcaíno metiéndolo en la canasta. Antes de matar con una gran estocada, consiguió hacerse con el animal en un toreo despacioso con la mano derecha. Solventó sin complicaciones las dificultades que presentó el morlaco y saludó una ovación. 

Cerró la tarde otro toro de la familia Lozano. Si antes era un animal de uno de los hierros de la casa, éste estaba marcado con el hierro de la ganadería titular y del mismo encaste: Alcurrucén. Se llamó Sultanato y era un galán, estaba muy bien presentado. Acometió con pujanza en los cuatro puyazos que recibió. Un toro que optó a un premio que finalmente no se llevó. Volvió a torear Iván con lentitud y profundidad por el pitón derecho pero marró la faena porque no estuvo certero con el acero.  

Pocosueño fue premiado como el más bravo en el caballo y el premio al mejor puyazo quedó desierto. En las cuadrillas destacaron con banderillas Roberto Martín "Jarocho" en el 2º, Vicente Osuna en e 4º y Miguel Martín en el 6º. Con el capote destacó en el 3º el ya mencionado Miguel y fueron ovacionados los picadores Juan José Esquivel en el 4º y Borja Ruiz en el 6º. 

Plasencia (Cáceres). Toros de Hernández Plá y novillos de El Pilar para Emilio de Justo, Julio Parejo y Alejandro Fermín. 4 de agosto de 2014.

Tarde triste porque esa noche se corrían los últimos toros de una ganadería legendaria: Hernández Plá. El reducto santacolomeño perdió un nombre muy notable. Los cuatro toros que lidiaron presentaron un trapío excepcional pero de juego fueron de diferente comportamiento. El cartel, salvo los salmantinos toros de El Pilar, era cien por cien extremeño. El último toro de los HP se llamó Bollero y pesó 550 kg.

Emilio de Justo seguía en su vagar por los pueblos de su tierra esperando un anhelado triunfo que le permitiera entrar en el circuito de las grandes ferias. Cortó una oreja en el primero y dio una vuelta en el cuarto. Este toro se rajó y buscaba las tablas. El de Torrejoncillo no estuvo muy atinado con la espada.

Por su parte, Julio Parejo estuvo digno en el segundo. Fue una faena jaleada pero faltó ajuste y asentamiento en cada pase. Saludó una ovación y arrancó al sexto otra oreja gracias al tesón debido al escaso juego de aquel animal.

El joven Alejandro es un chaval cuya carrera la forjó en la dura tapia de la ganadería de Victorino Martín. Ante el tercer animal, cuajó un trasteo largo y a medida que avanzaba la faena, el público aumentaba la petición de indulto. Fue éste un toro soso y tontorrón que de lo bondadoso que fue, yo lo habría indultado para mandarlo a Calcuta con las Misioneras de la Caridad. Menos mal que el presidente aguantó el chaparrón e ignoró el perdón. Fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. Ante sus paisanos fue este novel ganas e ilusión. Cortó otras dos orejas en el sexto. Este muchacho toreaba su segunda novillada con caballos. La primera, ni más ni menos, fue en Madrid unas semanas antes.

Alberto Cruz y  Felipe Peña (cuadrilla de Emilio) junto a Domingo Siro (cuadrilla de Fermín), brillaron en banderillas. El picador José Antonio Escobar, de la cuadrilla de Julio, fue derribado y sufrió una cornada de dos trayectorias.