miércoles, 27 de mayo de 2020

Toros en el confinamiento (I).

Durante estos meses en casa, he podido disfrutar de diferentes festejos desde 1980 hasta nuestros días. Tardes para recordar, faenas inolvidables, toros de leyenda, matadores de distintas generaciones... Joyas que he visto en las redes sociales que habrán hecho las delicias de los aficionados.

Madrid. Toros de Victorino Martín para "Antoñete", Ruiz Miguel y José Luis Palomar. 16 de junio de 1982.

Fue el del 82 un año lleno de eventos para los españoles: Juan Pablo II, que todavía no era santo nos visitó; los Rolling tocaron en el Calderón, se celebró el Mundial de Fútbol y España acogió a las grandes selecciones del momento. Un vez más, pegamos un sainete en un campeonato en el que Italia acabó proclamándose campeona; los socialistas ganaron los elecciones... Eventos extrataurinos aparte, la temporada taurina estuvo marcada por dos momentos cenitales que tuvieron lugar en la plaza madrileña. El primero fue días antes de la tarde que ahora nos ocupa y el segundo fue a primeros de julio: "La corrida del Siglo" y el indulto de Belador por José Ortega Cano. Ambas efemérides estuvieron protagonizadas por la misma ganadería: Victorino Martín.

Esta Corrida de Beneficencia que ahora cuento, fue organizada por la Diputación Provincial, que para los "millenials", era la forma de gobierno cuando aún no existían las comunidades autónomas. Las Ventas volvió a llenarse con la esperanza de revivir la gloriosa tarde de días antes en la que Victorino y los tres matadores (Ruiz Miguel, Esplá y Palomar) salieron a hombros de los madrileños. Ese 16 de junio y de aquel irrepetible cartel, hacían de nuevo el paseíllo Paco Ruiz Miguel y Palomar. Dieron lidia y muerte a Peluquero, Gallador, Chaparrito, Dirigido, Gaditano y Buenacara. En esta ocasión el cartel fue prácticamente el mismo excepto Antoñete en vez de Esplá. Tarde ventosa y variado fue el juego de los seis cárdenos que trajo Victorino.

Antoñete (azul turquesa y oro) poco pudo hacer. buscó siempre hacer bien las cosas pero su lote no se lo puso fácil. Ante el primero hizo rugir Madrid con un manojo de verónicas ganando terreno a Peluquero. Tras el primer puyazo, Ruiz Miguel brilló en un quite por chicuelinas. El toro no quería saber nada y Chenel, tras unos fugaces naturales y un macheteo despachó al toro. Ante el cuarto se dobló por bajo muy toreramente en el inicio. Ligó varios muletazos con la muñeca y los vuelos de la franela. Estuvo hecho un tío. El albaserrada se iba complicando pero Antonio no se arrugó. Falló con el acero y pitos a su labor.

De azul marino y oro vino el torero de La Isla de San Fernando y pechó con dos toros desclasados. Ante el segundo se estiró a la verónica tras unos primeros capotazos para probar a un toro que su pitón más potable fue el derecho. Con la muleta ligó un redondo muy poderoso y siguió con otra tanda de naturales por el lado que más reponía el albaserrada. Volvió a a la mano diestra y recetó otra tanda templada y muy mandona para dirigir las oleadas de aquel victorino. Mató de una estocada y cortó una oreja.  Se batió el cobre ante el quinto. Vendió cara su vida sin clase alguna. El animal se fue complicando a medida que avanzaba la faena y Ruiz Miguel abrevió.

Cerró el cartel un soriano: José Luis Palomar. Vistió de verde manzana y oro y volvió a demostrar que lo que pasó quince días antes no fue casualidad. Cortó dos orejas y volvió a cruzar a hombros aquel arco múdejar que da a la calle de Alcalá. Sus dos faenas fueron un compendio de lidia, torería, temple... estuvo en maestro. Se lució con el capote en un galleo por chicuelinas y en un quite por delantales. Brilló con las banderillas y con la muleta supo hacer a cada uno de sus toros lo que pedía: lidia, terrenos, alturas... Siempre colocado, consiguió cuajar a sus victorinos por ambos pitones. Mató fenomenal y Madrid vio por segunda vez al de Soria tocar la gloria en su carrera.

La banda de música de la Infantería de Marina amenizó el festejo.

Sevilla. Toros de Juan Pedro Domecq para Curro Romero, "Paquirri" y Paco Ojeda. 19 de abril de 1983.

Ese día hubo terna de Franciscos: Romero (tabaco y oro), Rivera (marino y oro) y Ojeda (marino y oro). Tres toreros y tres conceptos.
Toreaba en Sevilla Francisco, perdón, diré Curro y casi era día festivo. Pechó el camero con dos animales flojos y rajados (Sinlacho y Evadido). A su primero, que salía suelto lo paró con el capote. Si ya de por sí el toro estaba justo de fuerzas, fue picado en demasía restando la poquita fuerza que tenía y para colmo, empezó a soplar el viento. Curro se lo pensó mucho y no arriesgó. Silencio. En el cuarto la cosa no cambió mucho. Se adornó el Faraón en unas verónicas genuflexas y con la muleta arriesgó ante las bruscas tarascadas. Fue a por la tizona y acabó la película. Como suelen decir los curristas, aunque la tarde vaya mal, verle cruzar el ruedo en el paseíllo con esos andares vagos ya dan por amortizado el billete.
 Paquirri recibió con una larga de rodillas a Malospasos al hilo de las tablas y se puso después en pie para seguir lanceando a la verónica. El toro cumplió en el peto y en el tercio de quites, Ojeda toreó con unas lucidas verónicas y remató con la graciosa revolera. El gaditano recibió una fuerte ovación en banderillas y durante la faena de muleta el toro fue a menos. Paco abrevió así su labor y fue silenciado. La película siguió en el quinto. Higuero fue otro animal soso y bobainas; lo que más aplaudió Sevilla fue un ramillete de bellas verónicas.
El único toro decente fue el tercero (Frambueso), al que Paco cortó una oreja. Puso a la Maestranza en pie con unos buenos lances con la capa y galleó desde el centro del anillo hasta la segunda raya por chicuelinas. A este toro le hizo Curro dos caricias por verónicas y una media. Se escuchó ese "bieeeen", que tanto se oye en esa plaza. Comenzó Paco la faena con unos ayudados por alto y ligó posteriormente varias series en redondo muy jaleadas a pesar de que faltó un poquito de ajuste. A pesar de ello la obra fue condimentada con valor, quietud y sometimiento. El toro fue a menos y Paco rubricó con un buen espadazo. Cortó la única oreja de la tarde.
Ante el sexto (Sedero), toreó por unas verónicas muy rotundas cargando la suerte y ganado terreno. Se pegó un arrimón ante otro "juanpedro" que pegaba tarascadas. Palmas de despedida.

Madrid. Corrida de Beneficencia. Toros de Samuel Flores para Ortega Cano y César Rincón. 5 de junio de 1991.

Otro de los gloriosos festejos noventeros que tantísimo había oído hablar pero nunca vi. Dos maestros. Dos máximas figuras: José Ortega Cano y César Rincón. Cartagenero y colombiano se vieron las caras en una Beneficencia absolutamente histórica. La tarde estuvo marcada por el fuerte viento. La corrida de Samuel Flores permitió a los dos espadas demostrar su tauromaquia. 
El murciano lidió con tres toros a los que lidió asentado, desmayado, con poso, naturalidad y temple. A pesar de que el primero fue un toro franco, el de Cartagena fue silenciado. Fue una faena intermitente debido al soso pero nobletón juego del astado. Voló con gracia los vuelos del capote meciendo al animal en unas bellas verónicas y las chicuelinas de mano baja calentaron a los veinticuatro mil espectadores. Con la muleta pegó un ramillete de tandas por cada lado y falló con la tizona. En el tercero lo más destacado llegó en el último tercio. Se puso a torear y Madrid rugió. Los muletazos eran caricias que embarcaban al animal en los flecos de la muleta. Mató recibiendo y cortó dos orejas. En el quinto cortó otra oreja. De capote volvió a encandilar a la cátedra venteña y se picó con César en quites: Por chicuelinas el torero patrio y lances a capote vuelto el americano. Con la muleta repitió lo mismo que en el toro anterior pero más calidad. Un toreo de pata negra. Cerró su obra con los acostumbrados "tres en uno" y mató recibiendo.
César pechó con los toros pares. El segundo fue devuelto y salió un sobrero que también fue devuelto. El siguiente sobrero también fue devuelto y aquí empezó a barruntarse el inicio de esas tardes agotadoras de Las Ventas en aquella década en la que cada tarde se devolvían varios toros. Salió un tercer sobrero que fue nulo, manso y muy parado ante el que César hizo cuanto pudo. En el cuarto también hubo duelo de quites: Rincón por chicuelinas y Ortega por verónicas. En este toro, Rodrigo Arias "Monaguillo de Colombia" estuvo imperial. Puso dos pares de banderillas garbosos y muy toreros. Clavando en la cara del toro y saliendo del par con mucha chulería. Saludó una fortísima ovación. Si el toreo de Ortega fue de "jamón de Jabugo", este fue de Guijuelo. No se puede torear más puro al natural. Dando el pecho, con la muleta plana, la pata "alante" y la suerte cargada. Este astado no iba a ponerlo fácil y a César o parecía importarle. Buscaba siempre la colocación. Ni corto ni perezoso, decidió matar en los medios y tras la estocada, fue premiado con las dos orejas. El sexto fue un toro gazapón que iba complicándose a medida que avanzaba la faena. Había que estar firme y César lo estuvo. Al hilo de las tablas, en los terrenos del 2 plantó batalla a este animal andarín y que huía tras cada pase. Estocada y tercera oreja de la tarde. Acabó un festejo memorable, con los dos toreros y el ganadero a hombros camino del palco real para que pudieran cumplimentar a Don Juan Carlos. ¡Qué manera de torear! Otro nivel. Maravilloso. ¡Toreros, toreros! exclamaban los aficionados al concluir el festejo. Sonaron los acordes de la Marcha Real al acabar el mismo.
Menos el cuarto que no lo he podido averiguar, los toros se llamaron Acólito, Niñado, Solitario, Flauta y Colito. De negro y oro vistió Ortega y de rosa palo y oro César.
La banda de música de la Guardia Civil amenizó esta corrida. Este año de 1991 fue la explosión del colombiano. Toreó cuatro festejos en Madrid y en todos salió a hombros. Quedarían dos salidas más: 1995 y 2005.

Sevilla. Toros de Torrestrella para Emilio Muñoz, Juan Antonio Ruiz "Espartaco" y Finito de Córdoba. 21 de abril de 1994.

Para nacer en la sevillana calle Pureza hay que tener suerte. Y eso le ocurrió a Emilio. Y se hizo matador de toros para honrar a la calle en la que nació. Ese 21 de abril toreó con ese concepto tan maravilloso como es el que atesora nuestro protagonista. Cortó tres orejas porque en su primero la espada cayó lo suficientemente defectuosa como para que el presidente considerara que no podía otorgar el segundo trofeo. Lo bordó con el capote. Sus verónicas fueron jaleadas por sus paisanos.
Con la franela inició por alto a su primero y por bajo al cuarto con el fin de someterle. Sus dos obras fueron fundamentadas en el toreo al natural. Relajo, gusto, la muleta plana y la suerte cargada, ligazón y profundidad... Cerró su primera obra con un ayudado por alto, otro a media altura, un trincherazo y el de la firma. ¡Ahí es nada!; y por alto a su segundo. Emilio bordó el toreo y en volandas se lo llevaron por la Puerta del Príncipe aquella primaveral tarde en Sevilla. De su cuadrilla Manuel Muñoz brilló en varas y Paco Peña con las banderillas. Los toros de su lote se llamaron Trajerroto y Gastador. Vistió de oliva y oro.

Espartaco cortó una oreja a su segundo. Este quinto fue muy incierto. La labor de Juan Antonio fue todo paciencia y esfuerzo. Consiguió rubricar el trasteo con una estocada habilidosa así que la plaza premió al de Espartinas. Se enfrentó en segundo lugar a Idealista y a Barba Azul en quinto lugar. Lució canela y oro.

Fino se enfrentó a Flojito en tercer lugar y a Perezoso en el cierre del la tarde. Hicieron honor a sus nombres. Así que quitando unas bellísimas verónicas al sexto, poco pudo hacer. Juan no tuvo mucha fortuna ese día en la Real Maestranza de Caballería. Su terno fue blanco y oro.

Aranjuez (Madrid). Toros de Juan Pedro Domecq para Curro Romero, Rafael de Paula y Rivera Ordóñez. Se cumplió el bicententario de su plaza de toros. 5 de junio de 1997.

Se juntaron a estos dos genios para recordar que esta preciosa plaza lleva dos siglos celebrando fiestas de toros. El dinástico Francisco completó el cartel. Un paupérrimo juego del ganado frustró una gran tarde de toros. Curro se dirigió al Rey con estas palabras: "es para mí un honor brindar al Señor. ¡Va por el Señor! Cogió la muleta para trastear a un animal incierto que tendía a cabecear. El viento soplaba y El Faraón no se asentó. Varios muletazos sueltos bastaron para que destellease su magistral toreo. En el cuarto la cosa cambió y empezó su particular concierto de Aranjuez. Comenzó con una obertura de verónicas y tras el puyazo recitó otro ramillete por el mismo palo. Con la muleta interpretó una sinfonía compuesta de unas breves tandas de caricias en vez de muletazos. Debido a sus facultades pegó un bajonazo y dio el camero una vuelta al ruedo.
El jerezano acusó esos últimos años la debilidad de unas rodillas muy maltrechas. Rafael lanceó con duende y tirando de capacidad técnica, pues la física no quería saber nada. Esas muñecas son patrimonio cultural del toreo. No se puede torear mejor con el capote. Al quinto de la tarde le pegó una media colosal. Con la muleta firmó detallitos para deleite de los madrileños. También se dirigió al monarca en su primera lidia: "Majestad... ¡por usted y por España!
Fran toreó al tercero con gusto y relajo a la verónica. Con la muleta lo lidio toreó con unos asentados naturales. En este toro también brindó a D. Juan Carlos: "por usted y su augusta Madre". Su faena al sexto fue de muchos pases que emocionaron al público. Cortó una oreja y el presidente negó la segunda. Su lote fue el más potable.
Antonio Chacón en el primero y Sánchez Hipólito en el sexto lo bordaron con las banderillas. Con palos y capote estuvo José Antonio Carretero sensacional.

Vistieron de verde botella y oro, de obispo y azabache y nazareno y oro. Los toros se llamaron Estupendo, Oficial, Gañán, Duque, Nocturno y Divertido. 

Zaragoza. Toros de Cebada Gago para Emilio Muñoz, Pepín Liria y José Luis Moreno. 6 de octubre de 1998.

La corrida del hierro gaditano estuvo excelentemente presentada. En cuanto al comportamiento hubo un toro sensacional que recuerdan aquellos que estuvieron aquel día en la plaza: Juncal, lidiado en quinto lugar por Pepín Liria. Quitando el primero que fue bravo en el caballo, lo demás, ni fu ni fa.

El sevillano bordó el toreo a la verónica en su primer toro. Con la muleta hizo gala de la pureza de su concepto. Comenzó con unos estatuarios y recetó más tarde varias tandas muy ligadas y de buen trazo con ambas manos. Emilio cerró la obra con diferentes remates y falló con la espada. En su segundo toro poco pudo hacer ante el comportamiento mansurrón de éste.

El de Cehegín pechó con otro soso animal en segundo lugar y ante el mencionado Juncal estuvo muy digno. Ligó con la muleta varias tandas citando de largo. El toro se arrancaba pronto y alegre desde la distancia. Encastado y exigente, era difícil hacerse con él. Liria lo mató de una gran estocada. Cortó una oreja. Su banderillero Alejandro Rivero estuvo sensacional con el capote.

José Luis pasó sin brillo por la ciudad del Ebro. No tuvo suerte el cordobés ante dos toros muy vulgares. Los que sí brillaron, fueron los hombres de su cuadrilla en el tercio de banderillas.

Vistieron respectivamente de azul pavo y oro, de fucsia y oro y de salmón y oro. Los toros se llamaron Jaleoso y Botijero los de Emilio; Pagador y Juncal los de Pepín y Llamado y Bravío los del Moreno.

Valencia. Toros de Victorino Martín para Eulalio López "Zotoluco", Óscar Higares y José Luis Moreno. 21 de julio de 2000.

Por San Jaime, Valencia celebra su feria de Julio. Así que aquel verano de 2000, fueron los empresarios hasta tierras extremeñas para comprar seis toros de Victorino y contrataron posterioremente a tres bragados matadores para enfrentarse a ellos: el mejicano Eulalio López "Zotoluco", el madrileño Óscar Higares y el cordobés José Luis Moreno. La corrida estuvo excelentemente presentada y los toreros unos jabatos.

Al compás del pasodoble Pan y Toros, hicieron el paseíllo: de botella y oro el azteca, de grana y oro el madrileño y de blanco y oro el cordobés.
Salió el primero y Eulalio dio unas buenas verónicas dando sitio a un toro que humillaba y reponía. Su picador fue pitado por picar en demasía. Inició por bajo para enseñar y obligar al toro a embestir por los vuelos de las telas. Faena interesante a un gran toro. Lo mejor fue el magnífico toreo al natural, desde delante donde enganchaba al animal hasta el final detrás de la cadera. Mató de un bajonazo y cortó un trofeo.
Ante el cuarto, volvió de nuevo a bordar el toreo de capa. Cargando la suerte, se llevó al toro por verónicas desde las tablas hasta más allá de la segunda raya. A este "victorino" lo picó de cine Efrén Acosta como relato al final de esta crónica y en banderillas Vicente Yestera se desmonteró para recibir la ovación por sus dos pares de banderillas. Gran tarde de su cuadrilla. Brindó la faena a su picador. De nuevo por doblones comenzó el trasteo y rotundas fueron sus faenas por ambos lados. Con la espada, no se reservó nada, se tiró en corto y por derecho cayendo ésta ligeramente desprendida. Faenón de dos orejas premiado con una debido a una rácana presidencia y bronca a la misma por no concederla. Ovación al toro en el arrastre.
El sexto fue ovacionado de salida debido a su impecable estampa. Como Moreno estaba en la mesa de operaciones, el mejicano lidió a este último. De nuevo, dictó la tercera lección de cómo se debe torear a la verónica a esta sangre. Tres buenas varas de "Pimpi hijo" que sacaron los aplausos de Valencia. Este toro fue un espectáculo en el caballo. Y Félix Rodríguez lo bordó con los palos. Cerró la tarde el azteca con una última y maciza faena de muleta. Siguiendo la tónica de la tarde y como es aconsejable ante este encaste, volvió a torear por bajo en los inicios. El toro exigía firmeza y su matador lo estuvo. Toreó en redondo con la mano derecha y con la izquierda voló con clase los flecos de su muleta. Mató de un volapié hasta la bola. Cortó un total de tres orejas y salió a hombros. El toro, digno de vuelta al ruedo, fue ovacionado en el arrastre.
Esta corrida era la primera vez de "Zotoluco" ante estos toros. Estuvo colosal, como si los torease día tras día. Lo bordó con capote, muleta y espada. Tarde memorable del diestro mejicano.
Óscar lidió en segundo lugar a un toro que hacía hilo teniendo además la virtud de la humillación. En el caballo hizo este "albaserrada" una correcta pelea. Con la capa se gustó el de Madrid. Fue un toro difícil pero Higares supo en todo momento dar el sitio, las alturas y los toques precisos para sacar lo que este animal tenía. Mató de una estocada tras un pinchazo. Ovación al toro y al torero. De rodillas y al hilo de las tablas recibió al quinto. De nuevo bordó el toreo con el capote. Agustín Collado se pasó con la puya y en banderillas, Pedro Roldán y Miguel Murillo saludaron otra fuerte ovación. Dentro de la gran corrida que fue, este toro fue el que complicó un poco las cosas. Como estaba Higares ante él, nada malo podía ocurrir. Esfuerzo importante de este bravo madrileño que consiguió afianzarse y subir la intensidad de la faena a cada muletazo. La pena fue el pinchazo anterior a una soberbia estocada. Oreja al torero. Si ya era cicatera la señora presidente que se pensaba muchos los trofeos, ese pinchazo lastró la segunda oreja.
José Luis Moreno hizo ante el tercero una obra templada y mandona. Los pases fueron muy largos y profundos. La muleta era un látigo que hacía al victorino estar centrado en ella constamente. El andaluz estuvo fantástico. Tirándose en corto y por derecho al entrar a matar, el toro le asestó una fuerte cornada en el muslo. Cotó un trofeo y la plaza abroncó al palco por no dar el segundo.

Hablar de este día es hablar de un soberbio picador en las filas del mejicano Eulalio: Efrén Acosta. Aquel día, ante el cuarto elevó el tercio de varas a la altura de cualquier faenón con la muleta. Magistral. Un encastado "albaserrada" y un gallardo picador. En el primer embite el cárdeno victorino derribó al caballo y al jinete. Efrén se levantó visiblemente conmocionado pero volvió a tomar las riendas, nunca mejor dicho, y se puso manos a la obra. Citó en largo y el toro acometió de nuevo. En vez de usar el palo como vemos día a día en cualquier plaza, este varilarguero levantó la vara apuntando al cielo y en el último segundo cuando el toro estaba a milímetros del caballo, con la precisión de un reloj suizo bajó la puya y picó en la yema. Aquel puyazo fue magistral. Esa forma tan peculiar pero a la vez efectiva que tenía de usar la vara hizo historia. La plaza se puso en pie. Era como una caldera a punto de estallar.

¡Victorino! ¡Victorino! Aclamaba la parroquia al unísono al acabar. ¡Esto es la Fiesta! tarde de matices, de toreo... DE EMOCIÓN. No fueron los correosos y duros victorinos de antaño, pero dieron que pensar a toreros y cuadrillas. Estuvieron a la altura. El encierro fue bravo, encastado; hubo combate y hubo buen toreo. Siempre se dijo que cuando el viejo Victorino sonreía hasta mostrar su diente de oro, significaba que en el ruedo algo grande pasaba, y eso sucedió, pues Victorino estuvo radiante las dos horas largas que duró aquella tarde. Una tarde lastrada por Amparo Renau. Si Valencia es una plaza de 1º que suele dar orejas con facilidad, aquel día esta presidente negó varias orejas de ley que habrían engrandecido este festejo. Pero como esto no es un deporte y aquí mandan los sensaciones y no los números, eso poco importó.
Aquellos animales que tanto gustaron a criador y público se llamaron Molesto, Pleitista, Brasileño, Inventado, Desconocido y Verdoso.


sábado, 16 de mayo de 2020

El Rey de los Toreros.

Escribo estas líneas a modo de homenaje para conozcáis a uno de los grandes de la historia. Se cumplen cien años de la muerte de un diestro legendario: José Gómez Ortega o lo que es lo mismo: Joselito "el Gallo" o "Gallito", ya que de estas dos maneras se anunció en los carteles.
Hijo y hermano de toreros, pues los Gallo es una de las muchas y gloriosas dinastías toreras. Vino al mundo en Gelves el 8 de mayo de 1895, a escasos kilómetros de Sevilla. Hijo menor del torero Fernando Gómez, "El Gallo" y de la cantaora Gabriela Ortega; hermano pequeño del también matador Rafael Gómez, "El Gallo" y Fernando. Éste último no tuvo mucha suerte y se hizo banderillero actuando en las filas de sus hermanos. Un tío de ellos también fue un torero importante del siglo anterior.


Sirviendo a la Patria en el Arma de Ingenieros.

En aquel hogar de Gelves, que era propiedad de la casa de Alba fue donde se imbuyó José del toreo. Aquí trabajaba el padre como guardés ya que se encontraba en la ruina una vez retirado de los ruedos. En aquella finca había una placita que servía de lugar de entrenamiento a los toreros sevillanos y donde se hablaba de toros. Sus hermanos mayores transmitían al pequeño José todo lo que en esas tertulias aprendían.


Fue un prodigio, apenas siendo un niño se permitía el lujo de hablar y dar consejos a gente que era mayor que él. Debutó en Jerez de la Frontera el 13 de junio de 1908 con becerros de Cayetano de la Riva acompañado de José Puerta, Pepete, y José Gárate, "Limeño". Con su llegada y la temprana alternativa retiró a casi todas las grandes figuras del momento: "Bombita", "Guerrita"... quedándose como dueño del toreo y sin nadie que le hiciese sombra. Coge el testigo de éste último e impone sus condiciones en el nuevo siglo. Recibió ese doctorado de manos de su hermano Rafael en Sevilla el 28 de septiembre de 1912, El toro se llamó Caballero y era de la ganadería de Moreno Santamaría. Días después y en la capital del Reino, confirmó su doctorado el 1 de octubre, con un toro del duque de Veragua.
Sin duda, su tarde más gloriosa fue aquel día en la plaza vieja de Madrid en el que en solitario se encerró con 6 toros (que al final fueron 7) de la mítica vacada de Colmenar Viejo, Herederos de Don Vicente Martínez.


Resultado de imagen de plaza vieja de madrid"


Otra de sus faenas más memorables la realizó al toro "Napoleón", el 10 de mayo de 1915, el mismo año en que en la Plaza de Sevilla fue premiado con las orejas de la res por primera vez en la historia del toreo. En 1919 viaja por única vez a América, triunfando en Lima.

Imagen

Montando en bicicleta en la plaza de Acho (Lima).

Dotado con una técnica perfecta, era inteligente, capaz, poderoso; conocía todos los encastes, las querencias, los terrenos y sabía solventar cualquier situación. Dominaba todas las suertes y la fantasía de su variedad con el capote era excelsa: largas, remates, lances a una mano, recortes, popularizó el famoso galleo de el Bú... Con los rehiletes era un portento. Es uno de los grandes banderilleros de la historia. Otro de sus descubrimientos en el avance del toreo consistió en el ligar los muletazos, es decir encadenarlos de modo que el toro siempre gira en la misma dirección alrededor del cuerpo del torero tal y como se hace hoy día en cualquier faena. En aquel entonces se toreaba en ochos, o sea, se daba un pase y cuando el toro salía de la suerte se le provocaba de nuevo por ese mismo lado para dar el pase de pecho. Ligar los muletazos es algo que José aporta de una manera rudimentaria y primitiva y que años después pulirá Manolete.

clip_image004

Durante los ocho años que duró su trayectoria fue indiscutiblemente el número uno y con Belmonte no hubo rivalidad sino negocio. Todos los que lucharon contra José por el cetro del toreo perdieron la batalla. Era imbatible. Evidentemente José quería acabar con Juan para mandar él solo. Belmonte era consciente de esto y él mismo sabía que no tenía armas para vencerle así que lo mejor que podía hacer era aliarse con él formando una sociedad. Gallito vio impresionado la humildad del trianero. Aceptó la oferta, torearon por toda España y se hicieron ricos. Compartieron miles de tentaderos y horas y horas de viajes en tren por toda la península. Forjaron una fuerte amistad y Belmonte fue su protegido. Joselito mandaba en el torero y cada vez que le preguntaban a Juan sobre cualquier tema taurino, éste respondía: Si José lo ha hecho así, bien hecho está.
La Edad de Oro del toreo fue como se denominó esta época hasta la muerte de nuestro protagonista. Mientras Europa estaba siendo arrasada por la Gran Guerra, Estos años en la península eran pugnados por gallistas y belmontistas. Los partidarios de ambos toreros llevaban estos debates a diario en tabernas, casinos, barberías, prostíbulos, estaciones de ferrocarril...


Joselito y su Majestad Alfonso XIII en el campo ante una vaca. 

Una de las figuras de generaciones anteriores como era Guerrita también mandaba con autoridad en el escalafón pero era antipático, soberbio y caía mal a la gente. (Por eso José aceptó el trato, se acordó de este matador y viendo que podría acabar de la misma manera, pactó con Belmonte). Llegó el día en que también se quedó solo, sin rivales y al acabar aburriendo a los aficionados (como ha pasado en diferentes casos a lo largo del tiempo de ver continuamente al mismo espada) una tarde en Zaragoza se retiró diciendo: No me voy, ¡me echan!


José en el campo realizando el galleo de el Bú.

Explicado como introdujo nuevas maneras de torear con la muleta, paso a contar otras innovaciones que José hizo en el toreo y cambiaron radicalmente el devenir de la historia.
España crecía y José vio que las plazas se quedaban pequeñas. En aquellas primeras décadas de siglo las plazas no superaban los doce mil espectadores. Con la construcción de dichos cosos, se dobló el aforo lo que llevó a un abaratamiento de las entradas para las clases más humildes. Barcelona, Sevilla y Madrid fueron esos ejemplos.


Un recorte con el capote.


La monumental de Sevilla, fue la causa y motivo de sus mayores disgustos y quebraderos de cabeza. En aquella época el toreo sevillano estaba dominado por los maestrantes, o sea, la alta sociedad de la ciudad de la Giralda. Y la construcción de esta plaza fue un total desafío a la Maestranza y a esas clases acomodadas. Ningún arquitecto quiso firmar los planos de este nuevo edificio. Se pusieron trabas, dificultades, se quería frustrar el futuro de la Monumental pero aún así y a pesar de tantos ataques y sabotajes, José vio construido ese gran sueño en su ciudad natal. Llegó a albergar veinte mil espectadores, Poco después de la muerte de José, fue derruida. Y el otro gran sueño que no vio cumplido pero cuyo proyecto sí inició, fue el de la nueva plaza de Madrid.


Joselito en el despacho de José Espeliú, con los planos de la nueva plaza de Las Ventas.


Durante el siglo XIX la corrida era completamente diferente a como la entendemos en la actualidad. Se le daba una importancia total al tercio de varas y tras las banderillas había que estar ágil y rápido para matar al toro tras unos breves muletazos. A partir de ahí la cosa cambia y cobrará protagonismo la faena de muleta. El torero se lucirá hasta que llegado el momento adecuado, dará muerte al animal.

El toro: Joselito vio que por ejemplo ese toro del siglo anterior que derribaba caballos era el del encaste Veragua. Daba emoción en el caballo pero en la muleta se paraba. A su corta edad pero gracias a su brillante capacidad, se peleaban por él los ganaderos para que le pidieran consejo a la hora de tentar las vacas y buscar un comportamiento diferente. Para ello eligió la rama Vistahermosa con las ganaderías de Ibarra y Saltillo como el prototipo de toro del futuro. La parte negativa de este sistema fue que se eliminaron muchas ganaderías que no cumplían esos requisitos.
Una de esas ganaderías que él salvó fue la de Murube. Cuyo propietario era el del banco Urquijo. A pesar de que no tenía ni idea de toros, José le dijo: "usted no se preocupe, que de eso me encargo yo".
Creó la figura del veedor, es decir una persona de su máxima confianza para elegir los toros cada vez que vaya a torear. Ese cargo se lo pidió a Juan Soto.
Los apoderados: creó las pautas para los nuevos apoderados, es decir un gestor en la carrera profesional de cada matador. Había administradores que dirigían las cuentas y los dineros del matador. Este personaje no solía ir con el torero ya que éste era el que negociaba su contratación con los empresarios.
Los viajes en tren: José se propone torear cien corridas al año. Para ello en las plazas importantes toreaba dos o tres corridas en esa feria y cogía el tren rumbo a la siguiente ciudad. Por ejemplo, toreaba en la feria de Málaga un par de veces y cogía un tren rumbo al norte. Paraba y toreaba en las capitales hasta que llegaba a Bilbao y allí se quedaba un par de días.


Resultado de imagen de joselito el gallo"

Monumental de Sevilla. 


Algunos datos sobre su trayectoria:

Estoqueó 1530 toros en 670 tardes de las cuales, 23 fueron en solitario. Actuó 81 tardes en la plaza Vieja de Madrid cortando once orejas y un rabo. En Sevilla registró 58 tardes y 64 en las tres plazas que en aquellos primeros años del XX tenía la Ciudad Condal. En la capital del Turia llegó a trenzar 49 paseíllos y en el norte, 55 tardes entre Bilbao y San Sebastián. Durante esos ocho años, concedió una decena de alternativas.Compartió 184 paseíllos con su hermano Rafael, con Belmonte toreó 257 tardes y con la otra gran figura que era el mejicano Rodolfo Gaona, fueron 139.
En cuanto a las ganaderías, estas fueron las que más veces toros lidió: Santa Coloma (104), Guadalest (89), Vicente Martínez (84), Murube (79), Miura (76), Gamero Cívico (65), Felipe Salas (64), Carmen de Federico (58), Contreras (52), Pablo Romero (51), Benjumea y Concha y Sierra (50), Saltillo (49), Pérez de la Concha (42) y Medina Garvey (40).

Recibió cuatro cornadas antes de la mortal de Talavera:
El uno de septiembre de 1912 en Bilbao por un toro de Don Luis da Gamma; dos en 1914: una por el toro Aceituno de Pérez de la Concha en Barcelona y la otra también en Bilbao por un toro de Murube y la última en Madrid en 1919 por un toro de Benjumea.
Estos años son los que acabó primero en el escalafón:
-1914: 74 festejos.
-1915: 102  "
-1916: 104  "
-1917: 103  "
-1918: 103  "

Los últimos años de José fueron un suplicio. En la segunda década del XX, aún estaba a la orden del día las distintas clases sociales. Él estaba enamorado de Guadalupe de Pablo Romero que era hija del ganadero de mismo nombre y además era íntimo amigo de José. Aún así puso pegas a que fructificase esa relación. José era torero y gitano por lo que esa situación no terminaba de convencer al ganadero. Tuvo roces con su hermano Rafael, porque estaba en decadencia y le aconsejaba retirarse. Y por último, falleció su madre a quien estaba muy unido.



Los dos grandes amigos: José con capote claro y Juan en el centro
preparados para empezar el paseíllo.


Su última tarde en Madrid fue una hecatombe: nada más llegar al patio de cuadrillas los aficionados increparon a José y a Juan que aquella tarde toreaba con él. Les achacaban de los males en los que estaba metida la Fiesta en aquel tiempo. Le acusaban de afeitar corridas en Los Merinales que era una fonda ferroviaria en Sevilla desde donde se transportaban animales y mercancías. Y esa corrida fue la típica corrida de Madrid de broncas y almohadillas. José le comentó a su amigo del alma que era aconsejable retirarse un tiempo y que el peso del toreo lo llevasen otros.

Tras esa tarde en Madrid, sin saberlo cogió un tren por última vez rumbo a Toledo. Dicen que llegó muerto. Con tantos disgustos José no podía más.

Toreó en aquel pueblo castellano con su cuñado Ignacio Sánchez Mejías. Recibió una cornada en el vientre del toro Bailaor (chico, cornicorto 260 kg en canal), de la Viuda de Ortega, que acabó con su vida en Talavera de La Reina, Toledo, la tarde del 16 de mayo de 1920. Tenía 25 años. Su muerte causó un profundo dolor en la sociedad española.


Nuestra Señora de la Esperanza Macarena vistió de luto por su muerte, por primera y única vez. Joselito se encuentra enterrado en el Cementerio de San Fernando de Sevilla, donde tiene un mausoleo financiado por suscripción popular y realizado por el escultor valenciano Mariano Benlliure.

Presentación1

Hoy me he extendido pero la efeméride lo exige. Hablar poco y rápido del más grande de la historia, sería un insulto a su memoria. Para colmo, en su Sevilla, los maestrantes a priori no han hecho algo a la altura de tan ilustre personaje argumentando que si no tendrían que estar constantemente celebrando homenajes. Como estos renglones los junto a primeros de febrero... a ver qué pasa. Espero que hayáis conocido un poco más y mejor a un muchacho que cambió el rumbo del toreo en apenas ocho años.




Arriba el mausoleo en Sevilla y abajo,
 el busto en Talavera. Al fondo, la plaza.

Resultado de imagen de joselito estatua talavera"




Gloria eterna a José Gómez Ortega "Joselito El Gallo".



jueves, 7 de mayo de 2020

Vestidos de torear (I).

Al igual que los sacerdotes llevan casullas de diferentes colores según el tiempo litúrgico e incluso con bordados a gusto de cada uno de ellos; a modo de sacerdotes profanos, los toreros también deben ir vestidos para celebrar ese rito que sin ser sacro, también es envuelto por una liturgia que debe ser respetada. El vestido de torear es inigualable. Son obras maestras. Es una maravillosa artesanía que conlleva una minuciosa labor desde el primer momento y hasta que está finalizado pueden pasar varias semanas. En torno a ciento cincuenta horas puede llevar la confección de un sólo vestido que pasa por muchas manos diferentes; pesan en torno a cinco kilos, los más caros pueden rondar los diez mil euros y está compuesto por diferentes piezas formando un puzzle. Un vestido que siempre es a medida del cliente y para el que lo pregunte, no tiene ningún tipo de protección en ninguna parte del cuerpo del torero. Tampoco duran toda la vida ya que de media, un vestido de luces no suelen durar más de diez puestas. Hay varios tipos de bordados que son tradicionales pero cada matador, buscando la distinción encarga a los sastres patrones que sean propios para distinguirse de los demás. Motivos vegetales, símbolos de la tierra en la que haya nacido el torero que encargue el vestido, mitológicos, elementos de diferentes culturas o religiones, geométricos... Cualquier tema es válido para buscar la exclusividad. Lucir estas maravillas es algo que sólo está al alcance de unos escasos elegidos. Grana, teja, catafalco, tabaco, purísima, nazareno, canela, rioja, pistacho, vainilla, coral, fucsia, caña, plomo, salmón, corinto, espuma de mar... En cada entrega de esta nueva sección veremos el gran abanico de bordados y colores que posee el vestido de torear.

Blanco y oro. Ángel Jiménez. Año 2017.




Imagen







(Fotos: Plaza 1  y   J. R. Pigne)