miércoles, 27 de mayo de 2020

Toros en el confinamiento (I).

Durante estos meses en casa, he podido disfrutar de diferentes festejos desde 1980 hasta nuestros días. Tardes para recordar, faenas inolvidables, toros de leyenda, matadores de distintas generaciones... Joyas que he visto en las redes sociales que habrán hecho las delicias de los aficionados.

Madrid. Toros de Victorino Martín para "Antoñete", Ruiz Miguel y José Luis Palomar. 16 de junio de 1982.

Fue el del 82 un año lleno de eventos para los españoles: Juan Pablo II, que todavía no era santo nos visitó; los Rolling tocaron en el Calderón, se celebró el Mundial de Fútbol y España acogió a las grandes selecciones del momento. Un vez más, pegamos un sainete en un campeonato en el que Italia acabó proclamándose campeona; los socialistas ganaron los elecciones... Eventos extrataurinos aparte, la temporada taurina estuvo marcada por dos momentos cenitales que tuvieron lugar en la plaza madrileña. El primero fue días antes de la tarde que ahora nos ocupa y el segundo fue a primeros de julio: "La corrida del Siglo" y el indulto de Belador por José Ortega Cano. Ambas efemérides estuvieron protagonizadas por la misma ganadería: Victorino Martín.

Esta Corrida de Beneficencia que ahora cuento, fue organizada por la Diputación Provincial, que para los "millenials", era la forma de gobierno cuando aún no existían las comunidades autónomas. Las Ventas volvió a llenarse con la esperanza de revivir la gloriosa tarde de días antes en la que Victorino y los tres matadores (Ruiz Miguel, Esplá y Palomar) salieron a hombros de los madrileños. Ese 16 de junio y de aquel irrepetible cartel, hacían de nuevo el paseíllo Paco Ruiz Miguel y Palomar. Dieron lidia y muerte a Peluquero, Gallador, Chaparrito, Dirigido, Gaditano y Buenacara. En esta ocasión el cartel fue prácticamente el mismo excepto Antoñete en vez de Esplá. Tarde ventosa y variado fue el juego de los seis cárdenos que trajo Victorino.

Antoñete (azul turquesa y oro) poco pudo hacer. buscó siempre hacer bien las cosas pero su lote no se lo puso fácil. Ante el primero hizo rugir Madrid con un manojo de verónicas ganando terreno a Peluquero. Tras el primer puyazo, Ruiz Miguel brilló en un quite por chicuelinas. El toro no quería saber nada y Chenel, tras unos fugaces naturales y un macheteo despachó al toro. Ante el cuarto se dobló por bajo muy toreramente en el inicio. Ligó varios muletazos con la muñeca y los vuelos de la franela. Estuvo hecho un tío. El albaserrada se iba complicando pero Antonio no se arrugó. Falló con el acero y pitos a su labor.

De azul marino y oro vino el torero de La Isla de San Fernando y pechó con dos toros desclasados. Ante el segundo se estiró a la verónica tras unos primeros capotazos para probar a un toro que su pitón más potable fue el derecho. Con la muleta ligó un redondo muy poderoso y siguió con otra tanda de naturales por el lado que más reponía el albaserrada. Volvió a a la mano diestra y recetó otra tanda templada y muy mandona para dirigir las oleadas de aquel victorino. Mató de una estocada y cortó una oreja.  Se batió el cobre ante el quinto. Vendió cara su vida sin clase alguna. El animal se fue complicando a medida que avanzaba la faena y Ruiz Miguel abrevió.

Cerró el cartel un soriano: José Luis Palomar. Vistió de verde manzana y oro y volvió a demostrar que lo que pasó quince días antes no fue casualidad. Cortó dos orejas y volvió a cruzar a hombros aquel arco múdejar que da a la calle de Alcalá. Sus dos faenas fueron un compendio de lidia, torería, temple... estuvo en maestro. Se lució con el capote en un galleo por chicuelinas y en un quite por delantales. Brilló con las banderillas y con la muleta supo hacer a cada uno de sus toros lo que pedía: lidia, terrenos, alturas... Siempre colocado, consiguió cuajar a sus victorinos por ambos pitones. Mató fenomenal y Madrid vio por segunda vez al de Soria tocar la gloria en su carrera.

La banda de música de la Infantería de Marina amenizó el festejo.

Sevilla. Toros de Juan Pedro Domecq para Curro Romero, "Paquirri" y Paco Ojeda. 19 de abril de 1983.

Ese día hubo terna de Franciscos: Romero (tabaco y oro), Rivera (marino y oro) y Ojeda (marino y oro). Tres toreros y tres conceptos.
Toreaba en Sevilla Francisco, perdón, diré Curro y casi era día festivo. Pechó el camero con dos animales flojos y rajados (Sinlacho y Evadido). A su primero, que salía suelto lo paró con el capote. Si ya de por sí el toro estaba justo de fuerzas, fue picado en demasía restando la poquita fuerza que tenía y para colmo, empezó a soplar el viento. Curro se lo pensó mucho y no arriesgó. Silencio. En el cuarto la cosa no cambió mucho. Se adornó el Faraón en unas verónicas genuflexas y con la muleta arriesgó ante las bruscas tarascadas. Fue a por la tizona y acabó la película. Como suelen decir los curristas, aunque la tarde vaya mal, verle cruzar el ruedo en el paseíllo con esos andares vagos ya dan por amortizado el billete.
 Paquirri recibió con una larga de rodillas a Malospasos al hilo de las tablas y se puso después en pie para seguir lanceando a la verónica. El toro cumplió en el peto y en el tercio de quites, Ojeda toreó con unas lucidas verónicas y remató con la graciosa revolera. El gaditano recibió una fuerte ovación en banderillas y durante la faena de muleta el toro fue a menos. Paco abrevió así su labor y fue silenciado. La película siguió en el quinto. Higuero fue otro animal soso y bobainas; lo que más aplaudió Sevilla fue un ramillete de bellas verónicas.
El único toro decente fue el tercero (Frambueso), al que Paco cortó una oreja. Puso a la Maestranza en pie con unos buenos lances con la capa y galleó desde el centro del anillo hasta la segunda raya por chicuelinas. A este toro le hizo Curro dos caricias por verónicas y una media. Se escuchó ese "bieeeen", que tanto se oye en esa plaza. Comenzó Paco la faena con unos ayudados por alto y ligó posteriormente varias series en redondo muy jaleadas a pesar de que faltó un poquito de ajuste. A pesar de ello la obra fue condimentada con valor, quietud y sometimiento. El toro fue a menos y Paco rubricó con un buen espadazo. Cortó la única oreja de la tarde.
Ante el sexto (Sedero), toreó por unas verónicas muy rotundas cargando la suerte y ganado terreno. Se pegó un arrimón ante otro "juanpedro" que pegaba tarascadas. Palmas de despedida.

Madrid. Corrida de Beneficencia. Toros de Samuel Flores para Ortega Cano y César Rincón. 5 de junio de 1991.

Otro de los gloriosos festejos noventeros que tantísimo había oído hablar pero nunca vi. Dos maestros. Dos máximas figuras: José Ortega Cano y César Rincón. Cartagenero y colombiano se vieron las caras en una Beneficencia absolutamente histórica. La tarde estuvo marcada por el fuerte viento. La corrida de Samuel Flores permitió a los dos espadas demostrar su tauromaquia. 
El murciano lidió con tres toros a los que lidió asentado, desmayado, con poso, naturalidad y temple. A pesar de que el primero fue un toro franco, el de Cartagena fue silenciado. Fue una faena intermitente debido al soso pero nobletón juego del astado. Voló con gracia los vuelos del capote meciendo al animal en unas bellas verónicas y las chicuelinas de mano baja calentaron a los veinticuatro mil espectadores. Con la muleta pegó un ramillete de tandas por cada lado y falló con la tizona. En el tercero lo más destacado llegó en el último tercio. Se puso a torear y Madrid rugió. Los muletazos eran caricias que embarcaban al animal en los flecos de la muleta. Mató recibiendo y cortó dos orejas. En el quinto cortó otra oreja. De capote volvió a encandilar a la cátedra venteña y se picó con César en quites: Por chicuelinas el torero patrio y lances a capote vuelto el americano. Con la muleta repitió lo mismo que en el toro anterior pero más calidad. Un toreo de pata negra. Cerró su obra con los acostumbrados "tres en uno" y mató recibiendo.
César pechó con los toros pares. El segundo fue devuelto y salió un sobrero que también fue devuelto. El siguiente sobrero también fue devuelto y aquí empezó a barruntarse el inicio de esas tardes agotadoras de Las Ventas en aquella década en la que cada tarde se devolvían varios toros. Salió un tercer sobrero que fue nulo, manso y muy parado ante el que César hizo cuanto pudo. En el cuarto también hubo duelo de quites: Rincón por chicuelinas y Ortega por verónicas. En este toro, Rodrigo Arias "Monaguillo de Colombia" estuvo imperial. Puso dos pares de banderillas garbosos y muy toreros. Clavando en la cara del toro y saliendo del par con mucha chulería. Saludó una fortísima ovación. Si el toreo de Ortega fue de "jamón de Jabugo", este fue de Guijuelo. No se puede torear más puro al natural. Dando el pecho, con la muleta plana, la pata "alante" y la suerte cargada. Este astado no iba a ponerlo fácil y a César o parecía importarle. Buscaba siempre la colocación. Ni corto ni perezoso, decidió matar en los medios y tras la estocada, fue premiado con las dos orejas. El sexto fue un toro gazapón que iba complicándose a medida que avanzaba la faena. Había que estar firme y César lo estuvo. Al hilo de las tablas, en los terrenos del 2 plantó batalla a este animal andarín y que huía tras cada pase. Estocada y tercera oreja de la tarde. Acabó un festejo memorable, con los dos toreros y el ganadero a hombros camino del palco real para que pudieran cumplimentar a Don Juan Carlos. ¡Qué manera de torear! Otro nivel. Maravilloso. ¡Toreros, toreros! exclamaban los aficionados al concluir el festejo. Sonaron los acordes de la Marcha Real al acabar el mismo.
Menos el cuarto que no lo he podido averiguar, los toros se llamaron Acólito, Niñado, Solitario, Flauta y Colito. De negro y oro vistió Ortega y de rosa palo y oro César.
La banda de música de la Guardia Civil amenizó esta corrida. Este año de 1991 fue la explosión del colombiano. Toreó cuatro festejos en Madrid y en todos salió a hombros. Quedarían dos salidas más: 1995 y 2005.

Sevilla. Toros de Torrestrella para Emilio Muñoz, Juan Antonio Ruiz "Espartaco" y Finito de Córdoba. 21 de abril de 1994.

Para nacer en la sevillana calle Pureza hay que tener suerte. Y eso le ocurrió a Emilio. Y se hizo matador de toros para honrar a la calle en la que nació. Ese 21 de abril toreó con ese concepto tan maravilloso como es el que atesora nuestro protagonista. Cortó tres orejas porque en su primero la espada cayó lo suficientemente defectuosa como para que el presidente considerara que no podía otorgar el segundo trofeo. Lo bordó con el capote. Sus verónicas fueron jaleadas por sus paisanos.
Con la franela inició por alto a su primero y por bajo al cuarto con el fin de someterle. Sus dos obras fueron fundamentadas en el toreo al natural. Relajo, gusto, la muleta plana y la suerte cargada, ligazón y profundidad... Cerró su primera obra con un ayudado por alto, otro a media altura, un trincherazo y el de la firma. ¡Ahí es nada!; y por alto a su segundo. Emilio bordó el toreo y en volandas se lo llevaron por la Puerta del Príncipe aquella primaveral tarde en Sevilla. De su cuadrilla Manuel Muñoz brilló en varas y Paco Peña con las banderillas. Los toros de su lote se llamaron Trajerroto y Gastador. Vistió de oliva y oro.

Espartaco cortó una oreja a su segundo. Este quinto fue muy incierto. La labor de Juan Antonio fue todo paciencia y esfuerzo. Consiguió rubricar el trasteo con una estocada habilidosa así que la plaza premió al de Espartinas. Se enfrentó en segundo lugar a Idealista y a Barba Azul en quinto lugar. Lució canela y oro.

Fino se enfrentó a Flojito en tercer lugar y a Perezoso en el cierre del la tarde. Hicieron honor a sus nombres. Así que quitando unas bellísimas verónicas al sexto, poco pudo hacer. Juan no tuvo mucha fortuna ese día en la Real Maestranza de Caballería. Su terno fue blanco y oro.

Aranjuez (Madrid). Toros de Juan Pedro Domecq para Curro Romero, Rafael de Paula y Rivera Ordóñez. Se cumplió el bicententario de su plaza de toros. 5 de junio de 1997.

Se juntaron a estos dos genios para recordar que esta preciosa plaza lleva dos siglos celebrando fiestas de toros. El dinástico Francisco completó el cartel. Un paupérrimo juego del ganado frustró una gran tarde de toros. Curro se dirigió al Rey con estas palabras: "es para mí un honor brindar al Señor. ¡Va por el Señor! Cogió la muleta para trastear a un animal incierto que tendía a cabecear. El viento soplaba y El Faraón no se asentó. Varios muletazos sueltos bastaron para que destellease su magistral toreo. En el cuarto la cosa cambió y empezó su particular concierto de Aranjuez. Comenzó con una obertura de verónicas y tras el puyazo recitó otro ramillete por el mismo palo. Con la muleta interpretó una sinfonía compuesta de unas breves tandas de caricias en vez de muletazos. Debido a sus facultades pegó un bajonazo y dio el camero una vuelta al ruedo.
El jerezano acusó esos últimos años la debilidad de unas rodillas muy maltrechas. Rafael lanceó con duende y tirando de capacidad técnica, pues la física no quería saber nada. Esas muñecas son patrimonio cultural del toreo. No se puede torear mejor con el capote. Al quinto de la tarde le pegó una media colosal. Con la muleta firmó detallitos para deleite de los madrileños. También se dirigió al monarca en su primera lidia: "Majestad... ¡por usted y por España!
Fran toreó al tercero con gusto y relajo a la verónica. Con la muleta lo lidio toreó con unos asentados naturales. En este toro también brindó a D. Juan Carlos: "por usted y su augusta Madre". Su faena al sexto fue de muchos pases que emocionaron al público. Cortó una oreja y el presidente negó la segunda. Su lote fue el más potable.
Antonio Chacón en el primero y Sánchez Hipólito en el sexto lo bordaron con las banderillas. Con palos y capote estuvo José Antonio Carretero sensacional.

Vistieron de verde botella y oro, de obispo y azabache y nazareno y oro. Los toros se llamaron Estupendo, Oficial, Gañán, Duque, Nocturno y Divertido. 

Zaragoza. Toros de Cebada Gago para Emilio Muñoz, Pepín Liria y José Luis Moreno. 6 de octubre de 1998.

La corrida del hierro gaditano estuvo excelentemente presentada. En cuanto al comportamiento hubo un toro sensacional que recuerdan aquellos que estuvieron aquel día en la plaza: Juncal, lidiado en quinto lugar por Pepín Liria. Quitando el primero que fue bravo en el caballo, lo demás, ni fu ni fa.

El sevillano bordó el toreo a la verónica en su primer toro. Con la muleta hizo gala de la pureza de su concepto. Comenzó con unos estatuarios y recetó más tarde varias tandas muy ligadas y de buen trazo con ambas manos. Emilio cerró la obra con diferentes remates y falló con la espada. En su segundo toro poco pudo hacer ante el comportamiento mansurrón de éste.

El de Cehegín pechó con otro soso animal en segundo lugar y ante el mencionado Juncal estuvo muy digno. Ligó con la muleta varias tandas citando de largo. El toro se arrancaba pronto y alegre desde la distancia. Encastado y exigente, era difícil hacerse con él. Liria lo mató de una gran estocada. Cortó una oreja. Su banderillero Alejandro Rivero estuvo sensacional con el capote.

José Luis pasó sin brillo por la ciudad del Ebro. No tuvo suerte el cordobés ante dos toros muy vulgares. Los que sí brillaron, fueron los hombres de su cuadrilla en el tercio de banderillas.

Vistieron respectivamente de azul pavo y oro, de fucsia y oro y de salmón y oro. Los toros se llamaron Jaleoso y Botijero los de Emilio; Pagador y Juncal los de Pepín y Llamado y Bravío los del Moreno.

Valencia. Toros de Victorino Martín para Eulalio López "Zotoluco", Óscar Higares y José Luis Moreno. 21 de julio de 2000.

Por San Jaime, Valencia celebra su feria de Julio. Así que aquel verano de 2000, fueron los empresarios hasta tierras extremeñas para comprar seis toros de Victorino y contrataron posterioremente a tres bragados matadores para enfrentarse a ellos: el mejicano Eulalio López "Zotoluco", el madrileño Óscar Higares y el cordobés José Luis Moreno. La corrida estuvo excelentemente presentada y los toreros unos jabatos.

Al compás del pasodoble Pan y Toros, hicieron el paseíllo: de botella y oro el azteca, de grana y oro el madrileño y de blanco y oro el cordobés.
Salió el primero y Eulalio dio unas buenas verónicas dando sitio a un toro que humillaba y reponía. Su picador fue pitado por picar en demasía. Inició por bajo para enseñar y obligar al toro a embestir por los vuelos de las telas. Faena interesante a un gran toro. Lo mejor fue el magnífico toreo al natural, desde delante donde enganchaba al animal hasta el final detrás de la cadera. Mató de un bajonazo y cortó un trofeo.
Ante el cuarto, volvió de nuevo a bordar el toreo de capa. Cargando la suerte, se llevó al toro por verónicas desde las tablas hasta más allá de la segunda raya. A este "victorino" lo picó de cine Efrén Acosta como relato al final de esta crónica y en banderillas Vicente Yestera se desmonteró para recibir la ovación por sus dos pares de banderillas. Gran tarde de su cuadrilla. Brindó la faena a su picador. De nuevo por doblones comenzó el trasteo y rotundas fueron sus faenas por ambos lados. Con la espada, no se reservó nada, se tiró en corto y por derecho cayendo ésta ligeramente desprendida. Faenón de dos orejas premiado con una debido a una rácana presidencia y bronca a la misma por no concederla. Ovación al toro en el arrastre.
El sexto fue ovacionado de salida debido a su impecable estampa. Como Moreno estaba en la mesa de operaciones, el mejicano lidió a este último. De nuevo, dictó la tercera lección de cómo se debe torear a la verónica a esta sangre. Tres buenas varas de "Pimpi hijo" que sacaron los aplausos de Valencia. Este toro fue un espectáculo en el caballo. Y Félix Rodríguez lo bordó con los palos. Cerró la tarde el azteca con una última y maciza faena de muleta. Siguiendo la tónica de la tarde y como es aconsejable ante este encaste, volvió a torear por bajo en los inicios. El toro exigía firmeza y su matador lo estuvo. Toreó en redondo con la mano derecha y con la izquierda voló con clase los flecos de su muleta. Mató de un volapié hasta la bola. Cortó un total de tres orejas y salió a hombros. El toro, digno de vuelta al ruedo, fue ovacionado en el arrastre.
Esta corrida era la primera vez de "Zotoluco" ante estos toros. Estuvo colosal, como si los torease día tras día. Lo bordó con capote, muleta y espada. Tarde memorable del diestro mejicano.
Óscar lidió en segundo lugar a un toro que hacía hilo teniendo además la virtud de la humillación. En el caballo hizo este "albaserrada" una correcta pelea. Con la capa se gustó el de Madrid. Fue un toro difícil pero Higares supo en todo momento dar el sitio, las alturas y los toques precisos para sacar lo que este animal tenía. Mató de una estocada tras un pinchazo. Ovación al toro y al torero. De rodillas y al hilo de las tablas recibió al quinto. De nuevo bordó el toreo con el capote. Agustín Collado se pasó con la puya y en banderillas, Pedro Roldán y Miguel Murillo saludaron otra fuerte ovación. Dentro de la gran corrida que fue, este toro fue el que complicó un poco las cosas. Como estaba Higares ante él, nada malo podía ocurrir. Esfuerzo importante de este bravo madrileño que consiguió afianzarse y subir la intensidad de la faena a cada muletazo. La pena fue el pinchazo anterior a una soberbia estocada. Oreja al torero. Si ya era cicatera la señora presidente que se pensaba muchos los trofeos, ese pinchazo lastró la segunda oreja.
José Luis Moreno hizo ante el tercero una obra templada y mandona. Los pases fueron muy largos y profundos. La muleta era un látigo que hacía al victorino estar centrado en ella constamente. El andaluz estuvo fantástico. Tirándose en corto y por derecho al entrar a matar, el toro le asestó una fuerte cornada en el muslo. Cotó un trofeo y la plaza abroncó al palco por no dar el segundo.

Hablar de este día es hablar de un soberbio picador en las filas del mejicano Eulalio: Efrén Acosta. Aquel día, ante el cuarto elevó el tercio de varas a la altura de cualquier faenón con la muleta. Magistral. Un encastado "albaserrada" y un gallardo picador. En el primer embite el cárdeno victorino derribó al caballo y al jinete. Efrén se levantó visiblemente conmocionado pero volvió a tomar las riendas, nunca mejor dicho, y se puso manos a la obra. Citó en largo y el toro acometió de nuevo. En vez de usar el palo como vemos día a día en cualquier plaza, este varilarguero levantó la vara apuntando al cielo y en el último segundo cuando el toro estaba a milímetros del caballo, con la precisión de un reloj suizo bajó la puya y picó en la yema. Aquel puyazo fue magistral. Esa forma tan peculiar pero a la vez efectiva que tenía de usar la vara hizo historia. La plaza se puso en pie. Era como una caldera a punto de estallar.

¡Victorino! ¡Victorino! Aclamaba la parroquia al unísono al acabar. ¡Esto es la Fiesta! tarde de matices, de toreo... DE EMOCIÓN. No fueron los correosos y duros victorinos de antaño, pero dieron que pensar a toreros y cuadrillas. Estuvieron a la altura. El encierro fue bravo, encastado; hubo combate y hubo buen toreo. Siempre se dijo que cuando el viejo Victorino sonreía hasta mostrar su diente de oro, significaba que en el ruedo algo grande pasaba, y eso sucedió, pues Victorino estuvo radiante las dos horas largas que duró aquella tarde. Una tarde lastrada por Amparo Renau. Si Valencia es una plaza de 1º que suele dar orejas con facilidad, aquel día esta presidente negó varias orejas de ley que habrían engrandecido este festejo. Pero como esto no es un deporte y aquí mandan los sensaciones y no los números, eso poco importó.
Aquellos animales que tanto gustaron a criador y público se llamaron Molesto, Pleitista, Brasileño, Inventado, Desconocido y Verdoso.


2 comentarios:

  1. Vuelta al ruedo y palmas¡¡ Muy interesante....

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  2. Jacobo como siempre fenomenal y muy buen escrito, me vas a convertir en experta del toreo

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