viernes, 10 de julio de 2020

A Víctor Barrio.

Cuanto me gustaría creer que hay una gloria para aquellos que entregan su vida al Toreo. Querido amigo Víctor, si fuera así, dile a Gallito que la plaza de Las Ventas que él mismo diseñó, es la primera del mundo y que llevaba razón en que el toro moderno era el de Tamarón.
A Curro Puya le dices que hay un torero en La Puebla del Río que mece el capote como él.
Cuando veas a Paquirri le dices que sus hijos son matadores de toros y que heredaron su raza.
Si ves a Montoliú cuéntale que tiene un hijo que banderillea casi como él.
A Renatto le dices que él vive en Roca Rey.
Si estás cerca de Manolete cuéntale que un torero de Galapagar tiene ese carisma y sobriedad que él dejó en los ruedos. A Granero le hablas que un torero de Jerez se salvó de una cornada parecida a la suya y que con un parche sigue dando guerra.
Dale un abrazo a Ramón Soto Vargas y dile que su sobrino no pierde la ilusión.
No olvides decirle a Joaquín Camino que su apellido vuelve a estar en los carteles de noveles.
Al gran Antonio Bienvenida no le cuentes que algunos toreros van al campo sin afeitar y sin vestir de corto ya sabes como es y se disgustaría mucho. Cuando veas a Belmonte le dices que es el padre del toreo moderno.
Fúmate un puro con El Pana. No olvides abrazar a todos los maletillas y le dices a Yiyo que siempre será Príncipe del Toreo.
A los antitaurinos, perdónalos porque no saben lo que hacen. Cómo me gustaría creer que hay una gloria para todo aquel que pierde la vida en las astas de los toros. Si no es así, descansa en paz, que nosotros los poetas nos encargaremos de hacerte inmortal.

José León.


Caso Víctor Barrio: el Supremo confirma la condena a la concejal ...


Víctor Barrio. Grajera (Segovia) 1987 - Teruel 2016.




viernes, 3 de julio de 2020

Toros en el confinamiento (II).

Burgos. Toros de Joaquín Buendía para Antoñete, Julio Robles y Tomás Campuzano. 1 de julio de 1983.

En tierras de "El Cid" se reunió un cartelazo pero estos Santacolomas no lo pusieron fácil. La corrida en conjunto pecó de sosería y poca raza. Parejos y correctos de presentación. Detenido, Secretario, Fenicio, Lucerito, Buenos días y Contador fueron sus nombres.

Antoñete (grosella y oro) mostró su casta torera tras recibir un pitonazo en un lugar tan molesto como es la mano. Aguantó con un vendaje y ante un animal que no humillaba, procuró darle distancia y estar siempre bien colocado. Cortó dos orejas el madrileño. A su primero, ante un manso y desclasado animal, fue silenciado.

Julio Robles (blanco y oro) toreó airosamente por chicuelinas y no pudo lucirse en la faena de muleta debido al flojo juego de aquel toro. Ante el segundo de su lote, recibió con varias largas de rodillas y lo lanceó con unas elegantes verónicas. El de Fontiveros cortó una oreja gracias a un toreo lleno de clase y personalidad. La tanda de naturales que dio fue excepcional.

El de Écija (celeste y oro) saludó al tercero con un ramillete de jaleadas verónicas. Este toro no tenía nada dentro y Tomás se empeñó en que no era así. Puso todo de su parte para agradar a la afición burgalesa. Cortó una oreja. Cerró la tarde con otras tantas buenas verónicas y un ceñido quite por gaoneras. Las tandas fueron limpias y ligadas al toro más potable del encierro. Lo mató de una estocada honda.


Badajoz. Toros de Joaquín Buendía para "Antoñete", Julio Robles y José Antonio Campuzano. 1984.

Tercera de feria. Toros de Joaquín Buendía: Arquero, Bravío, Cariñoso, Morroqueño, Vizcaíno y Romerito. Bien presentados, dieron un juego dispar. En general fueron flojos y desclasados.

El madrileño, que de malva y oro llegó a Badajoz, abrió la tarde con un toro que acudía franco y noblón a las telas. La faena fue breve. De más a menos, pudo Antonio interpretar unos decorosos naturales. Mató de un gran espadazo. Y dio una vuelta al ruedo en el cuarto. Este toro, luciendo la bella estampa propia de su encaste, también pecó de sosería. Lo que no tenía el animal, lo puso el hombre. Perfectamente colocado, ligó varias tandas dejando la muleta siempre inmaculada para el siguiente muletazo. Rubricó la faena con unos ayudados por alto y estocada tras fallar previamente.

El torero de Fontiveros (blanco y oro) pechó en primer lugar ante un desclasado animal con el que poco pudo hacer. Ante el quinto la cosa cambió. Lo bordó. Las preciosas verónicas fueron rematadas con una graciosa media. Y toreó con mucha cadencia en un quite por delantales. Con la muleta estuvo sembrado. El momento más álgido, fue una serie de derechazos a media altura. La cadencia y clase de Robles perfumó de torería la plaza pacense. También cerró con unos ayudados por alto a dos manos y tras pinchar, metió la espada hasta la bola. Cortó una oreja.

José Antonio Campuzano vistió un bonito grana y oro. Formó un autentico gazpacho a su primero. Lo recibió con una larga de rodillas para caldear el ambiente y siguió con unas verónicas muy jaleadas. En el tercio de varas se lució interpretando dos suertes de capote, un galleo por cacerinas para llevar al toro al caballo y un posterior quite de la media luna antes de pasar al tercio de banderillas. Toreó por ambos lados teniendo los pases con la mano zurda más identidad que los de la diestra. Fueron un ramillete de naturales muy toreros, templados, ligados... asentadas las zapatillas, se lució el de Écija con este toro. Cerró con un variado repertorio de molinetes y el abaniqueo. Espadazo y dos orejas. En el sexto, se lució con otro galleo pero esta vez fue por chicuelinas y una larga como remate. Su banderillero Antonio Chacón clavó dos airosos pares muy ajustados. El toro estaba escaso de fuerzas y todo lo que hizo fue a favor del animal para no agobiarle ni exigirle. se esforzó en sacar a aquel "santacoloma" lo que tenía. La faena fue a menos y mató de otra gran estocada. Cortó otra oreja y salió a hombros.

Valladolid. Toros de Paco Galache para Andrés Vázquez, Roberto Domínguez y José Cubero "Yiyo". 13 de mayo de 1985.

El día de San Pedro Regalado, Patrón de los toreros, se celebró en Pucela con un cartel muy interesante: dos toreros castellanos y el madrileño José Cubero "Yiyo". Los míticos "patasblancas" de Paco Galache fueron los toros a lidiar. El encierro fue desrazado y muy blando. No dieron estos berrendos muchas opciones a la terna. Los toros se llamaron Habladote, Pajarero, Colombiano, Marinerote, Cigüeñito y Lujosito.

De blanco y oro llegó el veterano zamorano. Andrés reaparecía en la que era su tercera etapa en su carrera. Vistió de blanco y azabache. Deslucido su primer toro al que algo le ocurría en la vista debido al extraño comportamiento. Con la capa toreó con decoro un manojo de verónicas y con la muleta siguió dando varias tandas de escaso fuste. Mató de una estocada trasera. En el cuarto, mostró "El Nono de Villalpando" que la edad hace mella. No estaba en plenitud de facultades. En uno de los lances de capote, el toro le arrolló contra las tablas pegando al veterano torero una cornada en la axila. Él mismo se fue a pie a la enfermería. Roberto se hizo cargo del animal. Curiosa situación porque el toro llegó sin un sólo palo al tercio de muleta. Manso y desrazado, no permitió ni un pase.

Como torero local, Roberto (verde oliva y oro) tenía el total apoyo de sus paisanos. En su segundo toro, alanceó a la verónica para deleite de los vallisoletanos. El toro fue mal picado y en banderillas brilló Aurelio Calatayud. Este torero solía usar la espada de acero desde el principio así que tras un breve macheteo ante un toro que se defendía, abrevió y mató de una estocada tendida y muy trasera. Vuelta al ruedo tras petición. Ante el quinto, se lució en unas verónicas genuflexas para posteriormente erguirse y seguir de pie. Jesús Rodríguez picó bien pero levemente trasero. Tras clavar un solo par, el tercio se cambió y toreó por ambos pitones. Mató mal.

"Yiyo" (marino y oro) toreó con cadencia y mucho gusto a la verónica. Galleó por chicuelinas para llevar al toro al caballo y después volvió a torear por el lance fundamental del toreo con el capote. Soso y aburrido fue este tercero. Una borrica al que el de Canillejas dio muchos muletazos. Los primeros lances fueron los mejores, muy templados y encajados. ¡Qué gran torero era José! Innecesariamente alargó el trasteo y mató de una estocada caída. Dio una vuelta al ruedo tras petición. En el sexto insistió pero poco pudo hacer. Los despachó de una estocada caída. A finales de ese verano, Burlero se cruzó en su camino en Colmenar Viejo...

Madrid. Toros de Miura para Francisco Ruiz Miguel y Tomás Campuzano. 20 de mayo de 1987.

Un regreso al pasado. Ruiz Miguel y Tomás Campuzano se vieron las caras en la última de la feria de aquel año. Los toros estaban marcados con la A con asas y sus nombres fueron Guineo, Encendido, Flamenquillo, Habitante, Escogido e Inopinado.

El Torero de La Isla de San Fernando vistió del celeste y oro. Se enfrentó en primer lugar a un toro que iba con la cabeza por las nubes. Ante un toro que no pasaba, el gaditano macheteó por bajo y lidió magistralmente de pitón a pitón. Falló con la espada. En el tercero volvió a pelearse con otro que no permitía el lucimiento pero a diferencia del anterior, sí consiguió algún muletazo aislado. Volvió a fallar con el acero. El toro más potable del encierro fue el quinto. Ante este toro pudo Paco torear por verónicas y lucirse en unas chicuelinas posteriores tras el puyazo. El tercio de banderillas fue un caos. Pegó con la franela varias series de muletazos y al tener un aceptable pitón izquierdo, se puso por ese lado para torear dándole distancia. Cerró con unos pases por alto rodilla en tierra y tras una media estocada en la cruz, cortó la única oreja de la tarde.

Por su parte, el de Gerena lució un bonito azul pavo y oro. El segundo de la tarde, que tampoco humilló, lo recibió con otras tantas airosas verónicas y cerró dicho saludo con una buena media. Nulo comportamiento en varas, y en banderillas este toro no se dejó lidiar. Otro desmadre entre las cuadrillas y el presidente recibió una sonora bronca por cambiar el tercio con un solo palo. Fue todo pundonor en el último tercio batiéndose el cobre con semejante mansazo. En los terrenos del cinco continuó la lucha y mató de una estocada. Ovación. Ante el cuarto pudo pegar algún capotazo, pero estos toros en cuestión de segundos aprenden y no se dejan torear. Quitó por chicuelinas y cerró con una garbosa revolera. Se fue a los medios para brindar al respetable. Consiguió sacar varios muletazos por el lado derecho y en esta faena empezó a soplar el aire. Tomás resistió. Aún quedaba un último barrabás. Salió Desopinado y permitió a Campuzano gustarse en el toreo a la verónica. Se arrancó desde lejos al caballo de Manuel y con el pitón atravesó el duro peto hiriendo al caballo. Se llevaron al equino a los corrales para operarle pero minutos después murió. El segundo puyazo no tuvo la emoción del anterior. Con las banderillas, las cuadrillas lucharon en vano. Aquel Miura no quiso saber nada más y Tomás no pudo con él. Le espantó las moscas de la cara y se fue a por la espada. Acabó una tarde en la que, como dijo el propio Ruiz Miguel ante las cámaras de TVE, lo importante es que estaban todos vivos. Acabó un mano a mano sin historia marcado por el complicadísimo juego de estos legendarios animales.

Martín Toro en el tercero y Manuel Quinta en el sexto, fueron ovacionados por sus puyazos. Con las banderillas brilló Pedro Santiponce en el cuarto. Y curioso detalle, pues durante el festejo se vio a un operario en el callejón con un cartel que rezaba que el matador estaba autorizado a usar el estoque simulado.  

Sevilla. Toros de Sánchez Dalp para Julio Robles, Tomás Campuzano y Víctor Mendes. 13 de abril de 1989.

Floja y descastada corrida de Manolo Gónzalez, que esta vez lidió con el segundo hierro que poseía en vez del titular. Los toros se llamaron Manchado, Terrorista, Correnubes, Leopardo, Terciado y Arquitecto. Fue devuelto y salió Pavito, un toro del hierro de Peralta.
Julio Robles vistió de marino y oro, Tomás de tabaco y oro y el portugués de verde y oro.

¡Cuánto he oído sobre el gran torero de Fontiveros! Gracias a estos vídeos, ese aúrea de leyenda se acrcienta con ellos. Si ver a Julio en archivo y cuarenta años después es maravilloso, habría sido un lujo verle en directo. Este salmantino de adopción pero abulense de nacimiento abanderaba, como todo torero castellano, el toreo más recio, sobrio y a la vez clásico. Estuvo magistral con los dos toros que le tocaron en suerte. A su primero lo recibió con varias verónicas y remató con la graciosa revolera. Desplegó su torería desde el primer capotazo. "El Legionario" picó bien y en banderillas fue muy aplaudido Pedrín Sevilla. Y con la muleta comenzó rodilla en tierra varios pases por bajo. El plato principal fue una ramillete de muletazos con ambas manos y perfectamente supo quedarse colocado, ligar, someter, embarcar al animal en los flecos de la franela... Cerró con otra serie de ayudados por bajo y mató de una estocada caída. Cortó una oreja. Ante el cuarto, en los primeros compases de la lidia no hubo mucho que destacar salvo unos capotazos para fijar y enseñar al animal a embestir. Volvió Pedrín Sevilla a parear con eficacia. En la faena de muleta el toro se apagó y no quiso saber nada. Aún así, a base de insistir con esa raza que él tenía, consiguió Julio robar una tanda de soberbios naturales Tuvo que tirar de oficio y tras otra rotunda tanda, esta vez de derechazos, fulminó al animal de un espadazo y cortó otra oreja.

Tomás Campuzano no pudo brillar ante el blando segundo y ante el quinto saludó una ovación. En quites se picó el ecijano con Víctor. Lanceó por chicuelinas de mano bajísima y el de Vila Franca de Xira por verónicas. Otro animal desrazado que hizo a su matador exprimirse al maximo. Faena de insistencia que rubricó con una buena estocada. Lo más potable fueron unos naturales. Sevilla premió a su paisano con una ovación.

El peor parado fue el portugués. No tuvo la más mínima opción de lucimiento salvo sus excelentes pares de banderillas. Silencio en ambos.

Logroño. Toros de Victorino Martín para El Tato, Óscar Higares y Pepín Liria. 21 de septiembre de 1995.


Se abría la feria de la capital riojana con los afamados toros cárdenos de Victorino Martín. Se enfrentaron a ellos el aragonés Raúl Gracia "El Tato", el madrileño Óscar Higares y el murciano Pepín Liria. Éste último se presentaba en Logroño y era su debut con los grises albaserradas. De marino y oro vino Raúl, de tabaco Higares y el levantino lució un berenjena y oro. La vieja plaza de La Manzaneda vivía sus últimos años. Poco después se construiría el nuevo pabellón multiusos "La Ribera". Menos el segundo y el cuarto que fueron los más potables, la corrida decepcionó. No tuvo Victorino una tarde para recordar. Verdiño, Mediador, Gaditano, Dirigido, Protagonista y Membrillero. Así se llamaron estos seis morlacos.

Raúl pechó en primer lugar con un toro flojo y que se defendía. Todo lo que le faltó al animal, lo puso el hombre. Valor y raza. Mucho mérito tuvo la entrega del diestro maño. Acabó recibiendo una voltereta sin consecuencias. Ante el cuarto pudo volar airosamente los vuelos del capote. Y con la muleta realizó un trasteo que comenzó por bajo para ir domeñando al animal. El toro gazapeaba, no paraba... sacando de quicio al matador. Consiguió el de Zaragoza recetarle una templada y cadenciosa serie de naturales enganchando al animal y llevándolo fijo en las telas. El toro reponía lo que conllevó a su lidiador a perder pasos siempre para no quedarse a merced del animal. Tras varios intentos con el acero, logró acertar y tuvo que usar el descabello.

El madrileño se enfrentó en segundo lugar a uno de los mejores toros del festejo. Lo lanceó con gusto en unas verónicas rodilla en tierra. Con la muleta hizo sonar la música. Los doblones de inicio fueron muy toreros. Este toro fue el clásico saltillo: reponía, buscaba, humillaba mucho... Había que estar avispado y listo, pues en cuanto Óscar cometía el mínimo error, ahí estaba Mediador para recordarle que con él no se podía uno dormir en los laureles. La faena fue breve y emocionante. Dio una vuelta al ruedo tras perder el trofeo por fallar con la espada. El quinto fue un toro soso y áspero con el que Higares no pudo redondear su tarde.

Liria no tuvo suerte. Su lote no dio opción alguna. En el sexto se lucieron en banderillas Alejandro Escobar y Manuel García Martín.

Madrid. Toros de Dolores Aguirre para Pepín Liria, Juan José Padilla y José Pacheco "El Califa". 3 de junio de 2003.

Tres Josés en la arena de Las Ventas: un murciano, un jerezano y un valenciano. Vistieron de verde botella y oro, blanco y oro con remates en grana y blanco y oro respectivamente. Los toros se llamaron Comadroso, (fue devuelto y salió un sobrero de Criado Holgado llamado Pilarito), Fullerito, de Carlos Núñez; Mochuelo, también de Carlos Núñez, (que fue devuelto, y salió un sobrero de José Vázquez llamado Castoreño), Clavijero, Clavellino y Langosta. Ya fueran los toros titulares o los sobreros, en general la corrida estuvo excelentemente presentada pero mansa y complicada y líneas generales. 

El gran triunfador fue el valenciano. Llegaba a Madrid tras enterrar horas antes a su padre. Su primer toro, el sobrero de José Vázquez, huía y no quería saber nada pero a pesar de ello le enjarretó varias verónicas decorosas. Con la muleta, inició la obra por doblones para someter al áspero Santacoloma y por ambas manos cuajó series bajando mucho la mano para obligar y mandar sobre el animal. Al prepararse para entrar a matar, el toro se arrancó así que aprovechó para pegarle una estocada tendida y muy trasera. La gente pidió con fuerza una oreja que el presidente ignoró. Tras varios días sin comer ni dormir por todos esos avatares, sufrió un bajón de azúcar y pasó a la enfermería. Volvió al ruedo y para enfrentarse al sexto. Se las vio con otro frío y huido animal al que esta vez comenzó la faena con un pase cambiado por la espalda. En los terrenos del 6, plantó cara y a pesar de que el animal siempre buscaba escapar, consiguió templar y mandar en a embestida. Algunos naturales fueron tan cadenciosos que hicieron rugir Madrid. Los derechazos fueron muy profundos. La espada cayó levemente desprendida y Juan Lamarca concedió, esta vez sí, las dos orejas. Así que El Califa volvió a cruzar esa puerta grande tres años después, precisamente, ante esta misma ganadería. 

Pepín y Padilla quedaron inéditos. El murciano ante dos toros absolutamente mansos y parados, poco pudo hacer. El jerezano estuvo simplón en banderillas y dispuesto con la muleta pero vulgar en su toreo, y desacertado con el acero. 

Alfredo Cervantes y Carlos Casanova banderillearon con lucimiento al cuarto.