jueves, 20 de octubre de 2022

Cinco lustros absolutamente irrepetibles.

"Una licencia poética nos haría decir que el torero nació de la tierra porque la Puebla del Río es marismeña, y la misma es un territorio agreste donde vive el toro bravo, y antes, el uro. Luego, el arroz desplazó al toro a las dehesas serranas de la provincia, aunque como testimonio permanecen algunas vacadas: las de Peralta, la de los Moreno Santamaría, la de Escobar y, algo más lejos, en Villamanrique, los toros de Curro Campos. Además, Sevilla y su provincia es tierra de toreros: muy cerca de la Puebla, en Gelves, nació Joselito el Gallo; Camino, Romero, Julio Vito y tantos otros, en Camas; en Tomares, Bombita; en Gines Cortés y Cepeda; Jaime Ostos en Écija; Espartaco en Espartinas y en la capital una lista que se tornaría interminable: Belmonte, Cagancho, los Gitanillos, Chicuelo, Pepe Luis, Manolo González, Pepín, Diego Puerta..."   Álvaro Acevedo

Se cumplen cinco lustros de la alternativa de un torero absolutamente genial: José Antonio Morante Camacho. "Morante de la Puebla" en los carteles.

Nació nuestro protagonista el 2 de octubre de 1979 a orillas del río Guadalquivir en un pueblo a las afueras de Sevilla: La Puebla del Río. Con su primo Juan Carlos y sus amigos jugaba al fútbol, al escondite, al toro y a otros tantos juegos que cayeron en el olvido por culpa de tanta maquinita y otras modernas tecnologías. La niñez de Morante se limitaba a la calle Cervantes donde vivía y a las calles adyacentes. Durante su infancia, Morante solo tenía un sueño: ser torero. Por fin llegó el día en el que pudo ponerse delante de una becerrita. En la Vuelta del Cojo tentaba Manolo Vázquez, así que Rafael Morante se llevó al niño a lo de Pérez de la Concha y con apenas seis años consiguió dar un par de lances a la vaca. Sufrió un revolcón pero José Antonio estaba feliz, algo grande había ocurrido. A partir de ahí empezó a pulular por los tentaderos de los que se enteraba y recorría esa comarca marismeña buscando becerras que torear. Y por fin, con diez años, toreó en público en su pueblo en una fiesta que organizaron su padre y unos amigos. Un par de años más tarde, José Luis Peralta fue enseñando a José Antonio los misterios del toreo. Acabó encontrando a su primer mentor: Bizcocho. Era un taurino que se dedicaba a ayudar a los torerillos de La Puebla y localidades cercanas en sus primeras etapas así que ayudó a que nuestro protagonista lanzase su prometedora carrera. No fue Bizcocho un apoderado como tal ya que no hacía las funciones propias pero se las arregló y consiguió, un poco más tarde, que Leonardo, padre de Emilio Muñoz apoderase al joven sevillano.

Durante los primeros años de la década de los 90, José Antonio se curtió hasta su debut en el 94. Leonardo esperó y cuando vio que era el momento oportuno cerró en 1995 su presentación ante la cátedra venteña. No fue un debut estelar pero la afición madrileña vio que Morante era diferente. Que interpretaba el buen toreo. Siguió forjándose por las plazas españolas y en 1996 debutó en la Maestranza dejando una buena impresión y en Arnedo (La Rioja) ganó el prestigioso Zapato de Oro. En octubre de ese año, en el festival homenaje a José María Plaza cortó dos orejas y salió a hombros por la Puerta de Alcalá.

Al año siguiente se barruntaba la idea de que tomase la alternativa en en Sevilla pero vaivenes y desencuentros entre su nuevo apoderado, Miguel Flores y los empresarios maestrantes hicieron que Morante se doctorase allende Despeñaperros. Tuvo tiempo de torear esa primavera unas cuantas novilladas y a finales de junio, en tierras de El Cid, por fin se convirtió en doctor en tauromaquia acompañado de César Rincón y Fernando Cepeda. El mismo día de su presentación como matador en La Maestranza, cortó dos orejas a un toro de Victoriano del Río. Siguió toreando a lo largo y ancho de España y dos años después consiguió descerrajar la Puerta del Príncipe en abril de 1999. Aquel día toreó con "Litri" y "El Cordobés". Cortó tres orejas a un lote de Guadalest y cruzó ese umbral que da al Guadalquivir. Su temporada estaba más que lanzada pero en el mes de septiembre llegó un percance fortísimo: en la localidad madrileña de San Martín de Valdeiglesias un toro le partió varias vértebras. Tras cuatro meses en una cama se repuso y dejó durante las siguientes temporadas faenas absolutamente imborrables por toda la geografía taurina: Málaga, Bilbao, Nîmes, Madrid con un toro de Astolfi, Lima, Méjico D.F., Vistalegre, Leganés, Olivenza con los toros de Victorino, Alicante, Morón de la Frontera, Sevilla con toros de La Dehesilla, o las de San Sebastián a toros de El ToreroValdefresno, o Martín Arranz; las encerronas de El Puerto de Santa María y Jerez de la Frontera ... 


Pero por la cabeza de Morante rondaban mil cuestiones. Y también una enfermedad psíquica. Tras fallar estrepitosamente el Domingo de Resurrección de 2004 en la capital de España, Morante cortó su temporada y fue a tratarse a Estados Unidos. Reapareció una temporada después para seguir haciendo el toreo más bello: EspartinasJerez de la FronteraValencia, Málaga, San Sebastián, Salamanca, Granada, Huelva, Sanlúcar de Barrameda, Almería, Palencia, Valladolid, Barcelona, Bayona, Santander... 

A finales de 2006 surgió un bombazo que nadie se esperaba: José Antonio sería apoderado por el irrepetible diestro jerezano Rafael de Paula. En junio de 2007 volvió a retirarse no sin antes dejar obras como las de Jerez de la Frontera, las dos orejas en Sevilla, la Beneficencia en Madrid y en Granada por el Corpus con los toros de Gavira. Como regalo a los morantistas, volvió el día de Reyes de 2008 en la capital azteca, y toreando con "El Pana" demostró que estaba en plena forma. Entre sus hitos fue una oreja que cortó bajo el diluvio a un toro de Victoriano del Río en San Isidro y dos buenas faenas en Bilbao y San Sebastián, y entre sus fracasos mencionaré el petardo que pegó en solitario en Zaragoza. En 2009 mató Victorinos en Sevilla con "El Cid" y cuajó a Señorito, de Juan Pedro Domecq; en Madrid dejó una tarde para la historia: el toreo con el capote a otro toro de Juan Pedro Domecq. Absolutamente inolvidable. 

Entre 2010 y 2013 volvió a brillar con el capote en Madrid y salió a hombros en la exigente Bilbao tras un trasteo memorable a un toro de Núñez del Cuvillo. Cortó tres rabos: en Nîmes, Córdoba y en Cantalejo (Segovia). La media de Sevilla, la faena a un sobrero de Javier Molina también en Sevilla, la tarde de Valencia, Barcelona, Carabanchel, la encerrona en Ronda, mató Victorinos en Dax... por mencionar algunos recuerdos que dejó Morante aquellos años. Firmó pinceladas de enorme torería y también dio tardes ya olvidadas.  


Estos últimos años ha seguido demostrando que es un torero absolutamente genial: Illescas, Brihuega, las tardes en Salamanca con los toros de Galache, varias faenas de dos orejas en Sevilla (cada cual mejor que la anterior): a Dudosito de Cuvillo el 15 de abril de 2016, el 1 de octubre de 2021 y el 7 de mayo de 2022. Cortó un rabo en Linares (Jaén). Este pasado mes de septiembre también en Sevilla y ante los toros de García Jiménez hizo, una vez más, una obra inmensa marrada con la espada; en Pamplona por san Fermín bordó el toreo en el aniversario del centenario de dicha plaza, realizó dos faenones en Madrid ante toros de Alcurrucén y las verónicas a un toro de El Puerto de San Lorenzo el pasado 12 de octubre también en Madrid pusieron la plaza en pie.

Y tras el fallido intento de 2020, ha querido el sevillano cumplir la mítica cifra de cien festejos toreados (a falta de un festejo en Arenas de San Pedro).  Lejos quedan aquellos años locos de los noventa en los que Ponce, Jesulín o El Juli toreaban sin parar de febrero a octubre solo en Europa. Su predilección por el gran Joselito, hizo que en 2020, centenario de su muerte, quisiera José Antonio recordarle de diferentes pero por la pandemia, los planes se frustraron. Este 2022 ha cerrado su temporada con esa cifra tan redonda. 

Morante posee un concepto absolutamente innato. Ha ido imbuyéndose de todos aquellos que le han enseñado: Peralta en sus inicios, banderilleros con los que entrenaba de joven, de Rafael de Paula en su época de apoderamiento... Y por supuesto los vídeos. Grabaciones de todo tipo, imágenes antiguas... han ayudado a Morante a forjar una manera inigualable de lo que es torear.  

Capote: Si hay que hablar del toreo de capote, Morante está, sin lugar a dudas entre los grandes. Belmonte, Gaona, Curro Puya, Silverio Pérez, Pepe Luis Vázquez, Rafael de Paula, Fernando Domínguez, Fernando Cepeda... Morante tiene un hueco más que ganado en lo que el toreo de capa se refiere. Su repertorio es inmenso: las medias, los recortes, los galleos, las largas, las chicuelinas, los delantales... Y por supuesto las verónicas. El toreo fundamental de capa tiene en José Antonio uno de sus mejores exponentes. En alguna que otra ocasión, se ha ido de rodillas a la puerta de toriles. En su afán por investigar lances y suertes absolutamente olvidadas, estos últimos años ha recuperado suertes como la tijerilla, el recorte de Reverte y el galleo de El Bú. Y de su invención son dos quites: la morantina y la cigarrera, en honor a su pueblo y cuyo gentilicio es el nombre con el que ha bautizado esta suerte.


Banderillas: Morante tiene el aroma de los clásicos banderilleros. No es un torero al uso deportivo y explosivo. Lo suyo es la torería. Cita en corto, se deja ver y poco a poco arranca la carrera cuarteando hacia el animal. Clava en la cara y sale de la suerte con toda la gallardía posible. Un ejemplo, la goyesca de Jerez en 2003 con las antiguas banderillas de bullón, la Beneficencia de Madrid en 2007 o Valladolid en 2021.

Muleta: Si el repertorio de capote es inmenso, con la muleta no se queda atrás. Sus inicios de faena son una delicia. Si el toro exige suavidad y temple, Morante inicia por unos ayudados por alto y remata con el kirikikí. Si el toro tiene poder y fuerza, Morante se dobla con él por bajo. Si el animal tiene clase y recorrido, Morante improvisa una fantasía enorme de lances como por ejemplo el pase de la firma, hace un molinete, o pega un pase cambiado como en Madrid en la reciente feria de Otoño. O recuerda a Pepe Luis y su famoso Cartucho de pescado. Los naturales tienen la gracia del toreo sevillano. Tanto a pies juntos como cerrados, ya sea con la ayuda o no de la espada, Morante obra el mejor toreo. Los cierres también son sorprendentes: remates, cambios de mano, giraldillas, serpentinas, trincherazos, trincherillas, abaniqueos... Y cuando llega el toro exigente, Morante se faja con él y le puede. Ya sea en una faena de poder o espantar las moscas a un toro manso, brilla la torería en sus faenas. 


Espada: Morante procura ejecutar la suerte con pureza y pulcritud. Se perfila y va detrás de la espada. No pega saltos ni hace ademanes raros. No es un estoqueador contundente, y muchas veces, la espada le ha dado disgustos ya fueran tras faenas absolutamente insulsas o de cante grande. Pero cuando mata, mata de verdad.

El toro: Ha abierto estas últimas tres temporadas, tras muchos años encasillado prácticamente en los mismos hierros (cosa que es muy de agradecer), los encastes a lidiar. Por ejemplo, ha lidiado toros de ganaderías legendarias como la de Miura en Linares y La Maestranza, los "patasblancas" de Galache en Salamanca y Ciudad Rodrigo, los "santa colomas" de La Quinta en varias plazas del norte y de Francia, Atanasios en Madrid, los de Samuel Flores en Albacete, la frustrada encerrona en El Puerto con los jaboneros toros de Prieto de la Cal, Torrestrella etc. Por sus manos han pasado "ibanes", "veraguas", "albaserradas", "núñez", "domecq"...

Los vestidos: Su mejor imagen. Ojalá poner fotos de todos ellos. Ha lucido todos los colores tanto en oro, plata como en azabache. Sus bordados son únicos. Busca y consigue marcar diferencias con el resto. No suele usar pañoleta, sino un pañuelo. Y remata su imagen con coletas de pelo natural. Si tuviese que elegir un par de vestidos me quedaría con el sangre y oro de Madrid en 2007, un blanco y azabache usado un año antes en Jerez o Alicante, un verde y oro en Sevilla en Resurrección en 2010 o más recientemente un tabaco e hilo blanco. 


"Morante es el crisol donde se funden los mejores toreros del pasado. Cuando se dobla con un toro parece Joselito El Gallo. Cuando hace los recortes se parece a "Chicuelo" y su toreo a pies juntos también. Carga la suerte como Pepe Luis Vázquez. De Juan Belmonte recuerdan sus medias verónicas, en echar la pata "p´lante" y hundir el mentón en el pecho. En Morante se funde todo lo bueno, y además con una enorme torería. Es un compendio del toreo sevillano". Domingo Delgado

Veinticinco años dan para muchísimo y he intentado hacer un breve resumen. Estadísticamente, quedarían así sus datos más significativos:
Debuta como novillero el 16 de abril de 1994 en Guillena (Sevilla).
Alternativa: Burgos, 29 de junio de 1997. Toreó con César Rincón y Fernando Cepeda.
Confirmación en Madrid: 14 de mayo de 1998. Toreó con Julio Aparicio y "El Cordobés" un encierro de Sepúlveda.

Tardes como único espada: 
- 15 de agosto de 2002 en El Puerto de Santa María. Toros de Santiago Domecq, Torrestrella, Marqués de Domecq, Jandilla y El Torreón. Cortó una oreja.
- 12 de octubre de 2003 en Jerez de la Frontera. Toros de El Pilar, Gavira, Núñez del Cuvillo, Santiago Domecq, Carmen Lorenzo y El Torero. Cortó tres orejas y un rabo. 
- 11 de abril de 2004 en Madrid. Toros de Astolfi, Domingo Hernández, Alcurrucén, Hermanos Lozano, Martín Arranz y Núñez del Cuvillo. 
- 6 de junio de 2007 en Madrid. Toros de Gavira, Román Sorando, Ana María Bohórquez, Rosario Osborne y Núñez del Cuvillo. Herido en el quinto y oreja en el sexto. 
- 12 de octubre de 2008 en Zaragoza. Toros de Daniel Ruiz, La Campana, Fuente Ymbro, El Pilar, Zalduendo y Núñez del Cuvillo.
- 7 de septiembre de 2013 en Ronda. Toros de Juan Pedro Domecq y Parladé. Cortó tres orejas.
- 3 de diciembre de 2015 en Quito (Ecuador). Toros de Huagrahuasi y Triana (sin muerte).
- 30 de junio de 2016 en Lisboa. Toros de Zalduendo (corrida a la portuguesa). 
- 7 de agosto de 2021 en El Puerto de Santa María. Toros de Prieto de la Cal.

Nunca ha sido José Antonio un torero de cifras y récords. Sin contar este 2022, la temporada que más toreó fue el año 2000. Trenzó 78 paseíllos, estoqueó 155 toros, cortó 44 orejas y 1 rabo. Las plazas que más ha pisado han sido La Maestranza y Las Ventas, en ambas ha toreado en torno a la media centena de tardes

En mayo de 2018 cumplió su festejo número mil. Los compañeros con los que más ha toreado han sido El Juli, José María Manzanares y Enrique Ponce. Y entre sus ganaderías predilectas están, por reses lidiadas Núñez del Cuvillo, Juan Pedro Domecq y Zalduendo. Ha doctorado a veinte matadores y ha sufrido trece percances de diferente consideración entre los que destacan por su gravedad el ya citado de San Martín de Valdeiglesias de 1999 y la cornada en Huesca en 2013. 

Torero único y genial. Siempre sorprende y siempre da que hablar. Ya fuera por aquel "Tour del arte" en 2013, o por coger la manguera y explicarle a un arenero dónde y cuánto hay que regar, darse un "respiro" por no estar de acuerdo con las decisiones que toman los equipos veterinarios de las plazas de toros o cómo esta temporada se trasladaba a la plaza en un carruaje para asombro de viandantes como ya hicieran los toreros hasta principios del XX o por su compromiso en estos últimos años tan difíciles para la tauromaquia. Por todo eso, y tantas cosas más, a José Antonio hay que seguirle. No es un torero de registros y de enorme regularidad como otras figuras. A estos genios estas cosas poco les importan. Aún queda Morante para rato. Ojalá siga abriendo encastes, ojalá siga desempolvando viejas suertes del toreo y haciendo de los vestidos de torear auténticas obras maestras. Morante da disgustos y alegrías a partes iguales, pero nunca deja indiferente a nadie. Morante es diferente. Un torero absolutamente irrepetible. 





jueves, 13 de octubre de 2022

Un suspenso general y un triunfalista fin de temporada.

En la víspera de la Virgen de El Pilar se celebró la tradicional final del certamen "Camino hacia Las Ventas" que este año cumple su décima edición. El martes 11 se lidio una gran novillada de Lorenzo Rodríguez Espioja, de Ledesma (Salamanca) para Pepe Luis Cirugeda (botella y oro, Escuela de Navas del Rey), Alejandro Chicharro (blanco y oro, escuela de Colmenar Viejo) y Joel Ramírez (marino y oro, escuela de Tauromaquia de Madrid). 

La gran noticia fue la cantidad de gente que asistió. Trece mil personas según la empresa. ¡Más de media plaza! A punto estaba de salir el primer eral y aún seguían entrando espectadores por las bocanas de los tendidos altos de sombra como si de una tarde de figuras se tratare. Y mucha gente joven, muchísima. A la vista está que se dejó de hacer el festejo en horario matinal y se quitó a un novillero con caballos que aumentaba el festejo en dos animales más y salió bien. Era infumable tragarse ocho toros una mañana, salir pitando a comer y volver corriendo a la plaza para asistir al festejo vespertino con el café y el postre aún en el gaznate. 

Me aburrieron los muchachos. Mecánicos, iguales, sin personalidad... Mismos quites, mismas formas,  mismos inicios. Cortados por el mismo patrón. El que se llevó el premio, porque decir triunfador no sería justo, fue Cirugeda. Dio una vuelta en el primero y cortó una oreja al cuarto. Por mí, el trofeo habría quedado desierto. Me acuerdo del buen toreo de David González en la primera edición, de las puertas grandes de Carlos Ochoa en 2015, de Francisco de Manuel en 2016 y de Álvaro Burdiel en 2019, de la raza y actitud de Isaac Fonseca un año antes... Todos ellos dejaron un gran sabor de boca con lo que salió por toriles pero este martes es que no hubo por dónde cogerlo. Una novillada enclasada y que dio enormes opciones de triunfo, pero no fue aprovechada por tres chicos que a medida que toreaban, parecía cada uno un calco del anterior. Son chavales que empiezan, por lo tanto no hay que tener la misma exigencia que con un veterano matador, pero me consta que algunos de ellos ya llevan tiempo toreando por los pueblos y cogiendo experiencia. Por lo tanto un toque de atención sí hay que darles. Así se las ponían a Felipe II. Y así se las pusieron a tres novilleros que torearon ante la cátedra madrileña y suspendieron un examen ante una novillada que garantizó una matrícula de honor. 


Fueron muy aplaudidos los buenos pares de Raúl Ruiz al segundo. 


Se acabó la temporada. El miércoles 12 fue el único día que se abarrotó la plaza. Ni los sevillanos el viernes ni Morante el sábado consiguieron vender todo el papel. Madrid se llenó para ver al torero del momento: Andrés Roca Rey. La terna la completaron Alejandro Talavante y Francisco de Manuel. Los toros lucieron hierro y cintas de Victoriano del Río. En segundo lugar tuvieron que salir hasta dos sobreros del mismo hierro y la corrida en conjunto fue noble y boyante. 

La última vez que Madrid vio salir a dos matadores de toros juntos fue en 2016, en aquella Beneficencia José María Manzanares y Alberto López Simón salieron tras cortar dos orejas cada uno. Este día del Pilar Andrés y Francisco cortaron dos y tres orejas respectivamente. La plaza volvió a ser un manicomio. Roca cortó dos orejas al segundo. Fue una faena en la que el peruano tiró de su habitual repertorio. Los habituales inicios cambiados por la espalda citando de lejos al animal, unos derechazos muy profundos y unos naturales que no fueron redondos del todo. El peruano consiguió sacar todo lo que tenía aquel "victoriano" y cerró la faena con unas desiguales bernadinas. La faena fue buena pero no como para tal premio. Así un manicomio enloquecido pidió una exagerada segunda oreja haciendo de ella el salvoconducto para abrir la puerta grande, así pues tras las de 2016 y 2019, Andrés salió a hombros de Madrid por tercera vez. Ante un vulgarote sexto, RR fue silenciado.

El otro triunfador fue Francisco de Manuel. Cortó un total de tres orejas. También fue un premio demasiado excesivo, ni la primera faena era de oreja ni la segunda de dos. Lo más sensato hubiera sido un balance total de vuelta al ruedo y oreja. Quiso buscar la colocación y torear bien. Comenzó de rodillas. Citó de lejos y pegó un ramillete de derechazos para calentar al público. Ya de pie, el joven toricantano recetó una nueva y rotunda serie por derechazos pero al coger la mano izquierda la intensidad de la faena bajó mucho. El toro se acabó rajando y la estocada no fue perfecta. Como Roca sufrió un corte en la mano izquierda, Francisco toreó al quinto mientras Padrós y su equipo atendían a RR en la enfermería, así se corrió turno para que éste se enfrentase al último del festejo. Y cortó dos orejas. En este quinto bordó Fran un quite por chicuelinas: mecidas, de mano baja, muy lentas... Después de ese éxtasis con el capote, Madrid clamó con un manojo de naturales al ralentí. Imposible torear más despacio. La faena fue buena. Hay ganas, actitud y buenas formas. Aquí hay torero. Cerró el trasteo con una estocada de mala ejecución que debió lastrar el trofeo pero ni por esas, de nuevo, un público ávido de triunfalismo le premió con las dos orejas. Así pues Francisco y Andrés, cruzaron en loor de multitudes cruzaron ese arco mudéjar que da a la calle de Alcalá.


Talavante cerró pésimamente su temporada más gris. Salió derrotado de Las Ventas. Apático y desganado, se dejó vivo al cuarto toro. Año absolutamente en blanco del extremeño.

Los toreros vistieron respectivamente de burdeos y oro, corinto y oro y blanco y oro. Entre los de plata destacó Miguelín Murillo banderilleando al primero y en el sexto la lidia de Juan Carlos Rey y un par de Fernando Sánchez.



(Fotos: Ana Escribano y Andrew Moore )




miércoles, 12 de octubre de 2022

Un toro de bandera y la clase de Uceda Leal.

El sábado 1 de octubre se anunciaron en mano a mano dos novilleros que esta primavera han logrado cruzar ese arco mudéjar que es la Puerta de Madrid: Víctor Hernández (blanco y oro) y Álvaro Alarcón (verde y oro).  Una vez  más, y ya he perdido la cuenta, trajo desde San José del Valle Ricardo Gallardo una novillada. La factoría Fuente Ymbro es como la SEAT. Produce toros en cantidades industriales. Si no me fallan las cuentas, a falta de la corrida del próximo domingo 9, desde Los Romerales han salido con destino la plaza de Madrid en torno al medio centenar de animales. Salvo el primer cornúpeta que tuvo clase y nobleza, lo demás fue un rosario de animales sosainas. El sexto debió ser devuelto. 
Si hay algo que destacar en esta novillada, fue el certero uso de las espadas. Se agradece. Salvo Álvaro en los dos últimos que falló, en los cuatro restantes se vieron buenos espadazos.

Víctor saludó una ovación en el primero. Toreó con mucha profundidad a un novillo noblote pero al que le faltó fuerza. Ante el tercero saludó otra ovación y cortó una oreja al cuarto de la tarde. Sus mejores pasajes fueron sus series con la mano izquierda y la estocada fue sensacional. En su primero hubo una tímida petición de oreja y en este, con una clara mayoría, el madrileño consiguió el primer trofeo de la feria. 


Alarcón sufrió en el segundo de la tarde una cornada de quince centímetros pero aguantó en el ruedo hasta dar muerte al animal. Pasó a la enfermería y volvió a la arena para enfrentarse a los dos últimos novillos. Herido, mellado de facultades y unido a un lote que apenas dio opciones, poco pudo hacer el toledano.  

El sobresaliente fue Adrián Henche (marino y oro). Destacó la brega de Víctor García ‘El Víctor’ en el cuarto y Gómez Escorial en el quinto. Y con banderillas saludaron Marcos Prieto en el cuarto y Andrés Revuelta en el quinto.


El domingo 2 actuaron Adrián de Torres, Román y Ángel Sánchez. Curioso detalle pues los tres vinieron de blanco pero en las tres variedades que ofrecen los sastres taurinos: en oro Adrián, de plata Román y en azabache Ángel Sánchez. El encierro de Adolfo trajo un segundo toro muy bien presentado y un sexto que fue una alimaña. Áspero y exigente animal que mandó al de Colmenar a la enfermería.  Los demás pecaron de falta de casta. 

Adrián de Torres a pesar de haber cumplido una década como matador de toros, no había venido a Madrid en todos estos años, así pues en este dominical festejo confirmó su doctorado. Y pasó sin suerte. Se ganó su actuación en esta feria otoñal por sus buenas actuaciones en los festejos veraniegos pero la suerte no le acompañó en el ruedo madrileño. Aguantó las sosas embestidas del primero pero lo hacía atropelladamente, como si tuviera prisa. En el cuarto se llevó una bronca. Tuvo altibajos el trasteo. Llegó a pegar algunos naturales muy sentidos que alegraron a la concurrencia. Por hacer una faena pasada de tiempo, el Adolfo se complicó y puso las cosas muy difíciles para la suerte suprema. El de Jaén se atascó con la espada y a punto estuvo de sonar el tercer aviso. Temiéndose lo peor, tiró de descabello para aligerar y pegó un sainete. "¡Se mata con la espada!", se escuchaba y con razón por los tendidos. Debut para olvidar del de Jaén en la Villa y Corte. 

Román se lució en el saludo de capa. Con el mentón hundido y jugando los brazos con majeza, consiguió enjarretar al cárdeno un animal un manojo de buenas verónicas. Tuvo cierta emoción emoción el animal. En una faena que no de terminó de redondear el valenciano, llegó a dejar instantes de mucho mérito. El quinto fue muy protestado y la gente pidió su devolución pero don Víctor Oliver no quiso sacar el pañuelo verde dejando a Román sin la opción de poder tener un toro en condiciones.

Cerró terna Ángel Sánchez. Su primer toro fue a menos y acabó aplomado. Durante el tercio de varas, se picó en quites con Adrián. Éste toreó por gaoneras y el madrileño se ajustó al toro con unas ceñidísimas chicuelinas. El duro sexto le mandó a la enfermería y Adrián despachó al animal con un eficaz golpe de descabello.


Iván García brilló por su brega al primero y por sus pares de banderillas al cuarto. Curro Javier banderilleó estupendamente al tercero y lidió con mucha eficacia al sexto. 


El jueves 8 se lidió la segunda novillada del ciclo. Desde una provincia con tan poca tradición en lo que a la crianza del toro bravo se refiere como es la de León, se corrieron los santacolomeños animales de Valdellán para el francés Yon Lamothe, el madrileño Diego García y el murciano Jorge Martínez. La corrida se remendó con dos novillos de la ganadería de López Gibaja (quinto y sexto).

Tarde insípida y larga, ya que en el sexto toro, salieron hasta dos sobreros. Francés y madrileño estuvieron apáticos. Toreaban sin alma, como para pasar el trámite. El triunfador fue el levantino. Jorge dio una vuelta al ruedo en el tercero. Fue el de Murcia uno de los novilleros triunfadores de mayo y se le esperaba con ilusión. Volvió a dejar un gran sabor de boca. Quiere hacer las cosas bien y torea con gusto y personalidad. Lo más lucido de su trasteo fueron los finales para cerrar la faena de muleta. Como queda dicho antes, hasta tres toros salieron por toriles para cerrar la novillada, cada uno más inválido que el anterior así que el murciano no tuvo ninguna opción.


Yon Lamothe vistió de verde oliva y oro (se presentó en Las Ventas), Diego García de blanco y oro y  Jorge Martínez de nazareno y oro. Entre las cuadrillas destacó Víctor Pérez banderilleando al primero.


El viernes 7 se derrumbaron los Pilares. No los de la plaza sino los toros salmantinos de Don Moisés Fraile. Inválidos y flojos. El quinto tuvo una presentación indigna para Madrid. Cuando no hay mucho que contar, no merece la pena alargarse sin sentido. Después de lidiar dos corridas exigentes, duras y que hicieron sudar en 2019 y el pasado mayo en esta plaza a los toreros modestos que se enfrentaron a ellas, este día 7 con tres figuras de postín la corrida fue una auténtica catástrofe. Unos breves apuntes es lo que se puede desgranar de esta tarde. 

Las esperanzas se perdían a medida que avanzaba la tarde. Diego Urdiales (verde y oro) atesora un toreo exquisito pero no terminó de verlo claro. En el primero dejó destellos con capa y muleta y cerró la faena con una buena estocada. Y poco pudo hacer el de Arnedo con el cuarto. Un grandón toro que se paró mediada la faena de muleta ante la desesperación de Urdiales. 


Por su parte, Juan Ortega (botella y oro) se lució en un precioso saludo al segundo de la tarde. Con esas verónicas me quedaré. Al quinto, le pegó un ramillete de ayudados que fueron inmensos: por bajo, a media altura y por alto. Cerró con un molinete y un pase de la firma. El resto de la faena fue un toreo templado a aquel "pilar". Los derechazos fueron siempre a media altura, pues exigir al toro supondría que se viniese abajo. La tanda fue pausada, siempre dando sitio y dejando al animal a su aire. Dio el sevillano una clamorosa vuelta al ruedo. 


Cerró la tarde otro sevillano: Pablo Aguado (lirio y oro). Sus pasajes con el capote fueron emocionantes. No terminó de redondear las series pero dejó muletazos de toreo caro. Fue ovacionado en el tercero y silenciado en el sexto.


Al romper el paseíllo se recordó al matador de toros Luis Alfonso Garcés fallecido horas antes. 


El sábado 8 se anunció un cartel de campanillas: dos veteranos como Uceda Leal y Morante de la Puebla flanquearon en el paseíllo al gran triunfador de San Isidro: Ángel Téllez. Si el día anterior lidió Moisés, hoy tocaba otro encierro de la familia Fraile: Lorenzo; hermano de Moisés y propietario de una vacada que se anuncia con el nombre de El Puerto de San Lorenzo. En cuarto lugar salió un sobrero de José Vázquez. Variopintos y de diversa condición, destacó el gran tercero, de nombre Langosto. 

La corrida tenía que haber concluido en el tercero. Los tres restantes fueron sosos y anodinos. De teja y oro llegó Uceda Leal. Estuvo sensacional en el primero. Clasicismo y torería madrileña. El de Canillejas lo bordó con capote, ya que replicó por chicuelinas un rotundo toreo a la verónica de Morante, y con la muleta porque toreó a placer a aquel toro, y antes, de salida, meció con suavidad la capa dirigiendo las embestidas de aquella res. José Ignacio dio una rotunda vuelta al ruedo. Hubo cierta petición pero no hubo oreja. Si José María Manzanares sigue con el síndrome Peter Pan y no quiere asumir que ya no es un muchacho recién doctorado, sino un matador con diecinueve años de alternativa y sigue sin abrir carteles aunque sea a base de meter rejoneadores o dar alternativas, aquí tiene a un pedazo de torero para que le abra cartel tarde sí y tarde también. Además mata, y muy bien.  


En una feria que giró en torno al recuerdo del gran Antonio Bienvenida, Morante quiso homenajearle de diferentes maneras. Una de ellas fue el vestido. Un verde manzana y oro, color que últimamente apenas se usa. Y otra fue el pase cambiado. Salvando esos detalles y las monumentales verónicas al primero de la tarde, José Antonio fue silenciado. En los últimos coletazos de la temporada, Morante va a cumplir los cien festejos. Si no me equivoco, le quedan dos festejos para redondear tal apabullante cifra. 


Ángel Téllez vistió de burdeos y oro. En tercer lugar salió el ya gran Langosto y vendió cara su vida. Tenía nobleza y fijeza, pero también tenía casta y poder. Un toro de bandera. Ángel lo hizo todo mal. ¿No hubo nadie aconsejando al muchacho? Se ve que no. Cuando el toro requería muletazos de uno en uno, Ángel quería series continuas de muletazos. Cuando el toro requería Téllez mando y dominio, Ángel toreaba como si ya el animal estuviera programado para embestir... En fin, un cúmulo de despropósitos. Fue ganas e ilusión pero también fue juventud e inexperiencia. A su favor diré que tiene apenas tres años de alternativa, así que con más motivo necesitaba tener a alguien que le diera el oportuno consejo. Y no llevó mala cuadrilla así que con más razón para que este toledano diese un nuevo golpe en la mesa para afianzar su posición en el escalafón. 


Entre las cuadrillas destacaron Rafael Vioti lidiando y un buen par de Juan Navazo, ambos al tercero.
 

Cerramos el domingo 9 la Feria de Otoño 2022 con los animales de Ricardo Gallardo. Los toros de Fuente Ymbro dieron opciones en la muleta. La corrida fue remendada con un toro de El Puerto de San Lorenzo, que salió en sexto lugar.

Miguel Ángel Perera vistió de marfil y oro. Fue exigido y se le protestó la colocación toda la faena. Saludó una ovación tras una faena en la que abundaron los enganchones. Tras varias tandas simplonas despachó al animal con una estocada desprendida. Su segundo toro estuvo inválido ya que mostraba cojera en la mano derecha y aún así el presidente no lo devolvió a pesar de la insistente petición por parte de la parroquia venteña. 

Los toros que se lidiaron en segundo y quinto lugar le tocaron en suerte al galo Juan Leal que vistió de verde y oro. ¿No hubo nadie en el callejón que le dijera a Juan que sus toros tenían más opciones de las que él pensaba? Mostrar valor y pasarse a un toro a milímetros de los muslos a mí me admira, pero no me llena, no me levanta del asiento. Ahogó a ambos animales y él mismo lo echó a perder. Horrorosa tarde del francés. 

Un precioso lirio y oro lució Álvaro Lorenzo. Insípida tarde del toledano. Toreo moderno y periférico fue el que desarrolló este joven manchego. Metiendo pico y tirando líneas, no terminó de aprovechar ni la boyantía del tercero ni la nobleza del sexto.

Entre las cuadrillas destacaron Curro Javier bregando al primero, un buen par de Javier Ambel también en este toro. Otro excelente par de Andrés Revuelta al tercero, el gran puyazo de Vicente González al quinto. En el sexto se lució la cuadrilla al completo de Lorenzo: Andrés Revuelta con el capote y Fernando Sánchez e Iván García con banderillas.



(Fotos: Andrew Moore y Ana Escribano)



jueves, 6 de octubre de 2022

Cantinillo honró al encaste Atanasio.

Torear en Madrid y cruzar su puerta grande es el sueño de todos los toreros. Empresa difícil pues es algo que no está al alcance de muchos. Son muchos los factores que deben reunirse para poder conseguirlo. Así le sucedió al protagonista de nuestro capítulo de hoy: Juan Bautista. Matador de toros francés que saboreó un triunfo en Las Ventas hace ya quince otoños. Retirado del toreo y actualmente empresario de algunas plazas allende los Pirineos y apoderado, goza del siguiente historial en la Villa y Corte: casi una treintena de tardes en las que consiguió un total de cuatro puertas grandes siendo una de ellas en su presentación de novillero en junio de 1999.

Juan Bautista

Su tarde más rotunda y es la que hoy nos ocupa fue su primera salida a hombros como matador de toros. Ha llovido, ya que nos vamos a remontar al año 2007. En una fresca tarde otoñal toreó con Miguel Abellán y Miguel Ángel Perera ante un encierro de El Puerto de San Lorenzo. 

Hablar de esta ganadería salmantina es hablar de un hierro que es clásico en Las Ventas. Su antigüedad data de abril de 1982. Suele lidiar varios encierros en esta plaza durante una misma temporada y los aficionados más avezados recordarán toros muy importantes. El que hoy quiero desempolvar se llamó Cantinillo.

Cantinillo fue un toro hondo, con mucha caja y muy serio, como es habitual en el encaste Atanasio-Lisardo. Salió en quinto lugar y en los primeros instantes de la lidia acusó las características de esta sangre. Huido y difícil, no se dejó torear con el capote. Los primeros lances de tanteo demostraron los primeros esbozos de la gran clase que atesoraba Cantinillo, pero claro, se requería un torero capaz de conseguir que el animal sacase esas virtudes. Ahí estaba Juan Bautista preparado para tal desafío. Y en los medios del platillo, este torero de Arlés toreó a la verónica y a cada pase el animal metía humillaba y buscaba con tesón los vuelos de la capa. Durante los primeros tercios no ocurrió nada reseñable.

Juan Bautista. Media

Pero la cosa cambió en el último tercio, vaya si cambió. Una vez que JB cogió muleta y espada, el toro lució su extraordinario comportamiento. Fue a más desde el primer muletazo. Pronto y repetidor, hizo que el francés emocionara a Madrid con su toreo. Lo citaba de largo y cual Talgo, el toro salmantino acudía a las telas del matador. Éste, encajado y asentado en la arena, crujió Madrid con varias tandas por cada pitón. Una de esas tandas con la mano izquierda fue soberbia. Madrid estaba en pie. Aquel animal no se cansaba de embestir. Cada serie de muletazos era rematada con diferentes suertes que el francés  realizaba con muchísima personalidad: los pases de trinchera, el desdén, el de la firma... Fue un trasteo breve, muy intenso y lleno de torería. Juan estuvo a la altura de tan gran toro. Templaba y mandaba sometiendo al animal con los vuelos de su muleta.

 Lo cuajó, como se dice en el argot. Quedaba el cierre, o sea, rubricar, completar la obra. Si José María Manzanares está catalogado como un soberbio estoqueador y un especialista en la suerte de recibir, Juan era otro cañón con la espada. Sus estocadas eran certeras. Y también era otro matador que la suerte de recibir la realizaba con una sensacional efectividad. Y así cerró el trasteo. Dejó la espada en lo alto y la hundió hasta la roja empuñadura. En cuanto el toro dobló, veinticuatro mil almas flamearon sus pañuelos. La dos orejas fueron rotundas. Por segunda vez en la historia de Las Ventas, un francés cruzó a hombros ese umbral mudéjar tras la que consiguió su paisano Sebastián Castella ese mismo año en el mes de mayo. Y no sólo fue premiado JB. Cantinillo fue despedido con una fortísima ovación mientras era arrastrado por las mulillas. Un toro para el recuerdo junto un bravo francés que supo lidiar con la casta de aquel Lisardo y rellenaron juntos otra página de oro en la historia de Las Ventas.


Juan Bautista. Natural


                                (Fotos: Juan Pelegrín)