lunes, 2 de mayo de 2022

Larga vida a un toro bravo.

Una nueva entrega de mis recuerdos en la plaza madrileña. En esta ocasión retrocederemos en el tiempo hasta llegar al año 2006. Uno de los pasajes cenitales de esa temporada tuvo lugar en el mes de mayo. Al hilo de la Corrida Goyesca que tendrá lugar hoy en la capital, esta vez en "Sucedió en Madrid", el protagonista de estas líneas no va a ser un torero sino un toro. Si hubiese que hacer que una lista con los más bravos de los últimos años, éste estaría sin duda en los puestos más altos. Y si hablo de toros bravos y corridas goyescas, los más aficionados sabrán que me refiero a Mulillero, número 11, de 525 kg y nacido en noviembre de 2001. Un extraordinario animal de Adolfo Martín. Su matador fue el madrileño Luis Miguel Encabo.

                       

Salió en segundo lugar y sus primeras reacciones en el ruedo aclaraban que iba a vender muy cara su vida. Que iba a combatir hasta el último aliento. Exigiendo y siempre muy humillado en el capote, tuvo Encabo que sacarlo hacia los medios. No dejó que le torease a la verónica.
Una vez parado el toro, sacó el Usía el pañuelo y ordenó que saliesen los picadores. El afortunado fue el luso Rafael da Silva. Buen lidiador y sabiendo del espectáculo que protagonizan estos toros en el peto, lo lució el matador poniéndolo de largo. El animal era un torrente de bravura y en el caballo lo demostró. Tres emocionantes puyazos pusieron a Las Ventas en pie. Y como guinda, puso el matador al toro en suerte para un cuarto puyazo pero ordenó al picador dar la vuelta a la vara para que no fuese picado por cuarta vez. El toro lo habría aguantado con creces. Casi desde los medios y a la voz del portugués, fue Mulillero como una exhalación. Ovación clamorosa a Rafael cuando el presidente cambió de nuevo el tercio. Maravilloso.
Finalizado el primer tercio, se adornó el torero en unas chicuelinas finales antes de coger las banderillas. Consumado rehiletero, desplegó Luis Miguel sus facultades en tres diferentes suertes del arte de banderillear: de dentro a afuera, de poder a poder y por los adentros. Brilló con solvencia en los tres pares.
 Se volvió a cambiar el tercio y en la muleta el toro iba a más, embistiendo con prontitud, galope y humillación. No había que perder el tiempo. Había que apostar y ponerse de verdad. O lo cuajas o te hunde. Para consagrarse. El de Adolfo era un tejón. Fiero y encastado. En el último tercio se vio una de las principales cualidades de este encaste respecto a otros: lo rápido que aprenden. Encabo desbordado. No podía con él. Se fue a por la espada y tras perfilarse la dejó trasera y baja. Mala estocada. Rodó el toro y en el arrastre las mulas se lo llevaron con todos los honores. Pitos al torero.

Que Dios me libre de un toro bravo, que del manso me libro yo. Es éste un dicho que desde antiguo se comenta cuando hay un toro de semejante magnitud y el torero hace lo que puede. ¿Estuvo mal Encabo? No, quizá el planteamiento de la faena no fue el idóneo pero queda claro que el burel estuvo por encima de su matador. Ahora que están tan de moda los indultos, en cuanto un toro embiste con nobleza y suavidad a una muleta la gente pide su perdón. ¿De verdad son conscientes de lo que conlleva un indulto? No podemos premiar la dulzura y la docilidad. Un toro no puede ser fácil y que sirva como dicen los periodistas en prensa y televisión. No señores, parafraseando al Marqués de Albaserrada un toro no sirve, no es un camarero. Un toro planta batalla y hay que saber LIDIARLO. Si recordamos toros fieros y exigentes, muy pocos son los toreros que libraron ese duelo con triunfo. Basta con visitar el patio de mayorales de La Venta de El Batán y comparar las reses premiadas con el resultado artístico de sus matadores.
¿Era de indulto Mulillero? A mi juicio, sí. Y eso dijo el ganadero en más de una ocasión. No le dieron ni la vuelta al ruedo.
En una tarde de mayo en la que los madrileños recordábamos la lucha de aquellos héroes contra las tropas napoleónicas en 1808, en la calle de Alcalá otra batalla hizo que un toro de lidia pasase a la historia. La emoción y el peligro encarnados en un animal bravo.
Larga vida a Mulillero.





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