jueves, 17 de febrero de 2022

Toros en el confinamiento (V).

 Madrid. Toros de Victorino Martín para Francisco Ruiz Miguel. 19 de mayo de 1986.

Quince años después de aquella tarde en la que el zamorano Andrés Vázquez eligiera seis toros de esta ganadería para realizar una gesta sin precedentes, el torero de La Isla de San Fernando repitió lo que ya hiciera en su día el Nono de Villalpando. En San Isidro del 86 se encerró con seis toros de este legendario hierro. Si el diestro castellano salió airoso, el gaditano también lo logró. Vestido de corinto y oro peleó contra los cárdenos toros y contra el fuerte viento que sopló toda la tarde. Aquella media docena de grises albaserradas se llamaron Mulillero, Balconero, Melonero, Trescuernos, Ventolero y Lagartijo; variados de presentación y juego.

Toreo y épica. Mostró todas sus facetas el veterano diestro que ya estaba consolidado como máxima figura del toreo. Ocho puertas grandes en Madrid lucía su palmarés. En los últimos años de su trayectoria, cuajado y con la experiencia que da el tiempo, cruzó él solo el ruedo de Las Ventas para llevar a cabo tal gesta.
Al primero lo saludó en un ajustado quite rodilla en tierra a la verónica. Se peleó con él en la faena de muleta y lo fulminó de una gran estocada. Palmas al matador.
Se gustó con la capa en el segundo. A este toro le cortó la primera oreja de la tarde. La faena fue rápida, pero llena de emoción. Balconero fue un gran toro y Ruiz Miguel estuvo a la altura. Fijeza, nobleza, clase... brindó a Pepe Luis Segura, su apoderado y cuajó un faenón ligado y rotundo por ambos pitones. Si los derechazos fueron buenos, los naturales mucho más. Mató muy bien así que Madrid premió al andaluz.
Melonero puso dificultades, tuvo peligro, huía... no conseguían hacerse con él. Juan Luis de los Ríos "El Formidable" se fue a por él y consiguió parar y atemperar las embestidas de este complicado ejemplar. No se dejó picar y en la faena de muleta, al seguir arreciando el viento, Paco no se complicó, se fajó en un macheteo y despachó al animal.
Salió el cuarto y no debió de gustar por su presencia. El 7 y la andanada del 9 gritaban ¡"toro"!, ¡"toro"!. Poco que contar en los primeros compases de la lidia. Se desesperaba el matador porque no salían las cosas. Cabezota él, se empeñó porque desde luego que el esfuerzo valía la pena. En Madrid hay que arriesgar. Y arriesgó. Lo bueno de esta sangre es que sus toros si se entregan, rompen y eso ocurrió. Consiguió meter en vereda a aquella alimaña y redondeó varias series de derechazos de gran fuste. La faena hizo vibrar a la afición venteña. Remató la obra con una estocada fabulosa y cayó otra oreja. ¡Puerta grande! La novena. Aún quedaban dos toros y en esta plaza, eso es mucho.
El quinto era acapachado y engatillado de cuerna, cosa poco habitual en este encaste. La temperatura de la tarde subió en el último tercio. Brindó a Victorino y al hilo de las tablas en los tendidos de sol, hizo rugir Madrid. Un toro de bandera ya que poseía las grandes cualidades como la nobleza, la fijeza, la casta... muy similar al segundo. Lo toreó a placer por ambos pitones. Una estocada defectuosa ya que en el momento supremo el toro pegó un derrote impidiendo al matador la buena ejecución de la misma. Certero descabello y el público pidió una tercera oreja que el usía no concedió.
Cerró la tarde un toro precioso: hondo, serio, bien armado, cuajado... un tío. En este último capítulo todo lo bello que era el animal por fuera, no lo fue por dentro. Áspero y complicado, sumado al mencionado vendaval que complicó la vida a todos los de luces, fue la oveja negra de la tarde.
  
El Formidable fue ovacionado al poner banderillas al primero y destacó el buen puyazo de Tomás Cid en el quinto que propinó una gran pelea en varas. Los sobresalientes se llamaron Nicasio Pérez "Cesterito" y López Heredia. Acabó triunfalmente una tarde histórica para este bravo torero, la ganadería y la plaza de Madrid. Aún le quedaría una puerta grande más.

Madrid. Toros de Victorino Martín para Pedro Gutierrez "Niño de la Capea". 28 de junio de 1988.

Érase un vez un salmantino que quería demostrarse a sí mismo que era capaz de llevar a cabo tal gesta. Así que en la 90ª edición de la Corrida de la Asociación de la Prensa de Madrid, actuó en solitario y eligió para tal ocasión seis duros albaserradas de Victorino Martín. Don Juan Carlos presenció el festejo en una barrera acompañado de Santiago Martín "El Viti" y la banda de música de la Infantería de Marina tocó La Marcha Real al finalizar el festejo.

De verde hoja y oro cruzó Pedro Gutierrez Moya el ruedo de Las Ventas al son del pasodoble Toreador. Mientras tanto, en los chiqueros estaban listos Gallito, Hotelero, Esquinero, Milano, Cumbrerillo y Escribiente. La corrida que trajo Victorino estuvo muy bien presentada. Se esperaba mucho del juego de estos toros en el tercio de varas y la corrida en general cumplió en el peto. Recibió una fuerte ovación el torero al acabar el paseíllo. El viento molestó toda la tarde.

Salió Gallito y Pedro lo recibió con unas verónicas genuflexas. El toro apretó en las tablas así que el torero charro se lo llevó a los medios para que no le comiera terreno. Nada trascendente ocurrió en los primeros tercios. Brindó al monarca y empezó la faena por bajo. Este toro se quedaba muy corto tras cada muletazo y se revolvía rápidamente intentando coger al matador. No se complicó la vida el salmantino, concluyó con un gran macheteo y se fue a por el acero. Acabó con él de una gran estocada.

En el segundo capítulo, Hotelero tampoco quiso que nuestro protagonista saliese vencedor. Pedrín Sevilla le clavó un airoso par de banderillas. Sonaron clarines y timbales y si en la primera faena empezó por bajo, en este toro decidió el matador empezar por alto. Ligó unas breves tandas pero Hostelero seguía dificultando la labor. Pegaba tarascadas y tornillazos. Siempre protestaba e iba con la cara alta. Como aún quedaba muchísimo por delante, de esta manera el diestro charro volvió a espantarle las moscas y mató de una estocada desprendida. Saludó desde el tercio una ovación. Tras lavarse y prepararse para recibir al tercero, declaró en los micrófonos de TVE que se sentía bien, optimista y con fuerzas para seguir adelante.

Así que se abrió el portón de los sustos y salió Esquinero al que toreó de maravilla con el capote. Tuvo que emplearse a fondo el torero porque el animal salió con muchos pies. Una nueva alimaña con la que no se desesperó Capea. El toro lo tuvo todo: gazapeo, arrollaba, era complicado...  En el último tercio consiguió dar unas tandas en el sitio en las que tuvo que tirar del toro bajando mucho la mano y dejando la tela siempre preparada para que al dar el siguiente pase el toro sólo viese muleta, porque estaba pendiente de todo lo que ocurría a su alrededor menos de la franela de Pedro. Con la mano izquierda consiguió encadenar otra serie y falló con la espada. Silencio.

Ante el cuarto (Milano) fue la misma historia que en el toro anterior: batalla y firmeza. De nuevo la espada no quiso entrar. Silencio.

Quedaban dos toros en corrales. Si alguien piensa que esto iba a peor no saben lo que viene ahora. Victorino que no tiene nada de paleto, como dijo una vez "El Juli" tenía preparado a Cumbrerillo para encumbrar (nunca mejor dicho), a Pedro. Y se cumplió a la perfección aquel popular dicho de "no hay quinto malo". Permitió al sobresaliente Antonio García "Utrerita" (grana y oro) quitar por chicuelinas y en banderillas fueron aplaudidos los pares de Ángel Majano y de nuevo Pedrín Sevilla que ya había sido ovacionado un rato antes. Aquí comenzó la sinfonía. Una cátedra de cómo torear. Abanderando el toreo castellano empezó "El Niño de la Capea" unos ayudados por bajo rodilla en tierra. Torería a raudales. Poso y temple. Madrid quiere ver torear, no perder el tiempo con muletazos superfluos. Menos la primera tanda que fue con la mano diestra, el resto fue íntegro con la zurda. Tres tandas de naturales: una de seis y dos de tres. Ésta última fue a pies juntos. Doce muletazos. Doce naturales con los que reventó Las Ventas. La plaza era una olla a presión. Esa docena de pases tanto los de compás abierto o los de frente a pies juntos fueron puros, ligados, embarcando al toro con los flecos... Soberbio. Antología del toreo al natural. En uno de los compases de la lidia se mostró muy confiado y por despistarse, se lllevó un susto que no pasó a mayores, el toro que no era tonto, no permitía florituras así que en un lance le pegó una voltereta. Se levantó rápidamente el matador y fue a cambiar la muleta porque Cumbrerillo la rompió. Mató recibiendo. Hundió la espada hasta los gavilanes y Madrid en pie se dejó las manos aplaudiendo esta obra de arte. Faenón histórico. Don Juan Lamarca escuchó la petición y dio a este bravo torero el salvoconducto para salir a hombros en la Villa y Corte.  Si los toros anteriores no permitieron el lucimiento, este fue todo lo contrario y relució las maravillosas cualidades de este gran encaste: fijeza, nobleza, humillación, recorrido, clase... Un animal de ensueño. Cumbrerillo, de 495 kg. Un toro histórico de Victorino.

Tras esta apoteosis, aún quedaba redondear la tarde. Escribiente aguardaba y como hijo de Belador, único toro que se ha perdonado la vida (en junio de 1982) en los noventa años de Las Ventas, se esperaba algo grande. Lo paró con unas verónicas rodilla en tierra y tuvo que salirse para fuera porque el toro reponía. Empujó con fuerza este cárdeno al peto del caballo desde la primera raya hasta las tablas. Juan Cid le propinó un gran puyazo. Brindó Pedro al público. Los primeros lances fueron de tanteo y cuando lo vio claro, cogió la mano diestra recetando al de Victorino unas tandas muy profundas. Los derechazos fueron sensacionales y perfectamente ligados. Otra gran serie de lances con la mano izquierda y concluyó con un último ramillete de pases con la derecha. El variado cierre fue muy jaleado y la estocada también. No fue este animal tan extraordinario como el anterior pero también dejó lucirse al de Salamanca. Cayó la tercera oreja y la gloria le esperaba.

Por tercera vez en la historia de Madrid, un torero se enfrentaba en solitario a estos ásperos animales. Y salió triunfante de la batalla. Puerta grande para este torerazo. Las faenas fueron exactas, precisas. Ni alargó ni acortó. A cada "albaserrada" le dio lo que pedía. Con treinta y seis años de edad y dieciséis de alternativa, cuajó este salmantino una tarde memorable. Se retiró esa misma temporada.


Sevilla. Toros de Los Guateles para Niño de la Capea, "El Litri" y Enrique Ponce. 29 de abril de 1992.

Decir soporífero es quedarse corto. El momento más lucido fue ver trenzar el paseíllo a los matadores como es costumbre en esta plaza al son del bello pasodoble Plaza de La Maestranza. Los toros frustraron los deseos de la terna de hacer disfrutar al público. Se llamaron Juicioso, Pajarito, Guapillo, Nuchito, Potrito (éste fue devuelto y salió un sobrero llamado Luchador) y Sospechoso. Bien presentados pero flojos, aplomados, blandos, parados... un desastre. Petardo ganadero.
Para no aburrir, no me extenderé como hacen esos toreros que se empeñan en seguir toreando a pesar de que el animal no quiere batalla. No hay nada que contar. Ni un brega, ni un par de banderillas. Tras su corta retirada, volvió el salmantino a los ruedos. Al final del festejo los toreros, muy contrariados, mostraban a las cámaras de TVE el pesar de tener que volver al hotel sin ni siquiera poder dar una decorosa serie de muletazos que sacase unos olés de la afición hispalense.
Vistieron de azul marino, canela y blanco y oro respectivamente. Sonaron los acordes del himno nacional antes del paseíllo y doña María de Las Mercedes presidió el festejo desde el palco real.

Madrid. Toros de Guardiola para Pepín Jiménez, Jesulín de Ubrique y Manuel Caballero. 3 de junio de 1997.

La de los 90 fue una década importante en la historia de Las Ventas. Y los culpables fue un clan de toledanos que se apellidaban Lozano. Estos hermanos que fueron matadores de toros a mediados de siglo y posteriores empresarios de diferentes plazas, consiguieron que San Isidro tuviese más importancia de la que ya tenía. La plaza llena a rebosar tarde tras tarde con el papel agotado cada festejo y miles de caras famosas de la sociedad en sus tendidos. Este 3 de junio se recuerda por un profesor de matemáticas nacido en Lorca. Vestido de turquesa y oro, Pepín Jiménez dictó una lección con un gran toro llamado Foquero lidiado en cuarto lugar. Al igual que con sus pupilos, enseñó a veinte mil almas más aquellos que desde el Plus escuchando a Molés y al genial Antoñete lo que es torear. ¿Quién ha dicho que no se puede torear a placer estos encastes que a priori son considerados duros? El que piense eso, que vea esta faena. El lorquino hizo rugir Madrid con ese toreo tan personal. Los ayudados por alto y las posteriores series de derechazos a pies juntos tanto con la diestra como con la zurda, tuvieron eco en los tendidos. Si en vez de un bajonazo hubiese matado bien, la historia habría sido muy diferente.
Jesulín (blanco y oro) y Manuel Caballero (frambuesa y oro que sustituía a José Tomás herido de gravedad días antes) pecharon con varios toros de diferente condición. El más potable fue el segundo (Sangre fina) ante el que Jesús saludó una ovación con división de opiniones. Un toro con calidad al que le dio distancia y toreó con temple. Manuel se pegó un arrimón con el sexto (Isleño). Un animal tardo y desclasado que hizo pensar mucho al de Albacete. Los restantes se llamaron Coqueto el tercero y Jirafa el quinto.

Madrid. Toros de El Torero para César Rincón, Rivera Ordóñez y José Tomás. 18 de mayo de 1999.

José Tomás cruzó por cuarta vez ese arco mudéjar que es la puerta grande de Las Ventas. Al tercer toro de la tarde, de nombre Tagarnino lo toreó con unas cadenciosas verónicas. Luego llegaron otras de mano muy baja. Y siguieron unas chicuelinas muy ceñidas. Un lance que José usa con frecuencia intentando pasar con la máxima justeza al animal. Con la muleta no se lo pensó dos veces y directo empezó a torear con la mano izquierda. A medida que avanzaba la faena, la intensidad en el ambiente crecía. Madrid era un clamor. Siguieron dos series más al natural. Siempre colocado, siempre perfecto. Independientemente del aire u otros factores, JT no se inmutó, seguía como si nada ocurriese. La última tanda estuvo condicionada por un toro aplomado que embestía a trompicones. A pesar de los parones del animal que impedían una serie continuada de muletazos, la rotundidad de su toreó puso en pie esa plaza abarrotada. Cerró con unos derechazos al ralentí y tras una gran estocada cortó una oreja. Cerró el festejo ante un toro bien presentado al que sometió por bajo al empezar el trasteo de muleta. También fue una faena de parones. Un toro algo incierto y reservón que buscaba constantemente coger al torero pegando gañafones. Entre la intermitencia de las series consiguió pegar algún muletazo aislado de bella factura. Fue una faena más de arrojo y valor que de toreo, pues ante la brisa que soplaba y el áspero comportamiento del toro que siempre iba a la defensiva con la cara alta, no tuvo tintes artísticos. Madrid seguía entregado al torero y tras otra estocada le premió con la segunda oreja. Durante las lidias de sus compañeros, se jugó el tipo en unas impresionantes gaoneras en el segundo de la tarde y volvió a quitar por chicuelinas en el quinto. 

César y Francisco no tuvieron toros. El colombiano anduvo desconfiado y perdido. Y Fran puso todo de su parte, pero pasó inadvertido esa tarde. Solo hubo un torero del que se acordaron todos los que presenciaron ese festejo: José Tomás Román Martín.

De tabaco y oro vino César y de azul marino Fran y José, los toros pertenecieron a la ganadería de El Torero excepto 4º y 6º que eran del hierro salmatino de El Sierro: Se llamaron Tentempié, Molusco, Tagarnino, Sultán, Ratón y Yegüesero. 

Entre las cuadrillas destacaron Gustavo García "El Jeringa" con un par excepcional de banderillas en el primero. En el quinto brilló la brega de Paco Alcalde y el quite salvador de Emilio Fernández a Basilio Martín. 

Madrid. Toros de Samuel Flores para Enrique Ponce, Rivera Ordóñez y "El Juli". 17 de mayo de 2000.

Tarde de expectación, tarde de decepción. Popular dicho taurino que muchas veces falla y otras acierta. En esta ocasión se cumplió. El Juli, que comenzaba su segundo año como matador de toros, llegaba a Madrid para confirmar la alternativa recibida en septiembre del 98 más allá de los Pirineos. La plaza se llenó para ver a aquel muchacho rubio del barrio de San Blas presentarse ante la afición capitalina como matador de toros acompañado de Enrique y de Fran Rivera. Esté último pasó sin pena ni gloria. En cambio, los otros dos sacaron algunas palmas del respetable en el cuarto y sexto toro respectivamente: Ponce tiró de oficio y maestría mientras que Julián en unas buenas verónicas de saludo, en dos preciosos quites y posteriormente en un brillante tercio de banderillas consiguió levantar el ánimo de una afición que ya daba por perdida la esperanza de haber asistido a una gran tarde de toros. Hasta hace un par de años, la ganadería manchega gozaba de un gran cartel y solía ser requerida por las figuras. Todos querían enfrentarse a estos toros. Clase, fijeza... tenía grandes virtudes este hierro albaceteño. No fue así aquella tarde de mayo de 2000. Seis galanes, impecables de presentación por fuera pero vacíos de casta por dentro. Petardo ganadero: blandos, huidizos, mansos... Seis mulos que no dieron el juego esperado. Tarde para olvidar. Los toros se llamaron Pitanguito, Bebé, Cuernostontos, Locón, Zajonero y Lapicerito. Bebé y Cuernostontos pertenecieron al segundo hierro de la ganadería, María Agustina López Flores. 
Los toreros vistieron respectivamente de grana, azul marino y corinto, todos en oro.

Pamplona. Toros de Fuente Ymbro para Juan José Padilla, Miguel Ángel Perera e Iván Fandiño. 13 de julio de 2013.

Penúltima de feria. Toreaba el Pirata en su plaza. Ante esa afición que tanto le ha querido. Dos años habían transcurrido de aquella dramática tarde en la capital aragonesa. Le acompañaban Miguel Ángel Perera e Iván Fandiño. Y los toros eran de Fuente Ymbro, ganadería situada en San José del Valle (Cádiz). De gris plomo y oro vino Juan, de verde bandera Perera y de coral y oro el bravo torero de Orduña. Los toros se llamaron Flamante, Guardés, Malicioso, Heroína, Incapaz y Calderero. La corrida estuvo excelentemente presentada y varios toros superaron los 600 kg. En cuanto al juego, los toros más potables fueron el tercero, cuarto y quinto.
Padilla cortó dos orejas. Una a cada toro. Desde que salió el primero hasta que murió el cuarto, fue entrega total. Una la cortó a Flamante tras un trasteo que fue a menos. Con el capote pegó un buen número de largas cambiadas a ambos toros y con las banderillas estuvo vulgarote. Ante el cuarto toreó a pies juntos a la verónica. los pares tuvieron más decoro que los tres anteriores y con la muleta estuvo en Padilla. Las series de derechazos eran rubricadas con sus acostumbrados circulares. También se puso de rodillas para emocionar a los tendidos de sol. La aseada estocada tuvo premio y los seguidores del jerezano, al ver que el presidente negó la segunda clamaron aquello de: "manos arriba, que esto es un atraco". Salió a hombros.
El otro triunfador fue el de Orduña. Iván cortó dos orejas al tercero de la tarde gracias a una obra llena de paciencia y oficio. El tercero era un tío. Lo mejor de esta lidia llegó en el último tercio. Los momentos más álgidos llegaron en varias series con la derecha. Le dio sus tiempos, sus alturas y consiguió enjarretar varias series muy templadas y acompasadas. Cerró con unas bernadinas y fulminó al animal con una estocada magistral. El sexto de la tarde, un manso que se defendía y evidenciaba falta de fuerzas, intentó Fandiño rascar pero poco pudo sacar.
Por su parte el extremeño de Puebla del Prior pasó sin suerte por San Fermín. Su lote no permitió ni el más mínimo lucimiento. El quinto se lesionó en el primer capotazo y fue devuelto. Salió Soplón, un precioso jabonero que tampoco dio ninguna opción y al que Perera alargó innecesariamente una insulsa faena. Tras dos avisos, los pamploneses despidieron a Miguel con unas palmas que recibió desde el tercio.