jueves, 14 de marzo de 2019

De padres e hijos.

Ha empezado una nueva temporada. Hay ganas de toros. Padilla se fue, Talavante se habrá dado un respiro y El Cid está de despedida. Ahora la esperanza recae en la nueva hornada que acaba de llegar: Pablo Aguado, Gonzalo Caballero, Varea, Román, Ángel Sánchez, Diego Carretero... toreros hay muchos, el caso es que todos esos chicos tengan algo que yo creo que son condiciones fundamentales como son la de ser capaces de recoger el testigo recibido y la de intentar desbancar a las antiguas generaciones de matadores. De todos esos jóvenes, los que han conseguido entrar en el circuito de las figuras y estar en las ferias son Roca Rey, Álvaro Lorenzo y Ginés Marín. 
Pues los tejemanejes del empresariado están haciendo que una serie de nombres que a juicio de muchos aficionados estén por ser hijos de y no por sus logros en el ruedo. Me refiero a César Cadaval (hijo de El Moranco del mismo nombre), a Toñete (hijo de Antonio Catalán que es el director de la cadena hotelera AC) y a Guillermo Hermoso de Mendoza (hijo del rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza).
¿Quién ha decidido que los aficionados queremos ver a estos tres chavales en todos los sitios? es leer los carteles de cualquier feria y verles anunciados en ellas. Comprendo que tienen que torear, pero que nos los metan con calzador en todos los sitios, me molesta. Y ya no es que estén en todas las plazas, sino que además están quitando el puesto a otros que sí lo han merecido, que torean tela de bien y en cambio son ignorados por los empresarios: Juan Ortega, Tomás Campos, Miguel de Pablo etc pues el caso que más me alucina es el de Guillermo que junto a su padre está toreando muchísimos festejos y acaba de hacer con él una extensa campaña americana. Torearán en Sevilla y lo más probable es que también lo hagan en Madrid, Pamplona y Bilbao. Si ya de por sí el rejoneo es un mercado pequeño, el ver que Guillermo está quitando sitio a otros con más méritos con el beneplácito de su padre, es sangrante. Mención aparte, también influye y mucho, lo mal gestionado que está el escalafón de rejoneadores donde no hay un orden ni división como se puede ver en el toreo a pie.
El toro no pide ni apellidos ni documentación y pone a cada uno en su sitio, en las manos de estos torerillos está el llegar a la cima pues de oportunidades y ayuda van sobrados. 

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