martes, 14 de octubre de 2025

Una jornada de ensueño: tres lecciones magistrales...

 Trece toros, cuatro salidas a hombros, faenas de cante grande, tres viejas glorias reverdecieron laureles, una despedida y una sorpresa que ha dejado helada a toda la afición. Así se podría resumir fugazmente una jornada absolutamente apasionante. Lo que vivimos el 12 de octubre de 2025 en la plaza de Las Ventas fue indescriptible. 

Por la mañana se celebró un festival para sufragar los gastos de una estatua que se levantó en honor de Antoñete que el día antes fue inaugurada en la explanada de la plaza. Hermoso de Mendoza, Curro Vázquez, Carlos Escolar "Frascuelo", César Rincón, Enrique Ponce y Olga Casado fueron los que acompañaron a Morante de la Puebla como alma máter de este festival. 

Los festivales siempre fueron la oportunidad de ver a las figuras retiradas, donde éstas actuaban para deleite de la afición y sobre todo para dejarse ver por aquellos, que por edad, no tuvieron la fortuna de verles cuando estaban en plenitud. Desde hace un tiempo los festivales los ocupan las figuras del momento y salvo alguna ínfima excepción, ya no se ven a los grandes maestros de años pasados.

Inauguró esta maratoniana jornada torera el caballero estellés. Quiso pero no pudo. Un novillo soso y de poca fuerza de Niño de la Capea condicionó la faena. Pablo intento sacar agua de un pozo seco. El momento álgido de la faena fueron las "hermosinas", que él mismo inventó y consiste en que el caballo va haciendo quiebros al toro mientras éste le persigue a la grupa. Por el mal uso del rejón, saludó una ovación.


Los tres siguientes capítulos fueron una enseñanza de torería, de raza, de valor, de conocimientos... Cada uno de los siguientes maestros sacaron a relucir aquello que les hizo destacar en sus épocas de máximo esplendor. Empezaremos con Curro Vázquez, que a sus 74 años nos hizo viajar en el tiempo. Volvimos a los 80. El rubio torero de Linares, como era conocido este jiennense, nos hizo emocionar. Rugió Madrid. Curro huele a torero. Sus andares, sus gestos, su manera de ir y salir de la cara del animal... ¡Qué tomen nota los aspirantes a matador! Con el capote pegó una excelsa verónica que caldeó el ambiente y cerró con la media (abajo en la foto) que puso Madrid en pie. La faena de muleta fue compendio de pureza, empaque y clasicismo. Para el recuerdo quedarán los ayudados a media altura y los pases de trinchera. Entró a matar como si fuera un novillero en un certamen. No se dejó nada en el tintero. Curro de Madrid paseó, feliz y pletórico, las dos orejas.


El siguiente maestro en explicar la lección fue Frascuelo. Vino en sustitución de Julio Aparicio. A sus 77 años, Frascuelo puede gozar del privilegio de ser el torero más veterano que ha pisado la arena madrileña. Le tocó un novillo áspero y difícil, que en algún que otro apuro le hizo pasar, aún así vino este matador con la gallardía y ardor de un principiante. A base de raza y amor propio, pudo pegar al exigente novillos muletazos con su personal concepto del toreo. Un maestro es alguien ducho en un arte; experto y experimentado. A pesar de las complicaciones Carlos bregó con mucha torería las bruscotas embestidas del novillo salmantino y dio una clamorosa vuelta al ruedo. 


Yo creo que a sus 60 años César Rincón vino con la misma, o incluso más ilusión que cuando empezó su ascensión a la cumbre del toreo cuando cumplió su primer contrato en San Isidro del 91. Así toreó con el capote. Con sesenta años volvió a demostrar por qué los aficionados más mayores le recuerdan con pasión. ¡Qué belleza es ver galopar un animal bravo! ¡Qué emoción da ver a un torero citar a un animal a cuarenta metros y torearlo con ese ajuste y esa entrega! Sinceramente no sé que es más significativo de contar: ver cómo Rincón fue César del toreo una vez más en su plaza de Las Ventas o ver a toda esa muchachada imberbe de 3º de la E.S.O. en las gradas de sol absolutamente ojiplática intentando asimilar lo que había ocurrido en el ruedo en esa primera mitad del festejo... Unos alucinaban con la excelsa torería de Curro, otros con cómo Madrid mostraba su cariño a Frascuelo y otros, con cómo Rincón templaba las embestidas de un animal que venía galopando a 40 metros de distancia. Fue un total deleite. Tres lecciones de maestros que vivieron una época en la que ninguno se parecía a otro. Ni querían. Cada uno tenía sus armas y su personalidad. Ahora todos usan los mismos quites, hacen los mismos gestos, empiezan y cierran las faenas de la misma manera... Y les da igual. ¡Que tomen nota! La plaza era un clamor. Ni de lejos los olés más rotundos que habré podido oír a lo largo de estos años se parecen a los que escuché en este festival en los tres primeros toros. Las Ventas retumbó. Se tiró con todo para acabar la obra y César vio su labor premiada con dos orejas. 



Y... ¿Qué decir de Enrique Ponce? Consumado maestro, el levantino cortó una oreja a un novillo noble y de buen juego. Preciso en alturas, terrenos y distancias, Enrique exprimió al animal en los terrenos del tendido 6 y desplegó su tauromaquia una vez más en el ruedo de Madrid desde que se despidiera de esta plaza en octubre de 2024. Parecía que estaba en el salón de su casa, o en un tentadero. Suavidad y vuelos de las telas. Una faena exquisita. Un pinchazo previo a la estocada quizá castigó a Ponce sin el segundo trofeo. 


Mientras todos los actuantes se enfrentaron a novillos de Garcigrande, Morante, que siempre busca el sello de la distinción, quiso ir más allá y rizó el rizo homenajeando a Antoñete con un novillo de aquella ganadería con la que Antonio hizo historia en aquel San Isidro de 1966: Osborne. La llamada "faena del toro blanco" unió para siempre a Chenel y Atrevido. Y para más inri, quiso que fuera también un toro blanco para recordar aquel momento de hace ya 59 años. Y salió en 6º lugar Presumido, un precioso novillo ensabanado, alunarado, careto y botinero que dio poco juego. Morante se abrió de capa y Madrid clamó. El novillo duró lo que duró pero fue más que suficiente para ver torear a José Antonio. Fue un trasteo de chispazos de muchísima calidad. Rubricó la faena con una estocada y el sevillano cortó una oreja. 

Cerró la mañana Olga Casado. Ni en sus mejores sueños pensó que compartiría paseíllo junto a leyendas de la talla de Frascuelo, Rincón y Curro. No sé si tomó nota o no de lo que presenció. Ella es la alumna y recibir en el mismo aula las lecciones, ya no solo de ellos si no también de Enrique y José Antonio, es un regalo que jamás olvidará. La inexperiencia de alguien que empieza se nota, pero con el rodaje de una temporada en la que ha podido torear un buen puñado de corridas, cumplió la papeleta; toreó con gusto a un buen novillo de Garcigrande y cortó las dos orejas.



Muchos se fueron porque el reloj marcaba la hora de comer, y los que nos quedamos seguíamos extasiados y pensando en cómo Curro, Carlos y César nos habían hecho disfrutar. Había que despedir a estos torerazos, había que agradecer a Morante implicarse en un festival histórico. Olga cumplió la papeleta y gozó de su primer triunfo en Madrid.


Curro, César y Olga salieron por la puerta grande. Acabó una mañana de ensueño, pero aún quedaba la apoteosis...




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