viernes, 2 de octubre de 2020

Diez obras de arte.

Aprovecho una vez más para escribir sobre grandes tardes en la plaza de Las Ventas. Si anteriormente Morante, Esplá, Urdiales y Castella  fueron protagonistas de esta sección, hoy os quiero hablar de otra efeméride protagonizada por Juan Mora hace justo una década y que junto a las anteriores, es parte de la historia de este coso. No pude verlo, pero resúmenes y crónicas me llevaron a juntar estos renglones. Aquí os hablo del trasteo a su primer toro.

Juan Mora volvió a Madrid una tarde otoñal tras varios años sin pisar el ruedo venteño para torear un encierro de Torrealta acompañado de dos toreros de corte artista: Curro Díaz y Jesús Martínez "Morenito de Aranda".
Vestido de verde y oro salió a recibir a Retaco, un toro que se corría en primer lugar y que a pesar del nombre y nunca mejor dicho pesó 615 kilos. Desde el primer lance permitió al de Plasencia gustarse con el capote y pegarle unas verónicas de manos bajas. Cogió la muleta y tras brindar al crítico taurino "Barquerito", empezó su faena por bajo a un toro que por salir suelto de las telas, exigía mando y dominio. Poco a poco lo fue sometiendo a base de poder y temple. Tras dos breves tandas con la mano derecha entre los terrenos del 9 y 10, comenzó una maravillosa sinfonía al natural. Unos lances llenos de poso, empaque y repletos de torería: un total de diez naturales con los que enloqueció a Las Ventas. Juan no usa espadas simuladas para torear como suelen hacer la gran mayoría de los matadores y como ya desde el principio llevaba el estoque de matar como los antiguos toreros, tras enhebrar un pase de pecho rematando la serie de naturales sin apenas colocarse para la suerte suprema, consiguió hundir el acero en la cruz del animal hasta los gavilanes. Un manto de pañuelos cubrió los tendidos de Madrid y las dos orejas de Retaco acabaron en sus manos. Cortó otra oreja a su segundo toro, así que en volandas se lo llevaron por la Puerta Grande por tercera vez en su carrera tras las dos logradas en 1994.

Brevedad e intensidad, no hizo falta más para poner de acuerdo a veinticuatro mil almas. De nuevo, lo clásico y eterno se reivindica demostrando que muchas veces es mejor la calidad que la cantidad, pero claro, hay que tener ese don: rendir una plaza entera con una decena de muletazos.
Curro y Jesús estuvieron sembrados y también bordaron el toreo con la mano izquierda. Cada uno cortó un trofeo de no ser por el mal uso de la espada. De lo contrario estaríamos hablando de tres toreros que salieron a hombros el mismo día en la plaza madrileña, algo que hace muchos años que eso no ocurre. Tarde inolvidable para que los que presenciaron.

Podría explayarme, pero... ¿para qué? Lo mejor es ver el vídeo y disfrutar con una auténtica lección de tauromaquia: la que firmó el maestro Juan Mora aquel dos de octubre de 2010.


       



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