lunes, 2 de octubre de 2023

Un remate de cabeza y la monotonía de un festejo dominical.

Comenzó la feria de Otoño con un cartel que acabó el papel. El sábado 30 hicieron el paseíllo José Ignacio Uceda Leal, Julián López "El Juli" y Tomás Rufo. De púrpura e hilo blanco vino Uceda y de berenjena y oro Julián y Tomás. Desde el campo charro vinieron los lisarnasios de El Puerto de San Lorenzo: seis bueyones mansos y abantos. Y mal presentados, sin trapío pero con cara. El 2º y el 3º fueron de La Ventana de El Puerto, segundo hierro de esta familia salmantina.

No era puerta grande. Ni en Madrid ni en Olivenza. Se barruntaban a las cinco de la tarde la altísimas probabilidades y se confirmaron en torno a las nueve menos cuarto cuando dobló el quinto. Había que sacarle por la puerta grande, daba igual cómo lo hiciera. Una vez más, ese público ávido de orejas y de puertas grandes ocupó, con el gin tonic en la mano izquierda y moquero blanco en la derecha dispuesto a ondearlo las veces que hicieran falta (con motivos o sin él), sus respectivas localidades. Asistimos a la última tarde de Julián en Las Ventas ya que a finales de agosto el Rubio de San Blas anunció que dejaba de torear.  

 Cuajó a Afanes en 1998 en medio de un vendaval, a Hechicero en 2003, a Novelero en 2006, a Cantapájaros en un barrizal por la tormenta que cayó un 23 de mayo de 2007, a Licenciado en 2018 y a Gañafote en 2022. Estas son las obras cumbre de Julián en la cátedra madrileña. Pero seguro que habrá alguna más. Exceptuando a Afanes que le cortó las dos orejas, todas las demás fueron ninguneadas por cicateros presidentes o malogradas por el catastrófico uso del acero. Si todas esas faenas seguramente  hicieron que 24.000 personas salieran toreando de la plaza, esta que ahora se comenta, ni por asomo, hizo que se llegarán a esos niveles de emoción torera. Julián no tiene la culpa. Insisto para que quede claro, ninguna. Él mejor que nadie sabe que ni de lejos era para tal premio, pero la deriva triunfalista que sacude la tauromaquia desde hace tiempo no podía permitirse el lujo de perder una nueva oportunidad de darle la puerta grande a un matador.  Y más en su despedida. Ellos son los culpables. A lo largo de la historia ha habido muchos matadores que en su última tarde fueron llevados a hombros de la afición en reconocimiento a su trayectoria a pesar de no cortar las orejas preceptivas. Si Eutimio hubiera sido laxo, Julián hubiera cortado un total de tres orejas, pero el rigor que mantuvo en el segundo toro negando la petición de oreja, lo olvidó en el quinto. Y a Julián se le habría sacado a hombros y ahí habría acabado la cosa. Y no habría pasado nada. Pero no, si el presidente negó una petición, había que volver a intentarlo. Y así fue, tras la primera oreja, la muchedumbre volvió a insistir. Y lo consiguió. Ayudados por los mercenarios mulilleros, Eutimio claudicó y asomó dos pañuelos blancos. La plaza estalló. ¡Por fin! La gente le regaló a Julián una puerta grande de chichinabo. Si los avezados aficionados saben de sobra que Juli ha sido tratado con dureza por parte de la afición capitalina y con racanería por varios presidentes, toda esa dureza que ha habido en exceso estos veintitrés años que lleva el Juli toreando en Madrid, don Eutimio contrarrestó la balanza: Cedió a la presión y concedió al Juli una segunda oreja barata y pueblerina. En loor de multitudes y rodeado de muchos jóvenes, Julián se fue en volandas camino de la calle de Alcalá.

La tarde de Julián fue buena, pero ni de lejos para las cotas que se alcanzaron. Lo mejor de su actuación fueron un ramillete de verónicas. El Juli fue fiel a su tauromaquia. Variado con el capote y eficaz a la par que poderoso con la muleta. Ese público bullanguero y festivalero se puso en pie aclamando un pase del desdén. Tras una serie de muletazos al quinto, Julián cerró la serie con un desprecio y tras pasar el animal, bajó la cabeza bruscamente hasta casi tocar al toro. Un remate de cabeza. ¡El público se puso en pie! Con eso se emociona la gente. Un remate de cabeza comparable al de cualquier jugador de ese deporte llamado balompié. Increíble. Surrealista. A la vez que triste. Con sendos espadazos caídos acabó con los dos toros que le tocaron en suerte. 

 Tras cuarenta y nueve paseíllos, diecisiete orejas y ciento siete reses lidiadas, Julián decía adiós a Madrid. Y dieciséis años, cuatro meses y ochos días después del mencionado Cantapájaros, Julián López "El Juli" cruzó la puerta grande por segunda vez en su carrera. 


 Uceda fue testigo directo aquella lluviosa tarde de 2007 y este sábado 30 acompañó a Julián abriendo cartel. El veterano torero de Usera toreó con lentitud y elegancia al primero de la tarde. Pero sin ajuste, ya que siguiendo las recomendaciones de la DGT, mantuvo cierta distancia en algunas fases de la faena a pesar de la boyantía y nobleza de la res. Un torero inicio y unos verticales derechazos fueron los momentos más notorios de su actuación. Ante un animal que no quería saber nada, poco pudo hacer en el cuarto de la tarde. Consumado estoqueador, no anduvo fino en este festejo ferial. Erró y en ambos toros la espada cayó baja. Palmas y silencio fue el balance de su actuación.

Cerró cartel Tomás Rufo. El toledano puso en pie a la parroquia con un inicio de rodillas y un templado circular en el último de la noche. El resto de la faena fue simplona. Cerró la faena con unas manoletinas y tras una efectiva estocada trasera, cortó una oreja intrascendente.

Sergio Blasco y Fernando Sánchez saludaron una ovación tras banderillear al tercero. 


El domingo 1 hizo calor. Mucho calor. Un cartel de novilleros se anunció para la sesión vespertina pues en la matutina hubo concurso de recortes y posterior capea para la afición. Dos horas y cuarto de sopor y sol fue lo que aguantamos los que acudimos a la plaza. Seis utreros de Guadaíra para Álvaro Burdiel (azul noche y oro), Alejandro Peñaranda (grana y oro) e Ismael Martín (azul rey y oro). Poca gente, y según he leído, las andanadas de sol vacías. Tónica habitual esta temporada. Muy triste que se regalen abonos a gente joven con el objetivo de crear nuevos aficionados, y éstos, quitando los días de postín, los viernes después de clase antes de empezar una maratoniana noche de juerga con amigos o cualquier otro día que no haya plan o "Champions", no van porque el cartel no interesa. Hay que hacer afición, o eso dicen. Es fundamental. Pero hay formas y formas. Así no. Supongo que estarían de resaca tras lo sucedido el día anterior. Es comprensible. Dobles de cerveza en las terrazas bailando flamenquito, para posteriormente, seguir hidratando los gaznates a base de cubalibres en "Green". Imagino que acabaron pegando pases del desdén en la pista de baile y soñaron profundamente con aquel remate de cabeza. Así de bien debieron de dormir los angelitos. Como troncos. Así que en esas condiciones, no había cuerpo que aguantase dos horas y cuarto bajo unas temperaturas dignas de agosto en el duro cemento venteño. Como para ir a ver a tres chavales que sueñan con ser figuras del toreo. 

Mientras los de las andanadas de sol estarían en el sofá durmiendo la mona y soñando con remates de cabeza, los restantes catorce mil pacientes espectadores según la empresa, presenciaron la monotonía habitual de las novilladas. Detalles de Burdiel. El sevillano estuvo irregular toda la tarde. No estuvo lúcido de ideas en el primero que pedía mando y sometimiento. En el cuarto dejó una media verónica de mucho fuste, y en el trasteo de muleta, momentos de mucha clase: derechazos, los pases de la firma, las preciosas trincherillas... no fue una faena rotunda, pero dejó chispazos de mucha calidad. Cerró el festejo con un novillo manso y rajado en sustitución de Ismael, por lo que el muchacho no pudo hacer mucho. Peñaranda volvía a Madrid tras ser el triunfador de las novilladas veraniegas en este mismo ruedo. Y por su concepto clásico tenía ilusión por volver a verle. Decepción total. Brotaron algunas tandas interesantes pero sin la rotundidad de anteriores actuaciones. Ismael Martín se las vio con novillo que no lo puso fácil, el puntito de casta sumado a que el de Salamanca se presentaba en Madrid y la poca experiencia, complicaron las cosas al joven debutante. Hasta en dos ocasiones fue volteado y al final de la faena, con el descabello sufrió un golpe que le causó una lesión y tuvo que pasar por la enfermería. Así transcurrió un festejo monótono y aburrido. Confío en que toda esa muchachada repose y llegue en condiciones para ver el jueves a las seis en punto de la tarde a Jorge Molina, a García Pulido y a un muchacho aragonés que por lo que se cuenta de él, viene pisando fuerte: Cristiano Torres. 



Mal las cuadrillas, sobre todo los picadores. Horrendos los puyazos.


(Fotos: Ana Escribano y Las Ventas). PD: si hay evento, la plaza se limpia. Fue una vergüenza llegar al asiento y encontrar pipas, charcos de agua, colillas etc de los que por la mañana presenciaron los recortes. ¡Lamentable!





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