sábado, 24 de agosto de 2019

Paco Ureña se consagra en Bilbao.

 Bilbao es como el Alpe d' Huez, el Tourmalet o el Angliru. Es un puerto de montaña que en cuanto inicia el verano se divisa en el horizonte y hay ganas de que llegue. Los toreros acartelados en esta capital vasca saben que es una etapa exigente pero gratificante si se triunfa. O si no que se lo digan a Ponce, que durante muchos años ha sido ésta su plaza y feudo de la que en volandas ha salido hasta en seis ocasiones. "El Cid" también podría hablarnos de lo que es triunfar aquí. Ya de retirada, este sevillano de Salteras goza en su palmarés de una tarde absolutamente histórica ya que en solitario se enfrentó a un encierro de Victorino Martín en 2007 y cortó cuatro orejas. Y el riojano Diego Urdiales en apenas cuatro años ha conseguido tres puertas grandes gracias a trasteos antológicos ante los toros toledanos de Alcurrucén.

Y cuando digo que esta plaza de 1º es un puerto duro en la temporada es por dos razones: el primero porque en este coso el reglamento dice que hay que cortar las dos orejas a un toro para salir por su puerta grande y el segundo porque Matías González su presidente, ha sido un referente de criterio y seriedad a la hora de conceder trofeos. Los arriba citados más Morante de la Puebla en 2011, Roca Rey de novillero en 2015 y José Garrido en 2016 demuestran que son muy pocos los que saborean la gloria en esta feria del norte. Este viernes 23 de agosto pisaba su ruedo Paco Ureña acompañado de Diego Urdiales y Cayetano. Los toros llegaron desde Don Tello, la finca que posee Borja Domecq en Mérida y anuncia la ganadería con el nombre de Jandilla.

Se enfrentó el lorquino a dos toros de diferente condición. El primero fue bravo en el caballo y muy bien picado por Juan Francisco Peña. Con el capote lo toreó a placer. El manejo de las telas de este diestro levantino es maravilloso y siempre atesorando pureza y clasicismo. A la verónica avanza el murciano a pasos agigantados. Carga la suerte y torea de verdad. Y los remates los borda. La media verónica tiene aires de Chenel. A este toro le hizo un garboso quite por chicuelinas Diego Urdiales.

                      

Ya en la muleta, Ingresado acudía con clase y nobleza a los vuelos de la franela de Paco. Inició la faena con unos estatuarios firme como una vela. No se movió ni un ápice. Tras los estatuarios, ligó una series al natural bajando mucho la mano y la res no se cansaba de embestir. Al ritmo de los acordes de Agüero, uno de los pasodobles más solemnes que hay, toreó con hondura y temple. Destacó una serie de muletazos con la mano diestra. Rubricó la faena tirándose a matar sin reservas. Dos orejas y la puerta grande ya esperaba a que este afortunado murciano la cruzase.

                       

Pero aún quedaba lo mejor. Salió el sexto y tras lucirse con los palos Agustín de Espartinas y Azuquita, comenzó a torear por bajo. Fue éste un toro noble y de buena condición. Permitió a Ureña torear con temple y despaciosidad. Los naturales fueron sencillamente soberbios. Daba el pecho y llevaba al animal embebido en la muleta hasta detrás de la cadera, donde moría el muletazo. El cierre fue muy torero. Una nueva estocada, marca de la casa y otras dos orejas que añadía a su el esportón. La gloria le esperaba.

                       

Es Paco un hombre cercano y sencillo. Al igual que Juan José Padilla, también un toro le hizo perder la visión del ojo izquierdo el pasado septiembre. Sufrió el murciano el calvario de la recuperación y de rehacer su carrera como la dejó: volver a ganarse los contratos tarde tras tarde. Nadie le ha regalado nada. Y no ha querido ni venderlo ni beneficiarse de ello. Aún sin un ojo y los problemas que eso conlleva en una actividad como es el toreo, no se amilanó y día tras día deja lecciones de valor y quietud delante del toro. Su técnica sigue mejorando y desde que volvió en marzo, ha dejado grandes faenas para el recuerdo como las de Madrid o Valencia. Y con la espada lleva un ritmo sensacional. Estamos sin duda ante el mejor Ureña.

Enhorabuena Maestro.

                       

                         (Fotos: Arjona y André Viard)


Cuatro orejas y tarde para la historia. Nadie, absolutamente nadie desde que El Cordobés lo lograra en 1964, ha desorejado sus dos toros una misma tarde en Bilbao. Paco entra en la historia y se consagra como figura del toreo. Si en junio critiqué duramente el vergonzoso comportamiento del público de Las Ventas en las salidas a hombros, en Bilbao es todo lo contrario, respeto y admiración por el torero que cruza la puerta grande. A diferencia de la plaza madrileña, en Bilbao no hay fuerzas del orden protegiendo al matador. Por algo será.

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