lunes, 29 de junio de 2020

Crónicas montañeras.

Una nueva sección en este rincón. A un torero le tiene que gustar el campo. Toros y naturaleza están intrínsecamente unidos. Y no sólo a los toreros, todos los profesionales taurinos acostumbran a trabajar en este espacio. Así que no conozco a nadie que siendo taurino o tenga relación con este mundo no tenga pasión por la naturaleza. Al igual que la tauromaquia, me han inculcado desde pequeño la pasión por la naturaleza y en concreto por la montaña. Creo que no hay ningún deporte tan bello como el montañismo. Y cada vez me gusta más. Un detalle, es que cada vez que se habla de campo en el ámbito taurino, se refiere a tener que ir a una finca para cualquier labor ganadera: tienta, herradero, una visita... Así que llevo mucho tiempo detallando cada vez que me preguntan, respondo que me voy al monte, una excursión etc. Si hablo de ir al campo, es un plan estrictamente taurino. La montaña es forja, es una escuela de superación y de valores. De dar un paso más aunque el cansancio, la sed o el clima nos pidan no hacerlo.

Los madrileños tenemos la inmensa fortuna de que la sierra de Guadarrama está a unos escasos tres cuartos de hora en coche desde la capital. Además está declarada Parque Nacional desde junio de 2013. Un tesoro ecológico y geológico. Dicha sierra está ubicada en el Sistema Central cuya cima más alta es el Pico del Moro Almanzor (2.591 m), en la provincia de Ávila. Este macizo está dividido en tres partes: Gredos cuya pico más alto es el ya mencionado Almanzor en la provincia de Ávila. Siguiendo la frontera entre Madrid y Segovia y haciendo a la vez también de frontera natural, el siguiente tramo es la sierra de Guadarrama. Aquí encontraremos el techo de nuestra provincia: la mole de Peñalara (2.428 m) es la cima más alta de todo el triángulo que forma la provincia madrileña. El último tramo y subiendo un poco más, hallaremos Somosierra. Su punto más elevado es Peña Cebollera (2.128 m). No tenemos, ni necesitamos montañas de la altitud como las que hay en Asturias, Granada o Pirineos; son picos lo suficientemente altos como para que una marcha de un día se haga más que suficiente.

Tras una breve introducción, paso a contaros la ascensión a la Mujer Muerta. El pasado 26 tocó madrugón y con unos amigos me preparé para coronar dicha cumbre, que en realidad es un conjunto de tres montañas: La Pinareja, Peña del Oso y Pasapán, 2.197, 2.196 y 2.006 msnm respectivamente. Como cualquier leyenda, siempre hay versiones de todos los colores. Pero todas concluyen en que una moza campesina tras no conseguir el amor, vaya usted a saber si de un labriego o de un arriero murió de pena para acabar convirtiéndose en montaña. Desde la carretera que une Segovia con La Granja se aprecia perfectamente como tiene la talla de una mujer yaciente: La Pinareja corresponde a la cabeza, Peña del Oso son las manos entrelazadas en su pecho y los pies son Pasapán.

Leyenda de la mujer muerta. Segovia. | spaintravels2015

Una de las diferentes vías de subir esta cima es saliendo desde Cercedilla. Dejando atrás la estación de Cercanías seguiremos hasta llegar a las dehesas donde podremos encontrar la archiconocidísima calzada romana. Aquí tenemos otro vestigio de la conquista hace dos milenios. Esta calzada unía Segovia con la aún no localizada Titulcia. Era la Vía XXIV, paso de montaña para cruzar la sierra hacia la meseta. Muchos siglos después de los romanos, llegaron los Borbones y como tenían muy buen gusto decidieron que El Real Sitio de San Ildefonso era un lugar inmejorable para construir una residencia al más puro estilo versallesco. Felipe V mandó levantar en 1721 un palacio rodeado de monumentales jardines. Y su mujer Isabel de Farnesio hizo lo mismo en 1751 con el palacio de Riofrío para que sirviera como pabellón de caza. Así que la monarquía española volvió a usar el paso de la Fuenfría para ir desde la capital hasta sus residencias de recreo. Otro recorrido y esta vez en sentido contrario, es el camino Schmid que sale desde el puerto de Navacerrada y va bajando hasta llegar a Cercedilla. Por último, la que mejor estado se encuentra y más fácil de recorrer es la de la República o Camino Puricelli. El objetivo de esa vía era llegar hasta Valsaín. Pequeña localidad segoviana con una importante industria maderera.


Montón de trigo.

Dejando atrás el puente de piedra, comenzamos la ascensión. Tras todos estos meses encerrados, salir a la montaña era igual que dar una bocanada de oxígeno. El camino en general está en buen estado, es ancho y el desnivel es llevadero facilitando la marcha. Dos horas después coronamos el puerto también llamado de la Fuenfría. Ahí llegó la primera recompensa. Una fuente mana agua fresca que sacia la sed de aquellos montañeros que cruzan este puerto. Aquí ocurrió la anécdota del día: un corredor nos pidió una foto con el valle de fondo y uno de mis amigos al coger el móvil y dispuesto a disparar, le cortó aquel diciendo en tono de sorpresa e incredulidad: "¡hombre, en horizontal no, que es para Instagram. Tiene que ser en vertical!". Nosotros nos miramos pensando que si vertical u horizontal... ¡Qué más dará!
Fuente de la FuenfríaWikiloc | Foto de Fuente de la Fuenfria (1/1)

Este paso es un cruce de caminos. Si seguimos recto llegaremos por el Schmid a Navacerrada. La montaña que se eleva a la derecha es Siete picos y a la izquierda veremos un monte pelado y lleno de rocas: Cerro Minguete. A partir de aquí se acaba la sombra, hay que racionar el agua y cubrirse bien la cabeza porque cuando pega el sol, pega de verdad. Risas, bromas y buen ambiente hasta este punto. A partir de aquí, el calor y el cansancio empiezan a hacer mella. El ritmo es bueno pero la pendiente exige dosificar fuerzas. Y lo peor de todo. Cerro Minguete y y el siguiente, Montón de Trigo están en sus correspondientes cimas repletos de piedras de todos los tamaños que dificultan la marcha castigando rodillas y tobillos. Dos cumbres que aguardan otra preciosa recompensa: las maravillosas vistas de Bola del Mundo y sus simbólicos repetidores, Peñalara y el puerto de Cotos, Cabezas de Hierro, La Maliciosa, Fuente Infantes, la Silla del Rey, Abantos... En Cerro Miguete aprovechamos para coger fuerzas con un piscolabis.


Desde Cerro Minguete se divisa en primer término, en el collado, el paso de La Fuenfría. Siete Picos detrás, y al fondo en el horizonte, La Bola del Mundo.

Y por fin emprendimos rumbo a nuestro destino. Otra hora larga para bajar el collado y subir a la Pinareja. De nuevo, los canchales de piedras ralentizaban nuestra marcha pero no importaba, el aire puro y las vistas animaban nuestro paso. Nuestra ruta llegó a la meta. La Pinareja nos regaló unas vistas impresionantes. En primer lugar, la Vieja Castilla se extendía a nuestros pies cuyo horizonte no conseguíamos avistar. Abajo, en las faldas de la Peña del Oso, en Navas de Riofrío, el palacio rosado que mandó construir la reina Isabel se erigía imponente entre los pinares. En Segovia, su catedral y alcázar se divisaban con absoluta claridad y finalmente la abundante vegetación de la montaña daba paso a los cultivos de cereal. Pasado el mediodía, por fin llegó la hora de almorzar: el que sepa de marchas sabe que comer en el monte es el premio a tantas horas de caminata. Aquí mandan las buenas costumbres y son la hogaza, los embutidos y frutos secos. Otros prefieren la lata de sardinas y similares. Aquí no hay sitio para barritas energéticas y bebidas isotónicas. Esas moderneces son inconcebibles. El postre es plátano y chocolate. Varias águilas y dos pilotos de parapente miraban con envidia nuestro yantar. Terminada la comida y tras agotar la memoria del teléfono haciendo fotos nos dispusimos a descender. Esta vez en vez de ir directos por Montón de Trigo y Cerro Minguete, cogimos un sendero que los rodeaba para aligerar. La duda era que si seríamos capaces de encontrarlo pero como todos los vericuetos de la sierra, estaba perfectamente visible. Un rato después llegamos a la fuente y tras coger más agua discutimos por ver qué camino tomar: el romano, el de la República, o el borbónico. Volvimos a reírnos con la anécdota de aquel "instagrammer" y finalmente nos decantamos por el borbónico. Se nota a quién le gusta el monte y a quién no porque a medida que descendíamos abundaban los domingueros con sus neveras azules y sus mesas desmontables. Acabada la jornada y tras un zumo de cebada como recompensa, regresamos a casa. Volveremos a la sierra. Y aquí lo contaré. 


Castilla: Tierra de El Cid. 



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