domingo, 30 de junio de 2019

Puerta grande de Diego Ventura y Diego Urdiales en Segovia.



Ya he comentado en varias ocasiones lo larga e intensa que ha sido esta feria de San Isidro. A pesar del atracón de toros, las ganas de ir a una plaza y sentarse en un tendido nunca faltan. Tras una excursión fallida a la feria de Zamora para ver a Morante, Julián y a José María Manzanares con toros de Daniel Ruiz, acabé pasando el fin de semana en la vertiente segoviana de la sierra de Guadarrama. Escribo estas líneas desde el Real Sitio de San Ildefonso. Así que tras mucho pensar ya que la corrida mixta es un formato de festejo que detesto profundamente, me pudieron las ganas de ir a ver a uno de mis toreros predilectos: Diego Urdiales. Por otra parte, nunca había visto toros en esta coqueta plaza y decidí acudir. Ambas capitales castellanas celebran las fiestas de San Pedro y San Pablo así que aprovecho para felicitar a aquellos lectores que se llamen así. Una vez explicado el cartel de Zamora, os cuento que en Segovia se anunció junto al ya mencionado Urdiales (grana y oro) al rejoneador Diego Ventura y al también matador Alberto López Simón (marino y oro). La ganadería de Sánchez y Sánchez llevó dos toros para el caballero hispano luso y cuatro reses de Román Sorando para lidia a pie. Terciados, sin fuerzas y parados. Dieron escaso juego tanto los de a pie como los de a caballo. Falló la materia prima. Y de la entrada hay que decir que fue pobre.
Diego Ventura vio como su primer toro manseó durante la faena. No quería saber nada del caballo y su jinete. Con tesón y esfuerzo, fue Diego encelando al animal hasta sacar varias embestidas jaleadas por el público. Tras un rejón fulminante, cortó las dos orejas.
En el cuarto se atascó con los aceros y saludó una ovación. Llevó al toro cosido a la grupa del caballo provocando la embestida dando una vuelta al anillo para parar al animal que caló en los aficionados. Se adornó en varios pares de banderillas y antes de cerrar su actuación con unos violines repitió aquello que tanto éxito le está dando: quitar las riendas al caballo y clavar a dos manos. Salió a hombros.



Por su parte, Urdiales se las vio en su primero con un animal que protestaba y siempre iba con la cara alta. Recibió al cornúpeta con un gran saludo a la verónica. Las zapatillas asentadas y el mentón hundido. La media fue muy buena. Ya en la muleta, el toro se complicó y no lo puso fácil al riojano. Cortó una oreja en una faena de intermitencias en las que brillaron varios instantes de su buen concepto. Cortó una oreja con una ridícula petición. "El Víctor" se lució con los palos en este toro. En el quinto, sacó muletazos a base de insistir en varias tandas con la mano izquierda. Es muy buen torero. Tiene una torería y una clase extraordinarias. Cortó otra oreja y acompañó a Ventura en la salida a hombros.



El madrileño López Simón venía a Segovia tras haber pasado discretamente por San Isidro. Cortó una oreja en el que el momento más destacado fue un gran toreo a la verónica. Meció con mucha suavidad y temple los vuelos llevando al toro en la bamba del capote. Y remató con una gran media belmontina. Me gustó mucho. Alargó la faena de muleta con sus acostumbrados circulares. Sin apenas toro, lo intentó el de Barajas y tras matarlo bien el presidente volvió a dar otro trofeo con una escasa petición. Creo que llegó a darle un aviso porque mostró el pañuelo blanco antes de que rodase el toro pero el clarinero no lo debió ver. Saludó una ovación en el último que fue un toro que apenas dio posibilidades y se marchó a pie de la plaza.


Y finalizo esta crónica comentando que se me hizo pesada la corrida. Dos horas y media largas de festejo. Hay que ir más ligero en las vueltas al ruedo. No se puede parar cada dos metros para devolver sombreros y chaquetas a los espectadores y como se rastrilla cada vez que actúa el rejoneador y los areneros no daban abasto, se metió un coche para agilizar el acondicionado del ruedo. Otro detalle que retrasa una tarde de toros es la cantidad de tiempo que se pierde cada vez que se devuelve una res. El quinto estaba inválido y el presidente asomó el moquero verde. Los bueyes no son efectivos y los responsables de los mismos hacen lo que pueden. Cada vez que esto ocurre en cualquier plaza de toros, me acuerdo de la eficacia de Florito en los corrales venteños.

(Fotos: el autor)

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