Cuarenta años han pasado. Una tarde de agosto, en la sierra de Madrid, el pitón de un toro de Marcos Núñez atravesaba y partía en dos el corazón de José Cubero Sánchez. En Colmenar Viejo se anunciaron el 30 de agosto de aquel 1985 toros de la citada ganadería para Curro Romero, Antonio Chenel "Antoñete" y José Luis Palomar, pero hete aquí que Curro se cayó del cartel horas antes tras presentar parte médico y la empresa, deprisa y corriendo, tuvo que buscar un sustituto. La solución fue un joven torero que apenas llevaba cuatro años de alternativa pero que cada tarde iba dejando huella por el clasicismo de su tauromaquia.
José Cubero Sánchez nació en Burdeos, tierra de vino y no de toros. Francés de nacimiento porque sus padres emigraron más allá de los Pirineos y nuestro protagonista vino al mundo el 16 de abril de 1964. Pero pronto volvieron a Madrid, pues José, junto a sus tres hermanos pasaron su niñez en la capital de España. En el humilde barrio de Canillejas, al final de la calle Alcalá se instaló el matrimonio Cubero Sánchez.
Momentos previos al paseíllo en la plaza de Madrid.
A José le picó el gusanillo de los toros, y gracias a la creación de la Escuela Nacional de Tauromaquia en 1976 en la Casa de Campo de Madrid, pudo matricularse como alumno. De hecho, él es de los primeros alumnos que empezaron a formarse en dicha escuela. (Y no solo él, pues sus hermanos Miguel y Juan también se hicieron toreros y hasta que se retiraron gozaron los dos de éxitos como subalternos acompañando a las máximas figuras de los 90 y 2000). Allí demostró que tenía condición y cuajo de torero. Despuntó rápidamente mostrando una superioridad notable respecto a otros alumnos. Sus primeros festejos fueron a orillas del Mediterráneo. Su primer paseíllo fue en Tabernes del Galldigna y un empresario, viendo el éxito conseguido, le firmó cinco contratos seguidos en Gandía. Cuentan que volvió a Canillejas con un coche lleno de flores y 50.000 pesetas de aquel entonces en la cartera. Muy capaz, tenía mucho gusto al mover las telas y personalidad en sus formas. Su oficio ante los becerros en el campo le permitió ganarse la oportunidad de torear y curtirse por los pueblos. Entre aquella primera hornada de alumnos matriculados, además de José, otros dos jovenzuelos supieron aguantar el ritmo de José: Julián Maestro y Lucio Sandín (Antes que ellos, Juan Carlos Herranz, Fernando Galindo y Fernando Lechuga fueron la primera promoción que de verdad empezó a representar al centro en los primeros certámenes de novilleros en los que la escuela participaba). Por ello Enrique Martín Arranz, Manuel Martínez Molinero, José de la Cal y demás profesores de la escuela idearon un proyecto que a la postre fue un éxito rotundo: consolidar esta nueva terna de alumnos y que fuera la mejor representación de este centro de formación taurina tras la generación de Herranz, Galindo y Lechuga. José, Julián y Lucio cumplieron con creces y dieron varias vueltas a España toreando en todos lados. Consolidado el cartel, Antonio Domínguez Olano, ajeno a la escuela, bautizó a este trío "Los príncipes del toreo". Un sello que dio publicidad y, que sumado al gran hacer de los tres chicos, puso a la escuela en el escaparate nacional como referente de la formación taurina y que poco a poco hizo que en otras ciudades, a rebufo de Madrid, surgieran más escuelas de tauromaquia. El experimento funcionó.
Tras una exitosa etapa de aprendizaje junto a sus dos amigos, José concluyó su rodaje en las novilladas sin caballos. "Los príncipes del toreo" llegó a su fin. Debutó con picadores en San Sebastián de los Reyes en marzo de 1980 para dar un año después el salto al escalafón definitivo. Como novillero, su mayor triunfo fue ganar en Arnedo el prestigioso certamen "Zapato de Oro". Se doctoró en Burgos junto a dos grandiosos toreros como lo fueron Ángel Teruel y José María Manzanares. Los toros pertenecían a una ganadería de postín: Joaquín Buendía. El 30 de junio de 1981 al tomar la alternativa José tuvo que dejar el amparo de la escuela y Tomás Redondo se ocupó de prometedora carrera. "Yiyo" que no "El Yiyo" como muchas veces se lee, tuvo una fulgurante carrera. Entre 1981 y 1985 triunfó allá donde fue y compartió cartel con los maestros de aquella época. El 22 de mayo del 83, y por la vía de la sustitución porque inicialmente no estaba contratado en mayo, entró en San Isidro en lugar de Roberto Domínguez. Salió Lanzaquema y le cortó una oreja de ley, pero pudieron ser dos. Fue el primer golpe en la mesa que dio José en Madrid. El cenit de su carrera aconteció días después, el 1 de junio "Yiyo" descerrajó la puerta grande de Las Ventas. Cortó una oreja a cada uno de sus toros y cruzó a hombros el umbral mudéjar que da a la calle Alcalá. Tras ese gran triunfo, Manolo Chopera, posiblemente el mejor empresario que ha visto la plaza de Madrid, premió a José con otra sustitución, esta vez la que dejó "Espartaco". Así que José volvió a Madrid y lo hizo acompañando a Ángel Teruel y "Armillita". Así toreó a Cigarrón, el primero de su lote, de Moreno de la Cova. Por aquel entonces el servicio militar era obligatorio así que José cumplió con el Ejército. Compaginó la instrucción militar y su carrera. Con estas palabras tan solemnes aquella tarde brindó a don Juan Carlos. Unos días después, exactamente el 9, hizo el paseíllo en este mismo ruedo, en la Corrida de Beneficencia junto al alicantino Luis Francisco Esplá. En corrales esperaban cinco toros de Dairo Chica y uno de Antonio Ordóñez. Ese día solo cortó una oreja, pero aún así fue llevado a hombros una vez más por la puerta grande junto al alicantino, que cruzaba ese umbral por por segunda vez. El teléfono echaba humo. Lo había logrado. Aún así quedaba refrendar el buen paso por San Isidro el resto del año, pero mantuvo el nivel. Un rosario de triunfos tarde tras tarde consolidaba a José en la cima del toreo.
El año siguiente consolidó con creces su cartel. En Madrid toreó un total de cuatro tardes. Su estelar San Isidro 1983 tuvo premio. Manolo Chopera le dio cuatro tardes. No cortó orejas, de todas formas certificó el nivel y la expectación creadas. Pero entre tanta alegría de los repetidos triunfos a medida que avanzaba el verano, llegó la tragedia: "Yiyo" estaba anunciado en Pozoblanco el 26 de septiembre de 1984. Francisco Rivera "Paquirri" y "El Soro" completaban el cartel. Avispado, de Sayalero y Bandrés hirió de mucha gravedad a Paquirri, figura del toreo y un personaje muy querido por la sociedad de la España de aquella época. A José le tocó acabar con Avispado. Volviendo a Madrid en su coche, José se enteró por la radio que Francisco había fallecido. Lloró amargamente por la muerte de su compañero. España se vistió de luto. Tras acabar la temporada en España, cruzó el océano y allí cumplió diversos contratos en Colombia y Ecuador durante el descanso invernal a este lado del Atlántico.
Su último vestido. Colección del Museo Taurino de Madrid.
En el inicio de la temporada 1985, siguió afianzando todo lo logrado el año anterior. Y en Madrid deslumbró una tarde más cortando una oreja a Niñito, un toro de la ganadería de Aldeanueva, concretamente el 29 de mayo. José demostraba tarde a tarde que había torero para rato. Que tenía condiciones para ser alguien importante. El verano es la época fuerte, cuando más se torea. Cumplió contratos por toda la Piel de Toro hasta llegar al 30 de agosto en Colmenar Viejo. Curro Romero se cayó del cartel y no sabían cómo cubrir la baja de tan excelso matador. Apostaron por José y él estaba feliz. De lo difícil que fue contactar con urgencia con "Yiyo", llegaron a reclamar la ayuda de la Guardia Civil para llegar a él lo antes posible. José aceptó la oferta. Un triunfo fuerte a las puertas de Madrid podía afianzar más su caché respecto a las empresas en ese fin de temporada y lo más importante, de cara a 1986. Se vistió en un hotel de Miraflores de la Sierra y de marino y oro llegó a La Corredera. "Hoy voy a torear de verdad", dicen que eso avisó a su cuadrilla antes de empezar. Y así fue, porque aficionados y críticos cuentan que José toreó de manera excelsa a Burlero. Hasta llegar a la suerte suprema. Quedaba rubricar la faena, pero tras la estocada, en uno de los envites del momento, Burlero dando un certerísimo derrote alcanzó a José en el pecho. Tras unos breves pasos, José cayó desplomado. Aún tuvo un último aliento para exhalar a su banderillero de confianza: "Pali, este toro me ha matado". Y su mirada se apagó. Lo llevaron a la enfermería pero nada pudieron hacer. Con un precioso burdeos y azabache, el vestido que tantas tardes lució, fue amortajado. Aquella noche en la calle Canal del Bósforo 30, el domicilio se convirtió en una capilla ardiente donde acudieron compañeros de la escuela, familiares, profesionales del toro, periodistas y un sin fin de gente para alentar a una familia rota por el dolor. José fue un príncipe que no reinó. Tenía 21 años y toda la vida por delante. Lucio y Julián no tuvieron suerte. El primero sufrió varias cornadas de diferente gravedad: la que más ocurrió en Sevilla en la que perdió un ojo y, posteriormente un accidente de tráfico obligó definitivamente al gran Lucio a dejar de torear. Por su parte, Julián no alcanzó las cotas que logró en aquellos gloriosos años como "príncipe del toreo". Aún así disfrutó de una larga y fructífera trayectoria que duró cuarenta y cinco años. Se hizo banderillero y se retiró en septiembre de 2018. En 2002, se doctoró como matador pero volvió a las filas de plata poco después.
Madrid 29.V.1985
José, por edad, estaba llamado a ser el principal rival de un jovencísimo sevillano de perpetua sonrisa: "Espartaco". Con un futuro que pintaba negro, este joven andaluz toreó sin expectativas en Sevilla en abril del 1985 y cuajó al toro Facultades. Triunfó tan rotundamente aquel día que se encumbró en la cima del toreo de la que no bajó en toda su carrera. Pero Burlero impidió que José y Juan Antonio rivalizaran en los ruedos. Madrid perdió a un torero que estaba llamado a hacer cosas grandes. Su carisma y personalidad marcó a los que con él compartieron su vida. Era bromista, divertido y le encantaba asustar a los alumnos más pequeños las tardes de entrenamiento. Ponía motes a todos sus compañeros. Su simpatía y alegría dejaron huella durante las clases en la Casa de Campo. Fue un superdotado: tenía facilidad para aprender y ver con rapidez las posibles dificultades que mostraban los animales para solventarlas con agilidad... La afición paseó al día siguiente el féretro de "Yiyo" en la póstuma vuelta al ruedo en la plaza de Madrid. En esa plaza en la que bordó el toreo con el bravo Lanzaquema de Antonio Ordóñez que fue el que le puso a funcionar y con el mencionado Niñito, de Aldeanueva al que cortó su última oreja en esta arena unos meses antes. Ni siquiera doce meses habían pasado de la muerte de Paquirri y el toreo volvía a sufrir una tragedia. Su juventud y la dureza de las imágenes, impactaron en la sociedad. Aún lloraba España la reciente la muerte de Francisco y otro torero volvía a caer en la arena. Uno fue un torero consagrado e ídolo de mucha gente. El otro fue un joven en el que estaban depositadas muchas esperanzas. José fue el primer gran torero que dio la Escuela Nacional de Tauromaquia. Cuentan que tras la tragedia, la institución recibió cientos de solicitudes. Los adolescentes madrileños querían seguir sus pasos. Por el ardor de su muerte, quisieron emularle. El precio es caro pero la gloria, infinita. Daba igual, merecía la pena intentarlo.
Así lo recuerda el lema de este centro:
"Llegar a ser figura en el toreo es un milagro. Pero al que llega, podrá un toro quitarle la vida; la gloria, jamás."
Feria de Colmenar Viejo 1985.
José cayó a los pies de la sierra de Guadarrama. Y así opinaba en una entrevista sobre la muerte: “Me preguntáis en qué momento medito sobre la muerte. La muerte la llevamos en la cara todos los toreros. Algunos la expresan de una forma determinada y yo la expreso con la sinceridad. "Me preguntas en qué momento pienso en ella: cuando apago la lamparilla de la mesita de noche; cuando me quedo solo. Pienso que un cuerno me va a arrancar el corazón, pero siempre respondo a la pesadilla con el ¿qué más da? Mejor morir de una cornada que en la M-30”. Manifestaba estas palabras ya que así perdió a un amigo cercano.
La escuela taurina de la capital llevó el nombre del gran Marcial Lalanda (1903-1990) hasta hace escasos años y tras ser solicitado con ahínco por diferentes sectores, se cambió y desde entonces pasó a ser denominada Escuela de Tauromaquia José Cubero "Yiyo". No solo en la escuela taurina se homenajea a este gran torero. En la explanada de las plazas de toros de Madrid y de Colmenar Viejo, en el cementerio de la Almudena y en su barrio de Canillejas se alzan estatuas recordándole.
Un rápido resumen de su carrera desde aquel debut en san Sebastián de los Reyes:
Toreó en España 62 novilladas con caballos y 177 corridas de toros. La plaza que más veces pisó fue Madrid. En Las Ventas actuó cinco veces como novillero y dieciséis como matador de toros.
Allende los Pirineos, fue Dax la que más veces le vio torear. Fueron siete veces. En total en Francia actuó en treinta corridas de toros y doce novilladas picadas.
Al otro lado del océano también pudieron disfrutar con la tauromaquia de José. Manizales fue la ciudad donde más toreó. En total, cumplió 29 paseíllos en las plazas americanas.
Y respecto a los compañeros, con quién más toreó fue con Tomás Campuzano, fueron 35 veces. Después con Dámaso González y Emilio Muñoz, que fueron 28 con cada uno.
A pies juntos y de frente. Llevando al toro hasta detrás de la cadera.
Formidable natural en Almería.
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