En un principio Dios creó al hombre, después creó a la mujer para que el varón no se sintiera solo, y más tarde inventó los cuernos para que ninguno de los dos se sintiera solo..., cuando estuvieran por separado. Más hete aquí, que los cuernos, símbolo de fecundidad, potencia, fuerza y de infidelidad conyugal necesitaban de un bello animal para lucirlos con guapeza..., y así fue como de entre las tinieblas surgió una criatura arrogante, desafiante, altiva... El carnero. Entonces Dios, no contento con lo que había hecho y pensando que los cuernos del carnero habían salido demasiado enrollados y que además el hombre pecador haría lana con aquel inmaculado animal - como así fue -, se puso a trabajar en un nuevo modelo de fiera cornuda.
Después de varios intentos fallidos entre los que se cuentan el ciervo, el caracol, el rinoceronte y el pez espada, vio por fin el Todopoderoso realizado su sueño... Había dado forma al nuevo ser: y así fue como apareció rutilante como una estrella en la escarcha del Edén... El Toro.
Abriendo el compás, página 11.
Felipe Garrigues.
Alianza editorial.
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