El
siglo XX estuvo plagado de hechos y acontecimientos trascendentales para la
historia y como el toreo no fue ajeno a ello, intentaré hacer un viaje ameno
procurando unir ambas disciplinas. Harto de antitaurinos que nos llaman
incultos y paletos he decidido escribir este artículo para demostrar todo lo
que se puede aprender gracias a los toros. He leído recientemente un libro en
el que cuenta la historia del toreo a lo largo de este periodo, pues añadiendo
pequeños apuntes míos haré un resumen de todo lo aprendido. Me dejaré muchos
detalles en el tintero, pero a vuelapluma contaré aquello que me venga a la
memoria a medida que escriba estas líneas y que he descubierto gracias a todo
lo que hay en torno a un hombre y este animal.
Las
dos primeras décadas del siglo XX, fueron dominadas por dos sevillanos: Juan
Belmonte y Joselito "El Gallo". Otro torero importante fue Rodolfo
Gaona, un mejicano que vino a España y llegó a figura del toreo. Una segunda
fila de toreros quiso, pero no pudo llegar a la fama, ya que el nivel que
imponían Juan y José era imposible de alcanzar.
España
se mantuvo neutral en la 1º Guerra Mundial, pero los españoles ya estábamos
ocupados en otra guerra, sí, estábamos en guerra, la que dirimieron en los
ruedos los toreros sevillanos anteriormente mencionados: Juan y José y la
trasladaban a las barberías, tabernas y casinos sus acérrimos partidarios.
Ríase usted de la enemistad entre el Real Madrid y el FC Barcelona. José era el
poderío, la inteligencia y la facilidad delante de los toros, todo al contrario
que Juan que era la imaginación y la improvisación. José venía de una familia
torera que residía en un pueblo llamado Gelves, y Juan del famoso barrio de
Triana y la única manera de acercarse al toro era escapándose por la noche a
los campos de Tablada y tras esconder sus ropas cruzaba el Guadalquivir para
torear desnudo a la luz de la luna. Debido a sus maneras de torear, de él
decían que había que darse prisa en verlo porque era posible que un toro
acabase pronto con su vida. No fue así ya que se retiró tarde y llegó a cortar
dos rabos en la plaza de Madrid.
En
cuanto a José, he mencionado su prodigiosa capacidad técnica e imaginativa, era
un portento delante de los animales. Su padre, Fernando Gómez "El
Gallo" era matador de toros, y sus hermanos también lo fueron, Fernando y
el genial Rafael. Todos apodados con el mismo nombre artístico; otro matador
tenía en su familia pues era cuñado de Ignacio Sánchez Mejías. Pues al tema que
nos lleva José, es que él fue el principal responsable de la construcción de
plazas de toros, las llamadas monumentales. Las plazas se quedaban pequeñas y
meter mucha gente era una opción para abaratar el precio de las entradas, por
lo que decidió empezar por Sevilla. Había un problema, y es que el poder lo
tenían los maestrantes y ver una plaza nueva que hiciese competencia a la orden
militar, les ponía de mal café. Aun así, José consiguió ver la plaza construida
y con más aforo que la Real Maestranza de Caballería. Ubicada en el barrio de
San Bernardo, su historia fue breve: inaugurada en 1918, clausurada en 1921 y
demolida en 1930. Apenas quedan unos vestigios de aquel sueño de Joselito. Ese
sueño sevillano viajó hasta Navarra pues la plaza pamplonesa fue construida con
los mismos planos que la de Sevilla, sigue en pie y tiene un aforo de 19.500
localidades aproximado y tras la de Madrid, es la segunda más grande de
España. En 1914 se inaugura otra monumental con un aforo de 19.582 espectadores, esta vez fue en la Ciudad Condal y la última es precisamente la de Madrid, y aunque
podríamos hablar horas y horas contaré unos breves detalles sobre esta plaza.
Antes de la de Madrid hubo dos plazas de toros: la de la Puerta de Alcalá y la
de la fuente del Berro también llamada la de la carretera de Aragón donde
actualmente se ubica el moderno Palacio de los deportes. Se empezó a construir
en unos terrenos llamados La Venta del Espíritu Santo y así quedó el nombre:
Monumental de Las Ventas del Espíritu Santo. Fue diseñada por José Espeliú que
falleció antes de terminar el proyecto por lo que fue Manuel Muñoz Monasterio
(el estadio Santiago Bernábeu fue diseñado por él) quien concluyó esta plaza de
toros. Se empezó a construir en 1922, las obras terminaron en 1929 y en 1931 se
celebró la corrida inaugural. Tiene un aforo de 23.798 espectadores. Fallecido en 1920 a la edad de 25 años en
Talavera de la Reina, José no llegó a ver esta obra realizada.
En
cuanto a Juan Belmonte, solía reunirse con los intelectuales de su época para
hablar y compartir opiniones: Ramón Pérez de Ayala, Ramón del Valle Inclán,
Romero de Torres… El Pasmo de Triana atraía a todos estos personajes
embelesados por su forma de ser y carácter. Un escritor sevillano llamado
Manuel Chaves Nogales y que era periodista, dejó un gran libro en el que habla sobre el trianero. Esta biografía es de obligada lectura para cualquier
aficionado a la tauromaquia. No solo se trata de la vida de Juan, sino que es
una descripción maravillosa sobre cómo era esa Sevilla de finales del XIX y
principios del XX.
Tras
la muerte en Talavera de Gallito ya que éste era otro de los apodos que recibió
José, otros dos toreros destacados durante la segunda década de este siglo,
fueron el madrileño Marcial Lalanda y el bilbaíno Martín Agüero. Debido a su
trayectoria e importancia, fueron compuestos pasodobles en honor de ellos. Como
comentario personal, me quedo sin duda con el que le dedicaron a Martín; sobrio
y muy solemne, es un pasodoble habitual en las corridas de Bilbao.
Nos quedamos en la década de los 20 y albores de la Guerra Civil. Continuará...
Muy intersante
ResponderEliminarQue interesante
ResponderEliminarNo sabia lo de la construccion de las plazas monumentales a instancias de Joselito
En otro articula por favor comente como murieron Jose y Juan